Un negocio en extinción

La firma vilalbesa Champivil vende desde hace años árnica a un laboratorio de Valladolid para hacer antiinflamatorios. El negocio, con una larga tradición, va a menos. La contaminación y las malas prácticas provocan la desaparición de la planta.
Mari Luz Rey recoge árnica en una parroquia de Vilalba
photo_camera Mari Luz Rey recoge árnica en una parroquia de Vilalba

Es un negocio con larga tradición. La recolección de árnica, una planta que se emplea como base de muchos productos antiinflamatorios, es un clásico en la comarca chairega, como en otros muchos lugares, desde hace décadas. Sin embargo, los que conocen los secretos de esta planta silvestre saben que cada vez va a menos. La contaminación y las malas prácticas a la hora de recogerla provocan la desaparición de esas flores amarillas con usos medicinales que solo unos pocos son capaces ya de encontrar.

«O negocio xa o iniciou a avoa, cando empezou coas setas, polos anos 50», explica Mari Luz Rey, de Champivil, una experta en reconocer cada planta que nace en el campo sin la intervención de la mano humana. «Cando era nena xa recollía árnica e ía vender á trapeira», dice, una mujer que se mantuvo fiel a esta planta siempre.

«Nós nunca paramos de recollela. Pero a partir do 87 foise deixando e houbo uns anos de parón, pero agora, dende hai cinco anos ou así, vólvese a estar comprando para vender», dice su hija, Luz Divina Castelo, la actual responsable de Champivil, que indica que la media para la firma vilalbesa en una temporada es recolectar alrededor de 1.000 kilos de árnica en seco, que se corresponden con unos 6.000 en verde.

La flor de árnica, una vez seca, se vende al laboratorio. Allí, se emplea para elaborar cremas antiinflamatorias, champús, geles o cremas

«En España, que compren prantas medicinais hai dous laboratorios. Nós vendemos todo a un de Valladolid moi importante», dice esta empresaria, defensora del rural y de la importancia de cuidar el medio ambiente para conservar una base económica que en muchos casos ya desapareció.

«De todo o que se vivíu e que deixaba moitos cartos no rural, estase perdendo moito, en grande medida pola contaminación que acaba con todo o produto silvestre», dice, al mismo tiempo que destaca que las malas prácticas a la hora de recoger estas plantas, arrancando las raíces y sin respetar sus propias fechas de crecimiento -la recolección debe ser desde junio a mediados de julio-, hacen que su futuro peligre en la comarca.

«Vai a menos. Levo moitos anos e coñezo zonas onde sei que pode haber, pero non é como antes que estaba por todas partes», dice Mari Luz Rey, mientras apunta a los mejores lugares para encontrar árnica, «prados naturais e veigas», y muestra con destreza como debe recogerse su flor.

«É como un traballo de chinos, hai que ir picando flor por flor e cos dedos, non hai máquina que o faga», dice esta experta recolectora mientras sus manos corren sin tregua separando el amarillo del verde.

La empresa chairega espera recolectar unos 1.000 kilos de la planta en seco esta temporada, que son unos 6.000 en verde

Todo lo que recogen en Champivil lo curan de forma artesanal. El primer paso es vaciar sobre cemento, si es en zona de sombra mejor, todas las flores. Ahí, se secan a temperatura ambiente. «Se a tes que meter en secadero perde moitas propiedades», apunta esta mujer, mientras se suma a las críticas de su hija.

«Os puríns e os abonos vana matando e a árnica deu moitos cartiños», dice, y enumera otros productos silvestres, que también fueron bases de la economía rural y que hoy ya son unos desconocidos como «a flor de sabugueiro, que xa non se recolle, a pamplina, o dente de león, as moras, as framboesas, as bellotas ou as castañas».

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