Sueños y pesadillas

SON TANTAS las realidades ingratas que nos agobian a casi todos en los días que vivimos, que, pensando y pensando me han hecho recordar la Vida es Sueño de Calderón, y en particular el soliloquio de Segismundo, aquel que empieza: «sueña el rey que es rey, y vive/con este engaño mandando y gobernando»; y termina : «yo sueño que estoy aquí/destas prisiones cargado,/y soñé que en otro estado más lisonjero me vi/… que toda la vida es sueño,/ y los sueños, sueños son».

No es lo mismo el sueño que la pesadilla. Esta es un sueño pesado, un mal sueño. El verdadero sueño suele proporcionar consuelo, mientras nos representamos sucesos o imágenes con nuestra mejor fantasía. Y con el tiempo, al menos en mi percepción, se va acentuando nuestra capacidad creativa y fantástica, aunque más real, más conectada a la realidad. Así me lo ha enseñado mi experiencia. Cuando era niño y adolescente, alguna pesadilla que representaba algún mal que aquejaba a los seres más queridos, a mi madre en particular, no faltaba de vez en cuando a su cita, para hacerme pasar un mal rato. En los últimos años, y desde que ella murió, lo que sueño es que vuelve, regresa, porque soy consciente en la ensoñación de que ya partió al más allá. De modo que ese sueño me proporciona una sensación de prórroga, una oportunidad de expresarle mi cariño, y disfrutar del consuelo del suyo.

Todo eso me hace pensar que, naturalmente no en términos médicos o científicos, solo en el de las sensaciones, el sueño, el buen sueño, la fantasía grata, nos proporciona un respiro reparador, que nos libera de lo que nos apremia, aunque solo sea durante un rato, aunque al despertar seamos conscientes de que todo sigue igual, aunque, acaso, no en los mismos términos. Más que igual, lo que era antes del sueño, es parecido a lo que reencontramos.

La buena fantasía tiene algo de liberador, tiene algún parentesco con el dicho popular de que «no hay mal que cien años dure» que proporciona ánimo para enfrentarse a la adversidad.

Y además, en mi apreciación, los sueños de los adultos guardan tan precisa comunicación con la realidad que son muchas veces un episodio sin solución de continuidad con ella, de tal forma que casi forman parte o incluso constituyen otra versión de esa misma realidad.

El sueño es así un valladar defensivo, un reposo que proporciona nuevas energías, es la realidad al otro lado del espejo, es otro cristal para permitir la observación de lo que amarga, y verlo de otra manera.

En tiempos difíciles, qué buenos son los sueños, porque nos hacen ver que son solo el reverso de la situación de consciencia, son solo sueños, pero nos ofrecen una alternativa lisonjera, mucho más halagüeña, si pensamos, que como escribió tan certeramente el gran Pedro Calderón de la Barca, de alguna manera, toda la vida es sueño…, o lo parece.

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