Rosell, sen púlpito e sen 'valors'

MALAMENTE y de manera prematura. Así ha terminado el mandato de Sandro Rosell como presidente del Barcelona. El caso Neymar, que lleva en la Audiencia Nacional el juez Ruz, ha acabado con él en la lona, noqueado antes del final del combate.

Rosell se marcha -deja a su directiva al frente de la nave; a ver lo que dura- y con él lo hacen las aspiraciones de renovación del barcelonismo, las enormes esperanzas que puso en él la afición culé -ningún otro presidente del Barça ha conquistado tantos apoyos en unas elecciones como Rosell en las de 2010-. Eso representaba Rosell para el barcelonismo, el contrapunto sensato al crápula de Joan Laporta, la modernidad de un dirigente joven y preparado como oposición al rancio Joan Gaspart. Al final, sus propias contradicciones, que son las de su club, se lo han llevado por delante.

Todo por un fichaje, el de Neymar, que si no lo es ya camino va de ser el más caro y costoso de la historia del fútbol. Por fichar a Neymar, y sobre todo para que el brasileño no acabara en el Real Madrid, Rosell ha hecho de todo, hasta saltarse presuntamente la ley y defraudar, algo que deberá determinar en todo caso el juez Ruz. Tanto se rebajaron Rosell y el Barça que entre las innumerables cláusulas del leonino contrato de Neymar figura la ridiculez esa de que el jugador percibirá una cantidad adicional por obedecer al entrenador y jugar donde éste le diga. Hombre, estaría bueno que hiciese lo contrario. Solo le ha faltado incluir al lado otra cláusula donde se pida al caprichoso brasileño que juegue con la misma camiseta que sus compañeros.

Por fichar a Neymar, Rosell ha desequilibrado también el ecosistema en el vestuario del Barcelona. Nadie dice que Neymar no vaya a ser en el futuro un gran futbolista. Desde luego tiene cualidades. Pero eso no le hace merecedor del mejor sueldo de la plantilla, muy por encima incluso de Messi, que lleva años cansado de ganar todos los trofeos colectivos e individuales. No es de extrañar que cuando se empezaron a conocer detalles de la especial vinculación contractual de Neymar con el Barcelona las colas a la puerta del despacho de Rosell para pedir un aumento fuesen inmediatas.

Y todo por impedir que Neymar acabase en el Madrid, la fijación patológica del barcelonismo. Se trataba de que el brasileño, que llegó a pasar un reconocimiento médico por el club que preside Florentino Pérez, no cayese en las redes del archienemigo. Pero su fichaje también era una cuestión de orgullo personal para Rosell, cuyo prestigio como experto en el mercado brasileño estaba en juego. Se atribuye a Rosell el fichaje de Ronaldinho allá por 2003. Sus buenos contactos en Brasil tras años como delegado de la firma Nike en el país suramericano dieron sus frutos y le permitieron a su entonces amigo Laporta apuntarse el tanto del fichaje de la emergente estrella del fútbol mundial. Se decía que Florentino Pérez tenía fichado a Ronaldinho, entonces en el París Saint Germain, para 2004. Sandro Rosell le ofreció salir ya, en el mismo verano de 2003, y el brasileño, harto de la mediocridad de la Liga francesa, no se lo pensó dos veces.

Ahora, con Laporta enfrente y escrutando cada uno de sus pasos, Rosell no podía fallar. Han acabado con él esa presión y los complejos del barcelonismo, un club que se autodefine como más que un club, el ejército desarmado de la pobre y oprimida Cataluña, la organización que coloca a directivos y exdirectivos en puestos claves de todos los organismos posibles.

El expresidente, de todos modos, tenía ya el crédito en entredicho desde hace tiempo entre la masa social culé por varios motivos. Como sus antecesores se opuso a manchar la camiseta del Barça con la marca de algún patrocinador para luego claudicar ante los petrodólares de Catar. Y dejó en la estacada, él y sus directivos, tras prometerle la renovación, a Eric Abidal, una vez recuperado de su enfermedad. Similar fue el caso del jugador del Barça de baloncesto Pete Mickeal.

Sandro Rosell, en fin, ha defraudado las enormes expectativas que el barcelonismo puso en él. Su falta de arrojo y su indecisión, sus grandes contradicciones -dijo que había que despolitizar el Barça y lo politizó más que Laporta; dijo que daba libertad a sus directivos para ir a la manifestación por la independencia de la Diada pero que él no iría para luego presentarse allí- han sido las causas de su caída. Lo de decir que Neymar costó 57,1 millones de euros en lugar de los más de 100 que parece que se ha pagado por él tan solo ha sido la espoleta.

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