Reclamar si, pero sen molestar

IBAN a llevar pancartas a los actos de campaña de PP, iban a recorrer la capital y la provincia reproduciendo con megafonía el discurso de inauguración del Hula, en el que Feijóo se comprometía a implantar los nuevos y prometidos servicios en medio año, iban a organizar otra gran manifestación... Iban. Porque las protestas anunciadas a primeros de mes por los promotores de la ILP para la implantación de Radioterapia, Medicina Nuclear y Hemodinámica 24 horas en el Hula se han quedado en eso. En anuncios. Abre la Muralla y la federación vecinal, colectivos artífices de la ILP y liderados por el exalcalde Vicente Quiroga y Jesús Vázquez, informaron de que aplazan a después de las elecciones europeas las protestas motivadas por la pretensión del PP de enmendarse a sí mismo y modificar los plazos para la implantación de los servicios que hace menos de dos meses aprobó en el Parlamento. No quieren interferir en la campaña, dicen ahora los convocantes. Pero vamos a ver, ¿no era ese el fin? ¿El objetivo no era presionar a los dirigentes populares para que mantengan el compromiso adquirido en el Parlamento y no alarguen de nuevo los tiempos para que el Hula tenga de una vez por todas los prometidos servicios?

Prometidos y necesarios, por lo tanto fuera de toda discusión. Se ha demostrado con Hemodinámica. Empezó a funcionar a principios de año con horario reducido (de ocho a tres) y entre urgencias e intervenciones programadas no da abasto, según pudieron comprobar algunos pacientes que en las últimas semanas vieron aplazadas intervenciones. Y lo demuestran los cientos de enfermos que siguen desplazándose a otras provincias para recibir tratamientos. Tras leer en este periódico que el hospital de Lugo costó el doble de lo previsto sin que se explicaran las razones y estando aún incompleto, una de esas pacientes se preguntaba esta semana por qué si una persona enferma, mayor, y a veces sola, puede ir durante treinta días prácticamente seguidos a A Coruña en ambulancias colectivas, con varias horas de viaje y de estancia para recibir un tratamiento de unos minutos, no pueden los parlamentarios viajar de la misma forma, en transporte colectivo, con la comida en un tupper y sin dietas. «Al fin y al cabo, ustedes están sanos. Si los enfermos oncológicos pueden, ustedes también», dice. Habrá quien piense que es llevar el debate al extremo y que una cosa es limitar los emolumentos de nuestros representantes políticos y otra tenerlos comiendo en los pasillos. Yo prefiero no pronunciarme. Sin calzarse los zapatos de los demás es fácil hablar.

El caso es que quienes en el último año se erigieron como los mayores defensores de los lucenses -algunos incluso coquetean con ser alternativa política en las próximas elecciones municipales- se echan atrás ahora, en el momento de arrancar compromisos a los gobernantes, para no molestar. Pues no sé qué pensarán las 43.000 personas que firmaron para la ILP. Si siempre hubo quien dudó de los verdaderos fines de quienes encabezaron la lucha por la ILP, decisiones como esta no hacen más que abonar las sospechas. Aunque a estas alturas parece claro que el inmenso apoyo que tuvo la ILP no radica tanto en sus promotores como en la causa en sí. La salud son palabras mayores. Y el cáncer, ya no digamos.

En el PP lucense parecen haberse dado cuenta de eso, porque es significativo el giro que han dado. Han pasado de esquivar como podían el tema de la ILP a poco menos que convertirlo en bandera de la campaña. No pasó desapercibido esta semana en el mitin de Albeiros, donde Jaime Castiñeira dedicó prácticamente todo su discurso a intentar dejar claro que el PP de Lugo está a tope con el Hula y que hay que dar la batalla para seguir mejorándolo. Aunque parece que al modo de Abre la Muralla y la federación vecinal, con el ruido y las molestias justas. Porque Lugo tiene uno de los mejores hospitales del país y hay que ser agradecidos, afirmaron el diputado y portavoz municipal y la concejala y médico Encarna Amigo. Nadie discute ni uno ni lo otro, pero parece que a veces se olvida que Lugo tiene un buen hospital tras décadas sufriendo unas instalaciones pequeñas, viejas y carentes de medios, y que fueron los propios lucenses, con el resto de gallegos, quienes pagaron su construcción. Y hasta el suelo.

Desde luego esta es una campaña rara. En vez de anuncios de inversiones, lo que los lucenses reciben son cancelación de proyectos. Fomento confirmó esta semana que el proyecto de la estación intermodal queda definitivamente aparcado. A cambio promete tres millones de euros. Se supone que para lavar la cara de la vieja pero coqueta estación de tren, porque para mejorar las comunicaciones ferroviarias, que es lo que realmente importa a los viajeros, no parece suficiente. Tampoco el presidente de la Xunta aprovechó su mitin en Lugo para anunciar inversiones en el cuartel de San Fernando, ni siquiera para evitar que se caiga. Hemos llegado a un punto en el que algunos lucenses ya se consuelan simplemente con eso. No todos, porque, sin llegar a los extremos de lo sucedido esta semana en León, la crispación ciudadana con los políticos cada vez es mayor. Lo sabe bien el alcalde. «Exposte a recibir unha en calquera momento», afirmaba esta semana el regidor delante de un café y de la televisión mostrando las imágenes del crimen de León.

(Publicado en la edición impresa el 18 de mayo de 2014)

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