el baile les unió y sigue siendo el centro de sus vidas. Míriam Vivero, de 22 años, y Dimas Fernández, de 27, se conocieron en un curso en el que Dimas era el profesor, aunque tardaron mucho en decidirse a formar pareja artística, por aquello de que ya eran sentimental, y lo hicieron obligados por el hecho de que ambos se habían quedado sin compañero/a casi a la vez.
Pronto descubrieron que la química brotaba también en el escenario y juntos consiguieron alcanzar la máxima categoría en el baile profesional conquistando títulos en campeonatos gallegos, nacionales e internacionales, certámenes en los que compitieron en las especialidades de baile deportivo y de salón, en las modalidades de latino (samba, chachachá, rumba, bolero, pasodoble y jive) y estándar (vals inglés, vienés, tango, slow-fox y quick step).
A pesar de sus éxitos se dieron cuenta que algo no iba bien. «Estabamos estancados, os máis facían cousas distintas e nós non», confiesa Míriam, por lo que optaron por dar un giro de 180 grados a su carrera, abandonar la competición y salir fuera a formarse con los mejores, entre ellos la rusa Anastassia Maximova, con la que siguen entrenando. «É unha sorte que unha eminencia mundial coma ela accedera a darnos clase. É coma se nos tocara a lotaría», explica Dimas.
Su preparación les han servido para crear una escuela de baile, Gold Dance, con la que imparten clase por diferentes puntos de A Mariña a alumnos de entre 3 y 83 años, cursos que abarcan desde juegos de iniciación a baile de fiesta y, por supuesto, la formación de profesionales, pues trece de las parejas que entrenan están en la actualidad compitiendo y, así, mientras ayudan a que otros no tengan que emigrar para aprender, no pasa un solo día en que no piensen en volver a los circuitos profesionales, aunque mientras tanto su esfuerzo incluye reivindicar para el baile el reconocimiento deportivo que merece.
