Más testimonios

"Funme a durmir lonxe de Barcelona"

Varios lucenses relatan as sensacións que lles transmitiu a cidade o día despois do ataque, que, a pesar de afectarlles de diverso modo, non os levará a ningún deles a deixar a capital catalá e regresar á provincia que os viu nacer

Barcelona no respiraba igual el día después del trágico atentado. Cinco lucenses coinciden en señalar que entre los vecinos de esta ciudad viva y cosmopolita se agolpaban ayer las sensaciones de melancolía y tristeza, aderezadas con la tensión y el miedo. Pese a ello, ninguno está dispuesto a renunciar a sus proyectos personales ni profesionales en la capital catalana.

El testimonio de Silvia Rodríguez avala el "pánico" en el que, en sus palabras, se sumió la capital catalana desde el jueves por la tarde. Confiesa que decidió irse a dormir fuera de su casa, en las inmediaciones de Poble Sec, porque aunque tendría posibilidad de llegar a su domicilio empleando paradas de metro más cercanas (la suya estaba cerrada), "el bus no circulaba por esa zona y era absolutamente imposible coger un taxi". Por ello, optó por pernoctar en Molins de Rey, una localidad situada a unos 20 kilómetros al oeste de la capital.

Un día después, asegura que "se nota mucha tensión" e incide en que "vas por la calle y percibes un ambiente muy raro" que "nunca antes" había detectado en la ciudad en la década que lleva viviendo allí. Explica que "la gente mira a todas partes con mucha desconfianza", al tiempo que compara el Barcelona de ayer "con una película del oeste cuando pasa un matojo" por la "poca vida" que aprecia. Así, expone que el metro en Plaza Catalunya iba "prácticamente vacío" frente al bullicio de otros días, lo que también se refleja en que, según ella, la mayoría de establecimientos situados dentro de esa parada estaban cerrados. 

Otro de los factores del "miedo" y la "confusión" que describe se debe a que vio a los propios Mossos "revisando hasta las papeleras" en Sarrià, zona en la que trabaja. Con todo, señala que se trata de una "sensación contagiosa" y de que "el miedo llama al miedo", algo que apuntala diciendo que "te sientes indefenso porque piensas que quizás entre alguien donde estás y que te pase algo". 

Esta lucense asegura que "hoy -por ayer- hay una sensación de anormalidad mucho mayor a la que había ayer -por anteayer- justo después del atentado". Aún así, dice que "lo peor que se puede plantear es dejar de hacer cosas", por lo que no se replantea volver a Lugo ni tampoco cambiar sus rutinas de vida "por mucho que nos intenten asustar incluso con bulos de atentados que circulan por WhatsApp y por las redes". 


Candela Carroceda, no pudo volver a casa porque estaba en la zona acordonada: "Todo el mundo tiende a abrazar a todo el mundo"

"Barcelona tiene hoy –por ayer– un silencio diferente, un silencio triste". Así resume sus sensaciones Candela Carroceda, que se topó con el atentado al volver a su domicilio a primera hora de la tarde. Tras cruzarse con la estampida de gente que huía, decidió refugiarse en un hotel.

Apenas 24 horas después, transmite que "la situación está bastante calmada y todo el mundo mucho más tranquilo". Aún así, no oculta que "la tensión se palpa en el ambiente" y que "la gente está muy emocionada", con las sensaciones "a flor de piel" también por circunstancias anómalas "como que esta mañana no haya tráfico en Las Ramblas". Con la voz a ratos quebrada, afirma que "todo el mundo tiende a abrazarse a todo el mundo" pero, ya con firmeza, señala que este viernes hizo "vida normal".

Probablemente el momento más emotivo que vivió ayer fue cuando por fin pudo entrar en su domicilio a primera hora, situado en un punto de la trayectoria que siguió la furgoneta. "Aunque intenté volver por la noche, tuve que dormir fuera porque el cordón policial no me permitía acceder a casa", subraya, justo antes de apuntar que "al encontrarnos con los vecinos, fue muy doloroso que me contaran en primera persona lo que yo misma podría haber visto si hubiera estado en casa desde mi ventana".

Valentín Pinto, taxista de A Fonsagrada que lleva 45 años en Barcelona: "pensabas que podía pasar y el jueves pasó"

Pinto es taxista en Barcelona desde hace varias décadas. Oriundo de A Fonsagrada, llegó a la ciudad condal en 1972 con 17 años y vivió en primera línea el otro atentado sangriento que estremeció la ciudad, el de Eta en Hipercor en 1987. Aquel día pasaba con su coche por la avenida en el momento en que estalló la bomba que causó la muerte a 21 personas.

El jueves el atentado lo pilló lejos del centro, en su día libre, y se enteró de lo que iba sucediendo a través de los medios. Ayer volvió a ponerse al volante de su taxi y en la ciudad, dice, se notaba "una sensación rara, se ve que vamos todos tristes porque ha sido un ataque muy grave y puede volver a pasar", explica. La actividad en las calles "se va normalizando poco a poco", aunque con una vigilancia policial férrea. "Todo el día ha habido muchos controles en las calles de salida y entrada de la ciudad y en los accesos al aeropuerto", explica. A él lo pararon los Mossos para mirar a quién llevaba de pasajeros cuando hacía un servicio a El Prat. "Cuando veías atentados en otras ciudades pensabas que en cualquier momento podía pasar aquí, y pasó", dice.

Rafael Río, viajó a Barcelona, donde se va a instalar, desde Tarragona: "Tardé más del doble de lo normal en el recorrido"

Este lucense reside en Santa Oliva (Tarragona) y, en circunstancias habituales, en unos 50 minutos llega a la capital catalana. Sin embargo, ayer por la mañana tardó "más del doble" debido a las retenciones que se formaban por los controles policiales. 

Según detalla, el peaje de Martorell "se colapsó" porque, para permitir los trabajos de seguridad, solo se dejaron abiertas al tráfico cuatro cabinas de peaje "en las que ya había algún agente" y, tras pasar por ellas, se obligaba a los vehículos a circular franqueados por sendas patrullas que realizaban controles "coche por coche". "Nunca suele haber colas en la AP-7 y hoy – por ayer – esperamos más de una hora de reloj en este peaje", incide el lucense, quien señala que "se ha perturbado el día normal de la gente" en una ciudad que vio "más vacía de lo habitual". 

La razón de su viaje de ayer era para avanzar en los trabajos de mudanza de su nuevo domicilio, ya que este joven va a dejar la localidad tarraconense para asentarse en Barcelona. "Por supuesto que no voy a dejar de ir a vivir allí por nada de lo que pasó ayer – por anteayer –", dice con rotundidad.

Comentarios