"Cuanto más conozcas la ciudad y sus tradiciones mejor harás tu labor profesional"

"La seña de identidad de este Lugo es el afán competitivo que tiene desde la humildad"

Jaime Ramos, segundo entrenador del Lugo, repasa la trayectoria del equipo y su prolífica carrera deportiva como preparador y jugador, en la que llegó a jugar contra Alvite o compartió vestuario con Seoane
Jaime Ramos, en Plaza de España
photo_camera Jaime Ramos, en Plaza de España

Jaime Ramos no pasa desapercibido. No lo hace por su aspecto físico, por su figura desgarbada, por su melena larga y de cuidado desaliño. Jaime Ramos no pasa desapercibido por su palabra, por su conversación pausada, por su argumentación didáctica y por su predicamento inteligente y magnético. El segundo entrenador del Lugo habla con la propiedad de un tipo diferente, de alguien que ha desterrado el tópico a través de la experiencia, de la lectura y de la preparación en un espacio, el futbolístico, que ha ganado enteros en la ciudad amurallada.

El equipo está en un gran momento de juego y resultados, ¿Era algo previsto en el mes de agosto?
A principio de temporada no prevés dónde puedes estar a dos meses vista. Sí que intentas planificar el microciclo. Muchas veces el rendimiento del equipo y los resultados van disociados. La competición es muy distinta al trabajo diario. No puedes saber cuál es el rendimiento de un jugador cuando viene de una racha de perder cuatro o cinco partidos, ha fallado un penalti o lleva una mala racha goleadora. Eso es muy difícil de prever y de controlar. Cuando llegas a un equipo intentas aportar toda tu ilusión, sabiduría y experiencia para tener atado todo y que dejemos al azar solo las mínimas cosas posibles.

Relación con Francisco "Cuando coincidimos en el Almería como jugadores tuvo un trato especial conmigo. Congeniamos bien"


El grupo parece haber interiorizado lo que el cuerpo técnico demandada, ¿Es así?
El grupo está por encima de cualquier otra consideración. Tu idea de fútbol tiene que coincidir con la idea del grupo. Te tienes que adaptar, dentro de tu idea como entrenador, a los jugadores. Aquí se viene de un modelo de juego de varios años y sería un error cambiarlo de la noche a la mañana. En ese modelo de juego hay cosas muy aprovechables y luego intentas aportar tus matices. Cuando existe esa fusión existe el éxito.

¿Qué idea de este cuerpo técnico ha cuajado en el Lugo?
Francisco siempre intenta impregnar a sus equipos de mucha intensidad, de ser muy competitivos desde la más absoluta humildad, aunque pueda parecer contradictorio. Si este grupo tiene una característica es el afán competitivo que tiene. Ha habido muchos partidos que hemos ganado al final. Eso no es producto de la suerte, sino que es consecuencia de la asimilación de un estilo muy competitivo y muy perseverante.

Cuando usted llegó al Almería como jugador en 2003, ¿Pensaba que su relación profesional con Francisco daría tantos pasos?
El fútbol es impredecible. Recuerdo que cuando llegué allí desde el Murcia, Francisco es de los que mejor me acogió. Siempre tuvo un trato especial conmigo, fue el encargado en introducirme en el conocimiento de la ciudad, del equipo y la idiosincrasia del club. Congeniamos bien.

¿Hablaron ya de formar un cuerpo técnico en aquel momento?
No hablamos de ser entrenadores en aquel momento. Él era mucho más joven que yo. Tenía un futuro por delante, como así fue, porque tuvo una gran trayectoria. Él estaba centrado en intentar mejorar para conseguir unas metas que luego consiguió. Yo llegué con 30 o 31 años, venía de una etapa no muy buena en Murcia y era una forma de reivindicarme.

Paso a entrenador "La labor de entrenador es lo más parecido a ser un jugador pero sin serlo"


Desde 2006, cuando salió del Almería, hasta 2013 no coincidieron, ¿Cómo pensó Francisco en usted para ser su ayudante?
Cuando me retiré en el Coslada con 39 años me había sacado mis títulos de entrenador. Empecé con la escuela de Afe y una tarde, cuando Javi Gracia renunció después del ascenso a Primera, el presidente del Almería le dio a Francisco, que había sido técnico del filial, la oportunidad de coger el primer equipo. En ese momento él me llamó para ser su segundo entrenador. Es algo que le agradeceré eternamente. Me comentó que si quería formar parte del cuerpo técnico. Me dijo que me tomara unos días, que me lo pensara, y le dije que no tenía nada que pensar. Al día siguiente estaba por la mañana en Almería planificando y diseñando lo que iba a ser la pretemporada del equipo.

¿Hubo vértigo ante ese reto?
Fue algo inesperado y muy bonito. Éramos jóvenes, con un entusiasmo tremendo y con la oportunidad de entrenar en Primera División. Era un desafío muy grande. El primer año salió muy bien, superando muchas adversidades porque sabíamos en qué club estábamos. Con trabajo y dedicación pudimos superar las carencias que podíamos tener, porque no nos habíamos formado casi como entrenadores.

¿Fue natural el paso de jugador a entrenador?
La labor de entrenador es lo más parecido a ser jugador pero sin serlo. Biológicamente se cumple un ciclo en tu vida, pero la vocación se mantiene y siempre tienes esa llama interior. Tuve un entrenador en mi etapa final de jugador en el Alzira, Robert Fernández, que es el actual secretario técnico del Barcelona, y decía que un jugador de fútbol cuando se retira tiene que realizar su propia travesía del desierto y al final, cuando tienes que dejar la profesión que ha sido tu vida, esa transición se endulza un poco siendo entrenador.

Tipo de jugador "Era un futbolista trabajador, más físico que técnico y con cierto predicamento en los vestuarios"

Usted fue un jugador con una trayectoria de 17 años entre Segunda B, Segunda y Primera, ¿Qué clase de futbolista era?
Era un futbolista trabajador, más físico que técnico y con cierto predicamento en los vestuarios. Demandaron de mí, por mi forma de ser, que tenía que hacer valer la jerarquía de la experiencia. Jugué más de 300 partidos en Segunda. Creo que mantuve una seña de identidad que era la perseverancia, el esfuerzo, el sacrificio... En mi caso no fui un virtuoso del balón, con grandes condiciones técnicas, pero sí era muy constante.

Llegó a jugar con el Getafe contra el Lugo de Alvite en 1993. Quién le diría que hoy comparten banda...
En este fútbol de un constante ida y vuelta, el que ayer era tu adversario hoy es tu compañero. En el fútbol formamos todos una gran comunidad. El de Alvite y yo puede ser un caso un tanto extremo, pero no es algo excepcional. Entonces yo tenía 19 o 20 años y el Lugo había estado el año anterior en Segunda División y era una referencia entonces, era un equipo puntero.

También coincidió con Seoane en el Écija, un equipo en el que también estaba Nolito. ¿Es difícil corregir a jugadores cuando usted ha sido un profesional reconocido en ese puesto?
Con Fernando (Seoane) coincidí en el Écija, por lo que le conozco desde hace diez o doce años. A Ramón (Azeez) lo tuve en el Almería y a Carlos (Pita) lo conozco de su trayectoria y es un jugador diferente, de una gran calidad, de esos a los que les he tenido admiración. Hay que corregirlos poco. Todos los mediocentros del equipo atesoran calidad, esfuerzo, sacrificio, una buena condición física y gran orden táctico. Siempre hay que hacerles pequeñas correcciones, pero son las mínimas.

Llegó a jugar en Primera con el Villarreal, un club al que lo llevó Joaquín Caparrós...
Caparrós es el que hace una apuesta por mí y el que hace que yo destaque. Le estoy muy agradecido por ello. También disfruté del año siguiente, con jugadores como Guillermo Amor, Martín Palermo, Barros Schelotto, Javi Gracia, Jorge López... Fueron momentos inolvidables.

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