A autoestima

Cristina Raya Cando PODRÍAMOS decir sin miedo a equivocarnos que uno de los principales motivos para acudir a la consulta psicológica, de manera directa o indirecta, es la autoestima, la cual juega un papel fundamental en la vida de cualquier persona pero, ¿qué entendemos por autoestima?

La autoestima es el concepto que tenemos de nuestra valía y se basa en todos aquellos pensamientos, sentimientos, sensaciones y experiencias que sobre nosotros mismos hemos ido recogiendo durante nuestra vida; creemos que somos listos o tontos; nos sentimos antipáticos o graciosos; nos gustamos o no. Los millares de impresiones, evaluaciones y experiencias reunidas en un sentimiento positivo hacia nosotros mismos o, por el contrario, en un sentimiento de no ser lo que esperábamos.

Todos necesitamos tener autoestima, independientemente de nuestro sexo, edad, cultura, trabajo y objetivos, ya que esta afecta prácticamente a todas las facetas de nuestra vida.

Baste decir que muchas investigaciones psicológicas rigurosas indican que si no se satisface esta necesidad de autovaloración, tampoco pueden satisfacerse otras necesidades más expansivas como la creatividad, los logros personales…

Los psicólogos somos especialistas capacitados para orientar, diagnosticar, prevenir e intervenir en las tres dimensiones de los procesos mentales: cognitiva (pensamientos), afectiva (emociones) y comportamental (conductas) y para ello, contamos con técnicas, recursos y estrategias para fomentar, desarrollar y elaborar junto al paciente, en este caso, una autoestima adecuada.

Incluso no es de extrañar que algunos pacientes lleguen a consulta preguntando si es normal que se sientan así o si hay más gente que le suceda lo mismo y la respuesta es sí. Y es que a lo largo de la historia se han dado numerosas definiciones sobre este concepto y entre ellas suele aparecer la palabra «evaluación», es decir, se realiza una comparación entre la imagen que se ha ido formando uno de sí mismo con la imagen ideal que a esa persona le gustaría ser.

Por otro lado, también podemos hablar de los dos extremos de la misma cuerda, la baja autoestima y de falsa autoestima. Es decir, hay personas que suelen presentar alguno de los problemas asociados al déficit de autoestima y que a simple vista parecen poseer un nivel alto de esta, pues si los observamos se muestran excesivamente agresivos, arrogantes y fanfarrones y en el otro extremo, ¿quién no ha escuchado alguna vez, «esta persona tiene la autoestima muy baja»? En este caso, debemos fijarnos qué comportamientos presentan las personas en distintos contextos y que actitud adoptan ante los mismos. Por ejemplo, algunas características que definen a las personas con baja autoestima serían que, son extremadamente críticos con ellos mismos y con los demás, además de ser exigentes y de evaluar y analizar continuamente cada gesto, cada acto, cada pensamiento que tienen, ya que la información que reciben la comparan con el modelo ideal que se han ido formando a lo largo de su vida. Además son muy perfeccionistas con todo lo que emprenden «todo debe estar muy bien hecho, si no es así, no tiene valor alguno», este tipo de pensamientos suele generar altos niveles de ansiedad que se manifiestan con pensamientos negativos automáticos que acaban interfiriendo a la hora de ejecutar la tarea. De ahí la importancia de realizar una evaluación correcta por parte de un especialista para poder modificar o ajustar esa imagen que tienen de sí mismos con una más realista y funcional evitando así dichos pensamientos.

Otras de las características de las personas con una baja autoestima es que suelen presentar un temor excesivo a la hora de cometer errores, miedo que en algunos casos puede conllevar la evitación de la situación, pues son muy sensibles a la crítica, necesitando la aprobación continua de los demás, es decir, confían poco en sus capacidades y en sus decisiones por lo que necesitan la opinión de otras personas que les reconozcan cómo están haciendo las cosas.

Es en esos casos donde los psicólogos tenemos un papel fundamental ya que, una buena autoestima permite a las personas enfrentarse a la vida con mayor confianza y optimismo y por consiguiente alcanzar más fácilmente sus objetivos y autorrealizarse.

Y… ¿Cómo se desarrolla la autoestima? Pues el primer concepto del yo se forma en las primeras etapas de la vida, y prácticamente se basa sólo en las reacciones de los demás con el niño, la sensación de bienestar y de valor procedente del hecho de ser aceptado y amado, ya que su desarrollo posterior se construirá sobre estos cimientos. Una vez pasada la primera infancia, el niño amplía su experiencia del mundo fuera de la familia; se relaciona con otros niños, parientes, vecinos… durante esta etapa el niño va perfeccionando sus capacidades mentales y perceptivas y comienza a valorar las reacciones hacia su persona. El niño, por lo tanto se presenta en la adolescencia con la opinión y el sentido de la propia valía que se haya adquirido en la infancia y es en esta etapa donde se añadirán muchas impresiones que formarán un nuevo sentido de la propia valía y mucho más personal.

Si esa valoración de sí mismo es negativa, esa imagen puede servirle de base para su autoestima durante el resto de su vida; la madurez servirá para ponerla al día continuamente, pero si la base, los cimientos, son inseguros, el desarrollo de la propia imagen será deficiente.

Es por todo ello, que la autoestima es un constructo de gran interés clínico, que se trabaja en consulta pues se asocia a cuadros como por ejemplo la depresión, los trastornos alimentarios, la ansiedad y la fobia social entre otros.

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