A mi hermano Manuel Rodríguez Sánchez, ‘Lelín’

"Cuando la pena nos alcanza, por un hermano perdido, cuando el adiós dolorido busca en la Fe su esperanza. Cuando, Señor, resucitaste, todos vencimos contigo, nos regalaste la vida, como en Betania al amigo. Si caminamos a tu lado, no va a faltar tu amor, porque muriendo vivimos, vida más clara y mejor". Cesáreo Gabaráin Aruzmendi, La muerte no es el final.

Querido hermano Lelín, te has ido con la entereza y humildad que te caracterizó toda la vida. En tus últimos meses la enfermedad no te ha dejado disfrutar de la vida, e incluso así la sonrisa afloraba en tu rostro con facilidad, sobre todo cuando hablabas de tus sobrinos José, Juan Carlos y Roberto, y esta sonrisa se acrecentaba cuando nos referíamos a tus sobrinos nietos María y Carlos.

Siempre fuiste un hombre muy familiar, recuerdo con especial cariño los fines de semana que pasábamos en Quiroga, ayudando a nuestros padres en las tareas del campo, mientras tú paseabas con los tres sobrinos enseñándoles a respetar la naturaleza. También recuerdo las misas celebradas en el comedor de la casa, acompañado de familiares y vecinos, ¡qué maravilloso era todo aquello!

Fuiste un magnífico estudiante, con una memoria prodigiosa. En una ocasión nos dijiste que solo habías suspendido un examen en tu vida, y que ese suspenso fue el examen práctico del permiso de conducir. Incluso un profesor te llegó a decir en la Universidad de Salamanca ¡usted a qué viene, si está más preparado que yo!

Quiero recordar a las personas que más se dedicaron a tus cuidados en los últimos meses, a tu cuñada Mary, mi querida esposa, que siempre sintió un gran cariño por ti y te cuidó con gran dedicación y entrega, de la que decías durante tu estancia en el Hula que era la que mejor cuidaba a los enfermos y a nuestra hermana Marisa que también se dedicó a cuidarte con entusiasmo y entrega. A mí se me caía el alma a los pies al ver cómo día a día empeoraba tu salud y no perdías la ilusión de volver a casa, pese a que la enfermedad avanzaba inexorablemente.

Aprovecho la ocasión para dar las gracias al personal del Hula de oncología y cuidados paliativos, a los doctores Gegúndez y Pulpeiro, a las doctoras Campos y Goás y otros de los que no recuerdo sus nombres. También a los equipos de enfermería, auxiliares, celadores y personal de limpieza, vuestro trato fue siempre exquisito, seguid así.

Mi querido hermano ‘Lelín’, allá donde estés, nuestros corazones estarán contigo.

Tu hermano, José Ramón

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