Faltou sinceridade

DURANTE EL ÚLTIMO pleno del año en la Diputación de Lugo, el gobierno provincial hizo llegar a los periodistas que cubrían la sesión una decena de cartas de enfermos de cáncer o familiares de pacientes que tuvieron que ser tratados en el hospital de A Coruña. El propio presidente de la institución puso voz a una de esas misivas, justo antes de que se sometiese a votación la moción que había presentado el grupo socialista para reclamar la implantación inmediata de los servicios pendientes en el Hula, la reprobación de los diputados lucenses del PP en el Parlamento de Galicia y la dimisión de la conselleira de Sanidade. Los escritos recogen el testimonio de personas que tuvieron que sufrir la carencia de esas prestaciones sanitarias en su provincia. Gente que, a mayores de los durísimos tratamientos para hacer frente a la enfermedad, tuvo que recorrer en su estado miles de kilómetros para recibir esa atención médica.

Su historia, a grandes rasgos, no es muy diferente a la de cientos y cientos de lucenses que tuvieron que realizar esa misma ruta en los últimos años. Seguramente, en Lugo ya no quedan muchas familias que hayan logrado esquivar esa temible enfermedad. El cáncer está presente en nuestras vidas. Algunos lo hemos sentido muy cerca, otros lo han visto en la distancia, pero saben perfectamente de lo que estamos hablando. No hay nadie a estas alturas que no conozca sus devastadores efectos. La crueldad con la que zarandea a las personas que lo padecen y la angustia que infunde en todos a aquellos que están a su alrededor. Sólo su nombre acojona. Por eso, quizás, el testimonio de aquellos que tomaron la decisión de poner por escrito sus padecimientos tiene un valor especial. Aunque sólo sea por la decisión de alzar la voz en un lugar en el que estamos demasiado acostumbrados a callar. A ir tirando.

Mi padre ya no puede contar su historia. Durante algo más de dos años luchó a brazo partido contra «el bicho». Llamaba así a su enfermedad, porque nunca perdió el humor. Se enfrentó a ella con arrojo, pero era una pelea que no podía ganar. En todo ese tiempo, los que estábamos a su alrededor nunca lo escuchamos quejarse. Se mantuvo activo prácticamente hasta el final. No sabía estarse quieto. Podíamos intuir lo mal que se encontraba cuando los ciclos combinados de quimio y radioterapia lo dejaban baldado, totalmente rendido. Sólo entonces era capaz de permanecer sentado durante más de una hora. Nunca cuestionó en voz alta su suerte. Tampoco pronunció ningún lamento cuando un día tras otro se subía a su coche para trasladarse al hospital oncológico de A Coruña. Conocía bien el camino. Sólo un año antes había realizado decenas de veces el mismo recorrido para acompañar a mi madre.

El gobierno bipartito de la Diputación de Lugo sacó adelante el pasado martes una moción que los populares no podían apoyar. Lo dijo el propio Fernando Pensado. Reprobar a los diputados lucenses y exigir la dimisión de la conselleira era pedir demasiado. Reconoció, en todo caso, que «es posible que faltase diálogo» en la tramitación de la Iniciativa Legislativa Popular (ILP) para la implantación de los servicios pendientes en el Hula. Incluso, afirmó que su partido pudo haber hecho algo más de «pedagogía» con este tema.

Casi tres años después de la inauguración del nuevo hospital, se puede decir que si algo ha faltado por parte de que quienes tienen que tomar la decisión de poner a funcionar esos servicios ha sido sinceridad. Posiblemente, también pedagogía y diálogo, pero sobre todo se ha echado en falta franqueza a la hora de dirigirse a la ciudadanía. Los populares de Lugo aseguran que la implantación de Radioterapia y Medicina Nuclear no se demorará «ni un día más» de los dieciocho meses fijados ahora por el gobierno gallego. Posiblemente será así, pero con tantos años de retraso siempre quedará la duda de si lo hicieron por iniciativa propia o por la presión social y el indiscutible coste político de sus decisiones. También si socialistas y nacionalistas, de gobernar en las circunstancias actuales, hubiesen actuado mejor.

Se lo deberían recordar los suyos

CONVOCAR UN pleno el mismo día en el que se celebra la última sesión del año en la Diputación es actuar de mala fe. El alcalde de Antas volvió a hacerlo. La portavoz socialista en ese municipio es también diputada de Economía. García Porto tenía que estar en la institución provincial para debatir sobre las alegaciones al presupuesto y sobre el plan estratégico de subvenciones. El regidor local lo sabía, o debería saberlo. También tiene que conocer la existencia de un supuesto acuerdo entre partidos para evitar esas situaciones. Si se le olvidó, alguien de los suyos debería recordárselo.

Comentarios