Cosas que no creeríais

Rozas y Castiñeira, a la entrada de un pleno, hace unos meses (Foto: J. Vázquez)
photo_camera Rozas y Castiñeira, a la entrada de un pleno, hace unos meses (Foto: J. Vázquez)

EN EL CONCELLO de Lugo he visto cosas que no creeríais . La última, esta semana. Algunas de las calles y espacios más céntricos y emblemáticos, como el parque Rosalía de Castro, se fueron llenando de pintadas en las últimas semanas. Algunas buenas -mi preferida es «El peor enemigo de un gobierno corrupto es un pueblo culto»- y todas con la firma de Los Edukadores, emulando a los rebeldes anticapitalistas de la película alemana del mismo nombre. El problema es que Los Edukadores se olvidan de que la educación empieza por respetar lo que es de todos y de que parte de su dinero y del nuestro tendrá que ir a borrar las frasecitas con las que intentan agitar conciencias. Cuando el Concello tenga a bien. Porque no parece una cosa que le preocupe demasiado. A través de su gabinete de comunicación, el gobierno local explicó que el mobiliario público se limpia en cuanto se puede y que en las fachadas privadas se suele actuar una vez que la propiedad lo solicita, para evitar posibles reclamaciones por daños o porque no guste cómo queda la pared. Y no digo yo que no haya cosas más serias y urgentes que atender, pero que, tras una inversión de unos dos millones de euros en el Parque -el más céntrico y antiguo de la ciudad, no olvidemos-, este esté lleno de pintadas (algunas llevan ahí semanas) y que nadie tome cartas en el asunto es llamativo. Por decirlo con suavidad. La Policía Local informó ayer de que no lleva a cabo más vigilancia que la ordinaria ni ningún tipo de investigación para dar con los autores de acciones que no son otra cosa que vandalismo. En algunos casos, contra bienes municipales, insisto. En el Concello hay quien cree que este es un asunto que compete a la Policía Nacional, un cuerpo que ayer no pudo confirmarlo. Llamativo, también.

Golpe en la mesa del PP tras dos años estirando la cuerda

Pero si algo sucedió esta semana en el Concello que parecía difícil de ver fue el golpe en la mesa del popular Enrique Rozas, un concejal que lleva el PP en la sangre, al jefe de filas, Jaime Castiñeira. La relación entre ambos se estropeó en el minuto uno del actual mandato municipal, cuando Castiñeira dejó sin dedicación a Rozas, que es funcionario del Ministerio de Defensa, para repartirla entre otros concejales que en aquel momento tenían menos seguridad laboral, y fue in crescendo hasta la ruptura total. Tanto estiró la cuerda Castiñeira -hay quien cree que motivos no le faltaban, pero el resultado demuestra que no era la forma- que acabó por convertir en víctima a un edil que dijo basta -previo aviso al jefe provincial, José Manuel Barreiro- cuando Castiñeira decidió que el representante del PP en el consejo de administración del CD Lugo iba a ser Juan Carlos Plaza, que lleva el área económica en su grupo, en vez de Rozas, responsable de deportes y con una trayectoria a sus espaldas en gestión deportiva. Rozas asegura que se enteró extraoficialmente y Castiñeira sostiene que tuvo la misma información que el resto de compañeros, pero el caso es que el asunto saltó por los aires en el pleno, cuando el edil abandonó el salón para evitar votar sobre esa cuestión.

Y a partir de ahí Castiñeira llamó «desleal» y «verdugo» a Rozas y al presidente provincial, que durante meses estuvo esquivando este asunto, no le quedó más remedio que intervenir. A su manera. Barreiro se colocó tan de perfil que no dejó en muy buen lugar a Castiñeira. «Los personalismos no tienen cabida, ni en un sentido ni en otro», dijo, aunque a la vez pidió a Rozas -una persona que «ha acreditado siempre su compromiso con el PP», dijo- que si tiene una discrepancia debe someterla a debate. Algo que Rozas lleva intentando desde hace meses, sin mucha oportunidad para ello. La falta de comunicación con el grupo se evidenció el Día Internacional contra la Violencia de Género, cuando no le informaron de que el PP no iba a ir al acto organizado por el Concello, por lo que él asistió.

Alto el fuego para centrarse en lo que importa: oposición y elecciones

Este jueves, Barreiro citó a los dos y los cuchillos volaron, aunque la reunión terminó con el compromiso de un alto el fuego. Ayer por la mañana, Castiñeira llamaba a Rozas por teléfono para informarle de los actos a los que debía acudir el fin de semana en representación del PP, algo que hace mucho que no ocurría. Aunque Rozas solía acudir igualmente, porque una cualidad que ni sus detractores discuten es su dedicación y su afabilidad, aptitudes que son imprescindibles en la política, y más en la local.

El problema de Rozas, coinciden quienes han compartido labor con él, es su dificultad para trabajar en equipo. Y si a eso se suma un portavoz que no va sobrado de mano izquierda, la combinación es explosiva. Habrá que ver si ese alto el fuego es duradero y el PP puede centrarse en la labor de oposición y en preparar el próximo asalto a la alcaldía, cuestiones que preocupan a muchos militantes. La posibilidad de una candidatura independiente, formada por ciudadanos cabreados, daría al traste con la mayoría absoluta del PP. Y en esa candidatura hay quien ve al propio Rozas, aunque no parece fácil que deje el partido.

A la militancia le preocupa también el papel del líder. El hecho de que Castiñeira comparta la portavocía municipal con el Parlamento no gusta a muchos, y más en una época en que es difícil sacar rendimiento para la ciudad de la presencia en la Cámara y del día a día con el presidente y los conselleiros. Muchos militantes quieren un candidato cuyo único objetivo sea conseguir la alcaldía. Y ahora mismo, el único para ese papel es Castiñeira. Porque no hay muchas más opciones y porque las que podría haber están a otra cosa.

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