El último adiós en el medio de la nada

Los curas que ofician los entierros destacan el dolor y la soledad de los familiares durante el acto, al que solo acuden los más cercanos
Uno de los curas del Hula, en un entierro en San Froilán. XESÚS PONTE
photo_camera Uno de los curas del Hula, en un entierro en San Froilán. XESÚS PONTE

"Isto é moi duro, moi duro, moi duro. É moi duro falecer así e non poder despedirse sen ese calor humano. Sen que os familiares poidan recibir nin bicos, nin apertas nin siquera apretóns de mans das súas persoas máis próximas neses momentos tan difíciles. Nos máis de 40 anos meus de cura, nunca vivín unha situación así", explica uno de los capellanes del Hula, que este sábado ofició un entierro en el cementerio de San Froilán y prefiere optar por el anonimato.

Morirse durante las fechas que dure el estado de alarma supone un entierro prácticamente en soledad, sin funeral y con la única compañía de los seres más próximos que, en la mayoría de los casos, suelen ser los hijos. "Hai moita soidade, o que unha dor engadida á que xa sofre a familia. Non poder velar o seu ser querido, nin despedirse máis que na intimidade... Faise todo moi frío con estes protocolos marcados polo Goberno para evitar a propagación do virus", comenta.

Solo veinte personas pueden acudir al entierro. Sin embargo, suelen asistir tan solo los familiares más próximos como los hijos

El papel del cura, en estos casos, es crucial ya que, además de oficiar la ceremonia, se convierte en un apoyo moral y social para la familia. "Como sacerdote, trato de chorar, animalos e darlles esperanza. A oración tamén axuda nestes momentos de desconsolo. Estamos pasando por un calvario pero sempre haberá unha pascua de resurrección", afirma.

Este cura se aprovisionó de guantes y mascarilla y así se presenta en los entierros que le tocó oficiar estos tiempos. "Hai que tomar todo tipo de precaucións. Os familiares tamén levan guantes e mascarilla e o persoal da funeraria por suposto tamén. No velatorio, só deixan estar oito persoas. No enterro, algunha máis, ata vinte pero, xeralmente, polo que eu vin, van os fillos e ninguén máis. Así que, na maioría dos casos, aínda hai menos xente", comenta.

Esta sensación de soledad también la viven los enfermos ingresados por coronavirus en el Hula, a los que los capellanes tampoco pueden visitar, debido a las condiciones de aislamiento. "Os pacientes están moi sós. A verdade é que o hospital parece un deserto", indica este capellán.

Los capellanes del Hula no disponen todavía de mascarilla y tampoco pueden visitar a los enfermos al estar aislados

Su compañero en el Hula, Nicolás Susena, también tuvo que oficiar varios entierros estas dos últimas semanas. Aunque los fallecidos no se hubiesen infectado de coronavirus, el protocolo es el mismo. La soledad siempre está presente y el aforo de los entierros es muy limitado. "Chegas alí e todos fan amago de querer saudarse e non poden. Como cura, tentas estar o máis achegado posible á familia para apoiala. É moi triste quedar na casa para dar o pésame e tamén, por parte da familia do finado, non ter a cercanía da xente que te quere", asegura Nicolás Susena, que tuvo que oficiar varios entierros en las parroquias que lleva como sacerdote.

En ninguno de ellos, en cambio, este cura se aprovisionó ni de guantes, ni de mascarilla. Algo que, pese a la situación, todavía le parece "un pouco raro" siendo el sacerdote que oficia la ceremonia. "Canta máis prevención, mellor, pero eu teño que dicir que, de momento, non levei a ningún enterro nin mascarilla, nin guantes. Aínda se me fai un pouco raro. Tamén é verdade que no Hula non nos deron mascarilla aos capeláns", indica Nicolás Susena.

PROTOCOLO. El DOG publicó el pasado jueves el protocolo a seguir en los tanatorios y en los entierros con todo tipo de cadáveres, tanto los fallecidos por coronavirus como por otras causas. Dichas normas entraron en vigor ese mismo día en Galicia. Esta normativa impide también realizar tanatopraxia y obliga a lavarse las manos al acceder a las instalaciones funerarias, al igual que tras la utilización del libro de pésame o de firmas.

Las autoridades sanitarias ratifican también la posibilidad de llevar a cabo entierros e incineraciones exprés (es decir, sin la necesidad de respetar un período mínimo de un día desde el momento del fallecimiento).