Tomás Notario Vacas: "Tuve que superar la adversidad varias veces, lo que determinó mi vida en estos 93 años"

A sus 93 años, acaba de escribir las memorias de su vida, que pretende compendiar en dos libros con un total de 500 páginas
Tomás Notario Vacas, en el salón de su casa. XESÚS PONTE
photo_camera Tomás Notario Vacas, en el salón de su casa. XESÚS PONTE

Hijo de la emigración en Argentina y de origen salmantino, a este hombre nunca se le había pasado por la cabeza que acabaría asentándose en Lugo, donde llegó a ser alcalde dos veces con veinte años de diferencia

Conserva una capacidad asombrosa de recordar hechos y datos que muy pocos tienen a sus 93 años y que muy pronto se verá, en formato editorial, en dos libros. Uno, que ya tiene título, ¿Dónde nace una vida?, centrado en rememorar su propia autobiografía, desde que nació en Córdoba, Argentina, hasta su último mandato municipal, en 1995. Y otro, del que todavía no quiere adelantar el título, en el que cuenta exclusivamente uno de los episodios más duros que le tocó vivir y que acabó con su carrera política: su paso por el juzgado tras ser acusado de un delito de cohecho, del que salió absuelto y de lo que se siente víctima. El primero tiene 350 páginas; el segundo, 150.

Sorprende el título de su libro autobiográfico, planteándose la pregunta ¿Dónde nace una vida?.¿Hasta dónde quiere llegar?
El título es una pregunta que lleva también, de subtítulo, una respuesta, que yo mismo doy y que resume bastante lo que ha sido mi vida: "Una vida nace cada día superando la adversidad".

¿Tan mal le fue?
Mal no es la palabra pero sí que tuve que superar la adversidad varias veces, yo y mis padres, lo que también fue determinando mi vida en estos 93 años y ya desde antes de mi nacimiento.

Cuéntenos, ¿qué les pasó a sus padres para que se viesen azotados por la adversidad?

Para empezar, ahora que se habla tanto del feminismo, le diré que mi madre ya ejerció de feminista en su época. Yo nací en 1926 en Córdoba, Argentina, a donde mis progenitores emigraron fundamentalmente porque mi abuelo no le dejaba a mi madre casarse con mi padre. En aquel entonces, la mujer necesitaba el permiso paterno para casarse y si no lo obtenía, solo podía contraer matrimonio si se iba a vivir a una casa ajena durante un mínimo de cuatro meses. Tras ese tiempo, podrían casarse ante un juez. Hacer eso en el pueblo, Vilvestre, en Salamanca, era complicado. ¿Cómo iban a vivir allí con la oposición de los padres? Así que decidieron emigrar a un pueblo del interior de Brasil, donde no les fue muy bien, y de allí se fueron a Argentina, primero a Buenos Aires y después a Córdoba, donde nací. Pero aquello tampoco cuajó, por más adversidades, y retornaron a Buenos Aires, donde vivimos hasta que yo tenía 7 años y decidimos hacer un viaje a España por tres meses, pero del que nunca regresamos porque mis abuelos tenían remordimiento de conciencia y mis padres acabaron anulando el pasaje y empezando una nueva vida aquí.

Cuando llegué a Lugo, en 1960, pasaban todos los días ovejas, cerdos y vacas por la Ronda, que iban hacia el matadero

¿Qué recuerdos le quedan de su primera infancia en Buenos Aires?

Pocos, mi madre trabajaba en un taller de costura y mi padre, en un almacén de tejidos. Yo iba a una escuela pública mixta y poco más. Tengo más recuerdos del barco y de la travesía por el Atlántico, que duró veintiún días y en la que hubo varios temporales. Recuerdo que, aunque irían unos 300 pasajeros, acabamos conociéndonos todos y mis padres conocieron al capitán. Y eso sí que me quedó grabado: un día el capitán me dijo que tenía un hijo que era ingeniero de caminos, canales y puertos. Y, desde entonces, cuando me preguntaban qué iba a ser de mayor, yo siempre respondía como un papagayo: ingeniero de caminos, canales y puertos. Y, mire usted por dónde, fue lo que acabé siendo.

¿Cómo encontró España cuando llegó de Buenos Aires?

Fue un choque grande. Era el año 1933, en plena República. Y pasé de vivir en una gran ciudad a un pueblo muy pequeño, ubicado en Salamanca junto a la frontera portuguesa y bastante aislado en comunicaciones, que tenía luz pero carecía de muchos servicios elementales que ya habíamos conocido en Buenos Aires. Esa misma sensación la tuve cuando llegué a Lugo en el año 1960, con los pueblos de aquí. Allí, en Vilvestre, la escuela también era distinta, era segregada (no estábamos juntos los niños y las niñas como en Buenos Aires). Pero nos fuimos adaptando. Mis padres montaron un ultramarinos y almacén de tejidos y trabajaron duramente para que yo estudiase. Fui hijo único y tenían una mentalidad bastante abierta para entonces. Quizá no tuve hermanos porque querían estudiarme a mí y con más hijos no se lo podrían permitir.

En Bachillerato coincidí con José María Ruiz-Gallardón, padre de Alberto

¿Dónde lo pilló la guerra?

La guerra me afectó desde el primer momento porque retrasó el inicio de mis estudios de Bachillerato en Salamanca. Y allí, ya de interno en un colegio, padecí algunos bombardeos también. En el Bachillerato, coincidí con José María Ruiz-Gallardón, padre de Alberto, exministro de Justicia y también expresidente de la comunidad de Madrid.

¿Seguía teniendo tan claro que quería ser ingeniero de caminos?

Sí, por supuesto, me quedé siempre con esa idea y me marché a Madrid a estudiar. La escuela pertenecía al Ministerio de Obras Públicas con el fin de formar técnicos para el ministerio y el ingreso era muy difícil, era como una oposición. Yo estuve seis años preparándolo, tras suspender convocatoria tras convocatoria. Mientras tanto, empecé la carrera de Aparejador —que acabé después cuando ya estaba en Lugo— y también hice el primer curso de Ciencias Exactas. Eso era para aprovechar el tiempo y no verme aparcado mientras no entraba en Caminos.

¿Dónde empezó a trabajar?

En el Ini, Instituto Nacional de Industria, en Madrid. De allí, me mandaron a Pontevedra para empezar a construir la fábrica de celulosa Ence, en 1958. Allí fue donde conocí a mi mujer, Chicha, María Concepción Malvar González, con la que me casé en 1960, tras pedirme el INI que me marchase a unas obras que se iban a hacer en los Pirineos. Pero antes de irnos, cogimos el Seat 600 y nos fuimos a París, desde Pontevedra, en viaje de novios y pasando por Lugo y la carretera de Asturias, que no era carretera, era un camino lleno de baches. Baches de lo que, después, ya en Lugo me tocó hacer el proyecto para renovar el asfaltado de esa carretera y de otras. Me tocó renovarlas todas. Tan mal estaba la carretera que, al llegar a Luarca, me dejó de funcionar el coche. Pero lo peor fue lo que pasamos en el viaje de novios, donde volvió a aparecer la adversidad. Chicha se puso enferma y pasamos tres días muy mal en París. Tuvimos que dejar allí el 600 y coger un avión a Madrid, donde fue operada de urgencia.

La estación de autobuses y el puente nuevo fueron proyectos míos que me encargaba el Ayuntamiento

Tras pasar la operación, se fue a Pontevedra a hacer el posoperatoio con su familia y entonces yo, para estar cerca de ella, decidí pedir un destino en Galicia y dejar el proyecto de los Pirineos. Pregunté qué vacantes había y la que había era en Lugo porque los ingenieros que venían para aquí, se marchaban rápidamente. Lugo era un destino de tránsito. Pero a mí me interesaba y me vine a las oficinas de Obras Públicas. Inicialmente, mi idea también era esa, pasar un tiempo para después marcharme a Pontevedra, por eso me quedaba en el Méndez Núñez, pero fue al revés, acabó viniéndose Chicha, alquilamos un piso en la Ronda da Muralla al lado de Obras Públicas y, como en Galicia no salía otra vacante y empezamos a conocer gente, ya no nos movimos de aquí.

¿Cómo era aquel Lugo?

Era un Lugo muy rural. Todos los días, veíamos pasar desde nuestro piso, en la Ronda, ovejas, cerdos y vacas. Primero, pensábamos porque era día de feria, pero después nos dimos cuenta de que ese ganado iba para el matadero municipal, que estaba donde está ahora la sala Porta Miñá.

Pero se fueron acostumbrando...

Sí, empecé a hacer cosas interesantes como ingeniero de caminos. En 1963, el alcalde, García Siso, me llamó para hacer el proyecto de la estación de autobuses y lo acabé en 1965, lo que pasa es que cuando acabó el ministerio su construcción ya fue en 1973. Casualmente, mi proyecto fin de carrera fue el de otra estación de autobuses, pero en la zona norte de Madrid, que no se parecía en nada a esta.

¿Le encargaron más proyectos desde el Ayuntamiento?

Sí, varios. Como no había ingenieros en el Ayuntamiento, cualquier cosa me la encargaban a mí. También hice el del puente nuevo, que se inauguró en 1975.

¿Fue ahí dónde se le despertó el virus político?

No todavía, pude haber sido alcalde de Lugo en la época de Franco, cuando me propuso el gobernador civil, José Antonio Barrera Maseda, pero renuncié. En cambio, decidí presentarme en enero de 1976, después de morir Franco y salgo elegido y también fui procurador en Cortes en representación de los municipios de Lugo. Solo estuve año y medio, hasta 1977, y no cobraba sueldo como alcalde. Y me presenté entonces porque creí que antes me habían hecho un juego sucio.

El mandato entre 1991 y 1995 comenzó mal por una actuación del PP provincial innecesaria e inconveniente

Pero después no se presentó a las primeras elecciones democráticas. ¿Qué ocurrió?

Nunca me consideré un político profesional. Me gustaba ejercer mi carrera. En 1977, hubo elecciones generales a Cortes Constituyentes y yo me planteé presentarme pero, finalmente, no tuve esa posibilidad porque yo simpatizaba con José María de Areilza y su partido quedó finalmente absorbido por la UCD de Suárez.

¿Qué recuerda de aquel primer año y medio como alcalde?

Nunca me había imaginado que llegaría a ser alcalde de Lugo, ni mucho menos, pero ese tiempo fue muy fructífero. Había dieciocho concejales y nueve se enfrentaban contra otros nueve, pero eso se superó al final del mandato. Se hicieron muchas cosas: se construyeron la residencia de ancianos de As Gándaras en año y medio, que fue la primera de Lugo (la hizo el ministerio pero el solar era municipal), la cárcel de Bonxe, el colegio de A Piringalla (que, al principio, era un barracón), la guardería infantil de Fingoi (hoy Fingoi II), el polígono residencial de Fingoi y el edificio del Colegio Universitario que, para construirlo, tuvimos que suscribir un préstamo personal yo y el presidente de la Diputación por dos millones de pesetas, ya que no había dinero para seguir las obras. Finalmente, se nos condonó el pago del crédito tras la fusión de la Caja de Ahorros de La Coruña y Lugo con la de Pontevedra y Vigo. En ese tiempo, también se celebró el Bimilenario y se puso el águila en Santo Domingo y hubo la visita de los Reyes a Lugo.

¿Hubo polémica con el águila de Santo Domingo, no?

Sí, hubo dos águilas y ambas la hizo el escultor Santiago de Santiago. La primera no gustó porque tenía las alas cerradas y la gente comenzó a llamarla "o pombo", así que acabó en las cuestas del Parque. La segunda, ya con las alas abiertas, fue la que está en Santo Domingo. El Concello solo pagó los gastos de la fundición, el resto de los gastos los asumió el escultor.
Tomás Notario Vacas

Mucho trabajo para tan poco tiempo.  ¿Cómo consiguió hacer tantas cosas en solo año y medio?

A los pocos días de tomar posesión, me fui con un plan de necesidades a Madrid, a junto de Fraga, que era vicepresidente del Gobierno. Me dijo que le hiciese una copia por separado de cada proyecto porque quería enviar una copia a cada ministerio y también me dijo que le enviase una notificación todos los meses para ver cómo iban los proyectos. Lo malo es que cesó poco tiempo después.

¿Qué hizo después de este primer periodo como alcalde?

Seguir con mi trabajo como ingeniero de Obras Públicas. Era inspector general y revisaba proyectos también en Cantabria y el País Vasco. Y en Lugo hice también varios miradores como el de Mondoñedo, el de Portomarín u otro entre Ribadeo y Vegadeo. De hecho, Fraga me había dado, años antes, la Medalla de Oro de Mérito al Trabajo. Y ahora tengo dos: esa y la de la Ciudad de Lugo. Y también participé en la formación de varias empresas como la conservera Socovesa, una cerámica en Portomarín y la construcción del Gran Hotel que, una vez acabada la obra, acabamos vendiendo a un empresario de Ponferrada, que fue el que lo puso en marcha.

¿Cómo volvió a la política municipal quince años después?

Me pidió Fraga que me presentase por el PP y yo no podía fallarle a él, que me había concedido la Medalla de Oro al Mérito al Trabajo sin conocerme de nada. Gané las elecciones y fui alcalde entre 1991 y 1995, pero fue un mandato que comenzó mal por una actuación del PP provincial de entonces innecesaria e inconveniente: hacer coincidir las elecciones municipales con las de la Cámara de Comercio, lo que nos impidió sacar mayoría absoluta y nos llevó a pasar más de un año maniatados por la oposición, con lo cual eficaces solo fueron tres. Intenté llevar a cabo pactos de acuerdo para poder gobernar, pero fue difícil. El problema estaba en los tres concejales de la Cámara de Comercio que se presentaron al Ayuntamiento por la Converxencia Nacionalista Galega como respuesta a la presión que ejercía Cacharro en la Cámara. Los concejales eran el presidente de esta entidad, Mauricio Posada Veiga; Eduardo Núñez-Torrón y Julio Ulloa Vence. Algún día ellos me dijeron: "No tenemos nada contra ti, Notario. Lo que pasa es que las patadas en el culo de Cacharro te las llevas tú porque eres el que estás en el medio".

Tomás Notario Vacas. XESÚS PONTE+

"Me vi dos años y medio envuelto en un juicio sin fundamento que me hizo dejar la política"
¿Por qué quiere hacer una edición aparte con el juicio en el que se vio envuelto al finalizar su mandato como alcalde en 1995? 
Porque ese libro quiero que llegue a toda la gente posible, para que se sepan cosas que no conté relacionadas con ese episodio de mi vida. Un juicio sin fundamento que me hizo dejar totalmente la política y del que salí absuelto por la Audiencia Provincial.

¿Tan mal lo pasó?
Por supuesto. Llegué, incluso, a prohibir que entrasen periódicos en casa porque, cuando llegaba del Ayuntamiento, me encontraba a mi madre y a mi mujer llorando por todo este asunto. Todo esto me impedía llevar a cabo una acción plena como alcalde. Me acusaron de cohecho y se me intentó poner una trampa porque no había razones para llevarme al banquillo. Todo este proceso duró dos años y medio hasta que, por fin, salió la sentencia absolutoria.

¿No le quedaron ganas de volver, una vez absuelto?
No. ¿Cómo me iba a meter si tampoco lo necesitaba?

Sin embargo, su sustituto, Joaquín García Díez, sacó mayoría absoluta en las siguientes elecciones.
Sí, fue la única vez que el PP tuvo mayoría absoluta desde que marché yo. Quizá se deba a la herencia que le dejé a Joaquín, con mi gestión anterior al frente del Ayuntamiento de Lugo.

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