A Tinería, de barrio marginal a centro de reunión de jóvenes y adultos

Los procesos de rehabilitación llevados a cabo desde 2001 por la Xunta han provocado un cambio radical en la estética y ambiente de una zona con encanto

_EPE5946
photo_camera Pazo de Orbán. ARCHIVO

Las ocho de la tarde es la hora clave. Adultos que oscilan entre los treinta y los cincuenta años rondan las terrazas y locales de A Tinería para "tomarse la primera copa", cuenta José Luis, hostelero de la zona. También hay gente que se anima a tomar algo a media tarde o "incluso un vermú los sábados y domingos", pero la tónica general es otra. Con el tiempo, la calle Miño se ha convertido en la prolongación de los vinos, dándole vida a un barrio que parecía acabado.

Las fachadas y viviendas rehabilitadas combinan a la perfección con los modernos locales presentes en la zona. Son muchas las ciudades europeas que han reconvertido sus cascos históricos y antiguos barrios marginales en centros neurálgicos de la ciudad. La Xunta y los comerciantes de A Tinería llevan luchando muchos años para provocar este cambio y devolver al casco histórico la vida que, algún día, el ensanche le robó.

José Luis Fernández Díaz ha vivido la evolución del barrio. "Tú comparas cómo estaba esto hace veinte años y cómo está ahora y no te lo crees", asegura. Es también el caso de Manuel Fernández, gerente del Pazo de Orbán, que alaba lo mucho que ha mejorado la estética y ambiente de A Tinería. En su hotel se alojan turistas y visitantes que "buscan excelencia en el servicio y valoran la riqueza arquitectónica" del edificio. Las paredes blancas de la terraza contrastan con el verde de la vegetación, puesta a modo de decoración. "Los clientes vienen, toman algo y disfrutan del barrio".

La de José Luis también desprende paz y elegancia. Las pequeñas luces que cuelgan de las palmeras terminan por iluminar las mesas de madera en las que los clientes reposan sus consumiciones. Sin embargo, las restricciones sanitarias no le permiten explotar al máximo su local. Por el momento debe cerrar a la una de la madrugada, restando dos horas del servicio habitual. "Es la mejor hora", lamenta. El aforo limitado, sumado a la reticencia de algunos clientes por los interiores, disminuye notablemente los ingresos. "Voy facturando, pero tampoco es para dar palmas", sentencia el dueño de La Misión.

Comentarios