Quiroga: "Siempre dije que un político debería estar solo dos mandatos y eso fue lo que hice yo"

Quiso estar ocho años en el Concello y así fue. Como alcalde, levantó el que, dice, fue el primer auditorio de Galicia. Estos últimos años, como aparejador, gestó el diseño del nuevo, que sigue cerrado
Vicente Quiroga, exalcalde de Lugo. XESÚS PONTE
photo_camera Vicente Quiroga, exalcalde de Lugo. XESÚS PONTE

Tiene 79 años y, pese a un achaque que sufrió hace años, conserva una memoria prodigiosa, aunque bien es verdad que no hace gala de ella. En su momento, tuvo un pulso con el amigo con el que compartía peña, Francisco Cacharro Pardo, y acabó quitándole la alcaldía. Socialista durante la dictadura y del PP años después de su paso por el Concello, Vicente Quiroga fue un político que supo navegar en distintos mares y que, a día de hoy, opina que su mandato abrió el camino de la peatonalización en Lugo y de una ciudad más moderna.

¿El Vicente Quiroga de hoy tiene algo que ver con el alcalde que revolucionó Lugo con los aparcamiento subterráneos, entre 1983 y 1991?
¡Cómo no va a tener que ver! Todo lo que uno vive, queda ahí y mi etapa como alcalde de Lugo es algo que no se olvida.

Pero ahora llevará una vida un poquito más tranquila, ¿no? 
Bastante más tranquila. Estuvimos confinados en Lugo y allí estuvimos también durante la desescalada pero ahora, en verano, estamos en Fontán, Sada, donde tenemos casa.

¿Cómo es la vida de jubilado de Vicente Quiroga? 
Dedico bastante tiempo a jugar al golf. Volví con este deporte, después de dejarlo pero siempre me tiró el golf y, de hecho, fui uno de los creadores del Club de Golf de Lugo, allá en la década de los 90, con otra gente más con la que me reunía en el despacho del asesor Carlos Costas. Hasta hace poco tiempo, aún seguía trabajando. Pero ahora ya estoy jubilado y, como tal, me dedico a estar con mi familia, repasar mis recuerdos, pasear el perro de uno de mis hijos y jugar al golf.

"Ahora me dedico a estar con mi familia, repasar mis recuerdos, pasear el perro de uno de mis hijos y jugar al golf"

¿Echa de menos la alcaldía de Lugo a estas alturas? 
No. Siempre dije que un político debería estar solo dos mandatos. El primero, para tomar contacto, y el segundo, para llevar a cabo los proyectos. Y eso fue lo que hice yo. Estuve ocho años y listo.

¿Se arrepiente de algo que haya hecho como alcalde y que no haría ahora ni loco?
¡No creas que me arrepiento de nada! Cada uno tiene que asumir lo que hace en esta vida aunque también es verdad que siempre hay algo de lo que te arrepientes aunque no sea mucho. Perfecto no hay nadie.

¿En su vida personal tampoco? 
Tampoco. Tuve cuatro hijos y una mujer que me ayudó en todo, incluso en las campañas. Lo peor es que se murió uno de mis hijos con solo 39 años. Eso es duro para un padre porque, normalmente, es al revés, pero son cosas que pasan y no se pueden evitar.

¿Tiene curadas las heridas de una sentencia que lo condenó, ya fuera de la alcaldía, por falsedad en delito mercantil? 
Fue un disgusto grande que acabó en una cosa absurda dado que yo no iba a falsificar un documento mercantil cuando fui objeto de una estafa. Al final, fue una condena menor, en 1994, que no tuvo nada que ver con la política.

Aparcamientos subterráneos, parque de Frigsa, auditorio... ¿De qué se siente más orgulloso tras su etapa como alcalde de Lugo? 
La última obra que inauguré fue la estación depuradora de aguas residuales, que fue sustituida por la que hay ahora, que es mejor. Y estoy orgulloso de aquella estación, pese a que estuve diez años imputado por la Justicia porque Lugo vertía aguas residuales cuando, curiosamente, el primer alcalde que hizo una depuradora fui yo y gracias al conselleiro socialista de Obras Públicas de entonces, Antolín Sánchez Presedo, se hizo. Pero hubo más cosas de lo que estoy orgulloso. Por ejemplo, de sacar adelante el primer Plan General de Ordenación Urbana (PGOU), de los aparcamientos subterráneos, de todo lo que se hizo en la zona rural (que fue mucho), se crearon las casetas del pulpo tal y como están ahora, se remodeló la vieja cárcel, se puso en marcha la primera academia de policía y se hizo el parque de Frigsa y el auditorio. Compramos los terrenos del matadero, diecisiete hectáreas, a un precio razonable, 425 millones de pesetas y firmamos la escritura los veinticinco concejales de la corporación. Para mí fue un orgullo porque era el primer auditorio que se hacía en Galicia. Lo curioso es que, pasados los años, fui yo el aparejador del nuevo auditorio, tras ganar el concurso. Un edificio que, milagrosamente, todavía se conserva en buen estado gracias a los deshumidificadores, entre otras cosas, pero del que, hasta ahora, nadie se hizo cargo.

¿Y no ve eso como un desastre de gestión, caiga quien caiga? 
Es un desastre de gestión por parte de todos: tanto del Concello como de la Xunta. Soy amigo de la gente que está en el Ayuntamiento y tengo un gran respeto a Lara Méndez como se lo tuve también a José López Orozco, pero habría que hacer algo con el nuevo auditorio.

¿Puso usted la primera piedra del Lugo actual? 
Yo diría que sí. En mi etapa, se cambió la Praza Maior, que antes era Plaza de España. Orozco sacó los leones y yo, personalmente, prefería el proyecto del arquitecto Santiago Catalán. Tampoco estoy muy de acuerdo con que se haya quitado la matrona de la Praza de Avilés y se haya puesto allí una fuente. Hay otros sitios para fuentes en Lugo.

¿Por qué no se atrevió a ser el primero en peatonalizar Lugo? 
Peatonalizamos la Praza de Santa María, que estaba cubierta de coches. Alfredo Mosteirín, que era el concejal de Tráfico, fue quien se ocupó de esto. También quitamos los coches de la Rúa da Cruz, que aparcaban delante del antiguo Verruga, y de delante del Ayuntamiento. Hicimos obras en la Rúa da Raíña, donde pusimos una acera ancha con árboles y dejamos solo un carril de circulación. Y también reformamos San Froilán y Quiroga Ballesteros.

¿Fue usted el que trajo los magnolios a Lugo? 
Sí, eran para la Rúa da Raíña. Yo no quería poner tantos como se pusieron y alguno se puso también en otras calles. También dejé plantado el primer souto de castaños junto al Pabellón de Deportes para recuperar los que veía yo de joven, cuando vine para Lugo.

¿Levantó muchas ampollas cuando se propuso llenar la Rúa da Raíña de árboles?
Sí, alguien se encargó de que no nos suministrasen los tubos de fundición para las canalizaciones del agua y tampoco el hormigón para hacer las calles. Por eso, las obras se prolongaron bastante y los comerciantes se enfadaron con toda la razón.

¿Habría que peatonalizar la Ronda da Muralla? 
Antes de meternos con eso, tendríamos que hacer un estudio del tráfico de toda la ciudad porque una parte de la población vive dentro de murallas. La muralla es un cinturón de piedra que abraza la ciudad y eso complica las cosas. Hay que buscar una solución también que no acabe con el comercio del centro, dado que se ven muchos locales cerrados.

¿Cuántos puentes le faltan ahora mismo a Lugo? 
Le falta el que estaba en el PGOU que aprobamos nosotros y que sería un puente de acceso más directo. Agradezco que se hiciese el blanco. Creo que José Blanco fue, junto con mi bisabuelo, Quiroga Ballesteros, uno de los ministros a los que más le debe Lugo.

"Procuro no criticar a mis sucesores pues comprendo las dificultades. Si me piden consejo, lo doy. Todos tienen mi respeto"

¿Cómo se ve la política local como ciudadano de a pie? ¿Critica mucho las decisiones de la alcaldesa? 
Procuro no criticar a mis sucesores pues comprendo las dificultades. Si me piden consejo, lo doy. Todos tienen mi respeto.

¿Le pidieron consejo muchas veces los alcaldes? 
Opinión, digamos. Orozco nos invitaba por San Froilán a una pulpada a todos los exalcaldes y hablábamos de muchas cosas.

Hace unos años, lo vimos movilizado con la Federación de Asociaciones de Vecinos en la lucha por la hemodinámica 24 horas y la radioterapia en el Hula. ¿Le picaba el gusanillo de la política después de tantos años? 
Esas movilizaciones fueron una idea de Julio Méndez, que fue concejal conmigo, a las que se unieron después la federación vecinal y varios colegios profesionales. No era una cuestión política, era una cuestión ciudadana y de derechos de la ciudadanía. Los políticos eran los que tenían que dotar al Hula de esos servicios y no lo hicieron en su momento. Radioterapia se la debemos a Inditex y a Amancio Ortega.

¿Le volvieron a salir propuestas para regresar a la Alcaldía? 
Cuando lo dejé, recibí propuestas pero no solo para la Alcaldía, también para el Senado, el Congreso y la Xunta, pero no quise. En la política, se debe estar solo un tiempo para que no sea una profesión.

Carrera política

"Organicé la primera visita que hizo Felipe González a Lugo en la dictadura, aún como Isidoro"

¿Alguna vez pensó ser alcalde? 
Lo único que me gustaba era ser alcalde. Me lo propuso Cacharro. Éramos de la misma peña del bar. Antes, le había propuesto yo ser diputado por el PSOE en las primeras elecciones.

¿Y qué le contestó? 
Se lo pensó y fue por Coalición Democrática al Senado.

¿Ya le veía maneras de político? 
Era muy inteligente y le tiraba la política, tenía dotes.

Pero tuvo sus rifirrafes con él... 
Se rodeó de alguna gente no muy recomendable para enfrentarnos pero volvimos a ser amigos.

¿Qué los enfrentó? 
Accedí a la alcaldía con un partido propio, Independientes de Lugo, y con él en la lista. Cuatro años después, cuando quise repetir, me propuso ser diputado o ir al Senado porque él quería que no encabezase yo la lista de Alianza Popular (AP). Le dije que no, que quería ser alcalde otros cuatro años y que la lista la hacía yo y él iba de número 2, pero no aceptó y me presenté por Independientes. Al final, empatamos a nueve concejales con AP pero llegué a un acuerdo con el PSOE, al que se sumaron Coalición Galega y el PDP y seguí siendo alcalde. Más tarde, me pasé yo también a Coalición Galega y al PP, por la amistad con Fraga.

¿Era amigo de Xosé Luís Barreiro, el exvicepresidente de la Xunta? 
Sí y lo sigo siendo. Cándido Sánchez Castiñeiras, Adolfo Abel Vilela y yo lo convencimos para que presentase la moción de censura al presidente Fernández Albor.

¿También fue socialista? 
Sí, me afilié en 1966, en la dictadura, cuando estudiaba Aparejadores en Madrid y cuando la sede del PSOE estaba en Toulouse, Francia. Tenía como insignia un yunque y una pluma y recibía el periódico El Socialista, que nos mandaban envuelto en papel de seda y por avión. Cuando vine para Lugo, un amigo de O Incio —jefe de la guardia de Indalecio Prieto, ministro de la Segunda República— me presentó a socialistas como Epifanio Ramos. Entonces, para ser del PSOE, había que ser de UGT y yo no podía ser del sindicato porque era empresario y tenía más de cinco empleados. Al final, recurrí a Nicolás Redondo, que me envió una carta dando su autorización para ser de UGT. En Lugo, organicé, con Pepe Barreiro, la primera visita que hizo Felipe González —entonces, Isidoro— a Lugo, en el restaurante Galicia, en la Avenida da Coruña. Y doné los muebles para la sede del PSOE. También me ocupé del primer mitin proamnistía, en 1974.

¿Por qué no fue en las listas? 
Estaba en el PSOE como antifranquista, no como socialista. Pedí la baja en 1977 y me la dieron con dos condiciones: arreglar los locales electorales en un bajo junto a la gasolinera Martínez y que organizase el primer mitin de González en Lugo, en el Pabellón, donde nos comunicábamos con los responsables del orden público con walkie-talkies.

Le gusta ser recordado como... 
Como un hombre de Quiroga que vino a Lugo con 17 años e intentó después servir a los lucenses.

¿Cómo era el Lugo de entonces? 
Todos los autobuses paraban delante del Metropol y en Santo Domingo. Los guardias locales llevaban un casco blanco que era como una bacinilla y los del Parque, un uniforme verde con correas de cuero. Había barquilleros en la Praza Maior y en el parque Rosalía de Castro. Tenían un bombo y, según el número que saliese, te daban un barquillo o dos.

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