Más racistas de lo que pensamos

Las estadísticas dicen que Lugo es una de las provincias menos racistas de España. Sin embargo, todavía hay lucenses gitanos o de origen extranjero que sienten discriminación a diario: en el colegio, en el trabajo, en el acceso a una vivienda, con bajo o alto nivel educativo e incluso después de 45 años de residencia en la provincia

La provincia de Lugo es una de las que registran menos casos de delitos de racismo y xenofobia de toda España y de Galicia. Solo 2 en 2021, según el Informe sobre la Evolución de los Delitos de Odio del Ministerio del Interior, frente a los 11 de A Coruña; los 5 de Pontevedra y los 4 de Ourense.

Sin embargo, muchos de los lucenses con origen extranjero vivieron situaciones racistas en su día a día. No importa su nacionalidad, ni su color de la piel, ni tampoco su estatus económico. El racismo y la xenofobia están presentes en los centros educativos, en el trabajo e, incluso, en distintas ONG de servicios sociales, a donde fueron a pedir ayuda y los recibieron con calificativos como "panchito" o "sudaca de mierda".

Aun así, los últimos datos de población del INE revelan que Lugo fue la provincia gallega donde este año creció más la población extranjera, con 756 incorporaciones, la mayoría procedentes de Colombia y Venezuela.

Algunos de ellos habrán sido advertidos por sus familiares en España de que la integración en otro país no siempre es fácil y que el racismo se extiende a las pequeñas cosas del día a día, más allá de situaciones tan humillantes como la vivida por el futbolista del Real Madrid, Vinicius Jr, en el estadio de Mestalla, en Valencia. Pero el flujo continúa.

Algunas de las ocho personas que participaron en este reportaje no pudieron evitar las lágrimas al hablar del trato recibido entre la sociedad lucense. Es gente procedente de distintos países y culturas, de diferentes etnias, pero con vivencias similares con tintes racistas o xenófobos.

Una de las dificultades más grandes es el acceso al mercado laboral. En la mayoría de los casos, hay ciertos trabajos que son desempeñados por población inmigrante. Así, por ejemplo, las mujeres suelen estar predestinadas al sector de la limpieza y el cuidado de mayores. Y los hombres, a la construcción y a la hostelería. Siempre con sueldos más bajos que los españoles de origen.

Pero este tipo de situaciones socioeconómicas se están trasladando a las segundas generaciones, los hijos de inmigrantes con nacionalidad española. En algunos casos, incluso, disuadiéndolos desde los institutos o instituciones sociales de cursar estudios universitarios y centrarse más en trabajar o en hacer un ciclo de FP, negando el derecho a la igualdad de oportunidades, como denunció alguno de los entrevistados.

Si se es mujer y musulmana, la situación es más complicada. No pueden ir con velo a las entrevistas de trabajo ya que eso supone una barrera para la contratación.

Tampoco es sencillo el acceso al mercado laboral de los gitanos. En las entrevistas de trabajo, un gitano tiene las de perder, simplemente por su condición, aunque el currículo pueda ser mejor.

Otro problema es el acceso a la vivienda. Ni gitanos, ni inmigrantes lo tienen fácil. En cualquiera de los dos casos, les cuesta encontrar un piso aunque tengan un trabajo estable y paguen la fianza y el seguro de impago por lo que se ven obligados a recurrir a terceras personas, sin rasgos que los delaten, para poder alquilar.

El acoso y los insultos proliferan en colegios e institutos entre extranjeros y gitanos. La integración no llegó aún a las aulas.

Waldir Sinisterra, Colombia (15 años aquí): "Hay extranjeros que pagan para tener contrato"

"Estudié Derecho en mi país y vine a hacer el doctorado a la USC. Un día una compañera me pregunta: ¿Pero en Colombia hay abogados?. Esto es un ataque racista disimulado, como muchos otros que vives día a día". "Una vez, en Cruz Roja, le dijo una empleada a otra, por mí, que estaba esperando a que me atendiesen: Vino a buscarte un colombiano y la otra le contestó, sin verme: Sudaca de mierda, que no vienen más que a pedir. Desde entonces, no volví a Cruz Roja, aunque se disculpó".

"En el despacho, veo casos de africanos a los que les ofrecen un contrato con un sueldo de 1.000 euros pero pagándose ellos la Seguridad Social, con lo que se les queda en 600. Otras veces los extranjeros pagan para que les hagan un contrato y poder tener papeles. Y hay mujeres, que trabajan como internas, por 600 euros y les dicen que es un buen sueldo porque duermen y comen en la casa en la que trabajan". "A mí me preguntaron muchas veces, al ser colombiano, si conocía a Pablo Escobar y cuánto vale un kilo de coca".

"A muchos inmigrantes les cuesta ir al Banco de Alimentos a buscar comida, que los traten como mendigos en España". "En algunos casos, cuando sucede algo y van a denunciar a la Policía, les inician un proceso de expulsión por estar indocumentados y les retienen el pasaporte. Es mejor ir al juzgado de guardia o a la Guardia Civil".

Rany Kiyai, Indonesia (14 años en España) "Sin hiyab, me era más fácil encontrar trabajo"

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"Llevo cinco meses en Viveiro, donde monté un restaurante, y aquí no viví ninguna situación racista pero cuando estuve en Madrid, sí. Recuerdo un día, en el Ramadán, que llevaba el hiyab puesto y hacía mucha calor y quería coger un poco de agua, en el Parque del Retiro, para refrescarme y una mujer, ya mayor, me dijo: No gastes el agua. Vete a tu país a gastar el agua pero no gastes la de aquí. ¡Menos mal que un chico que había por allí cerca me defendió y le dijo que yo, si estaba en España, también pagaba impuestos como lo demás y tenía derecho al agua!".

"En Madrid, trabajé como cocinera en restaurantes, como taxista de Uber y también como asistenta en casas. Si no llevaba el hiyab encima, me era más fácil encontrar trabajo. Pero con él, no conseguía nada. En algún restaurante, no querían que las mujeres musulmanas llevásemos puesto el hiyab".

"A pesar de todo, estoy muy a gusto en este país y, por así decirlo, estoy enamorada de España. Es cierto que viví alguna situación de racismo, que no es agradable por supuesto, pero tengo que decir que eso me pasó en el tiempo que estuve en Madrid. En Viveiro, desde que llegué y al frente del restaurante que monté, la gente me está tratando fenomenal y nunca tuve ningún problema con nadie aunque lleve el hiyab puesto. Me siento más respetada y más libre porque, hasta el momento, nadie me dijo nada ni me sentí mal".

Antonina Semedo, Cabo Verde (llegó en 1978) "Déronlle uns paus ao sobriño en Trabada"

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"Hai tres semanas pasoulle algo ao meu sobriño de 24 anos e a un amigo dominicano, tamén negro, que nunca nos pasou aquí en España a ninguén da familia. Foron a Trabada e uns rapaces empezaron a chamarlles negros de merda e machucáronos a paus. Os dous resultaron feridos e tiveron que ir ao hospital. Eu sentinme fatal, moi mal. Está claro que o racismo non se acaba no mundo".

"Viñemos para Burela en 1978. Nunca tiven problemas nin eu, nin miña filla, que naceu aquí, e ten 44 anos. Alugamos un cuarto nunha casa con dereito a cociña en Cangas de Foz. Conviviamos cos donos da casa. Usabamos os seus pratos e a roupa da cama e toallas que tiñan na casa. Pagabamos o aluguer e todos ben. Sempre nos sentimos ben acollidos aquí". "Cando chegamos os caboverdianos, a xente botábanos moito o ollo porque nunca viran a xente negra. Era normal, eramos unha novidade. Viñan os nenos e tocábannos a ver se manchabamos, pero non nos parecía mal aquilo. Era lóxico".

"Lembro unha vez que fun a un enterro –o primeiro ao que fun aquí– e vin a unhas mulleres que non paraban de mirarme. Era o centro de atención. Acórdome que dicían: A negra das palmeiras vai á misa os domingos. Dicían das palmeiras porque a casa na que viviamos tiña unhas palmeiras fóra. Todo o mundo nos coñecía pero chamáballes a atención o que faciamos ou deixabamos de facer".

Rut León Gabarri, gitana lucense "De niña, nunca me invitaban a los cumpleaños"

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"Nosotros sufrimos el antigitanismo, que es una especie de racismo específico de la comunidad gitana en el que nos ven a todos como delincuentes y a través del cual se critican nuestras costumbres y nuestro color de la piel".

"El racismo se sufre los 365 días del año y yo lo sufrí toda la vida. Cuando era pequeña, no quería ir al colegio porque no tenía amigos y me decían que tenía piojos y que era una ladrona. Recuerdo que había niños que repartían las invitaciones para los cumpleaños y a mí nunca me la daban. En el instituto, había una niña que siempre me pegaba antes de entrar en clase y en los recreos. Y, más tarde, cuando empecé a trabajar, limpiando en una casa, me dejaron dinero tirado para ponerme a prueba por si me lo quedaba, y en un supermercado, de cajera, me indicaron que por esa caja no podía atender a ningún gitano".

"Fui a muchas entrevistas laborales en las que me rechazaron por ser gitana pese a tener un currículo mejor y ya me dijeron que no al verme entrar. Para alquilar, también me pasó lo mismo"."Hay gente que se dirige a mí y me dice: Entendes o galego?, tratándome como si fuese tonta o no fuese gallega. Hay algunos que todavía piensan que, por ser gitanos, no somos españoles". "Y también hay racismo cuando vemos que, a solo 7 kilómetros de Lugo, está el Tercer Mundo en O Carqueixo, donde malviven varias familias sin luz ni agua".

Alba Loaiza, Colombia (15 años en España) "Al verme, no me alquilan. Tiene que ir mi yerno"

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"Una vez me llamó un profesor del instituto de mi hija, que quería ser abogada, para decirme que tuviese dos dedos de frente y la encaminase a un ciclo de FP y no a la universidad porque somos colombianas y no era cuestión de perder el tiempo. Me quedé paralizada con estas palabras pero no le hice caso y hoy mi hija ejerce como abogada como siempre quiso".

"En otra ocasión, fui a Cáritas a pedir ayuda y, al comentarle que tenía tres hijas estudiando, me dijo la persona que me atendió: Sácalas de estudiar y ponlas a trabajar porque necesitáis comer". "Trabajé cuidando enfermos en el hospital y cobraba 50 euros por noche. Perdí varios trabajos porque me regateaban y me decían que había ecuatorianas que lo hacían por 15".

"Desde el asesinato de Cristina Cabo, a manos de un colombiano, toda la comunidad notamos un rechazo más fuerte hacia nosotros en Lugo. A mí me llegaron a decir en una casa en la que trabaja que todos éramos unos mafiosos, sicarios, asesinos y ladrones y me dijeron: Vete a tu país".

"También me llamaron panchita y cuando lo oyes sientes una puñalada en el corazón. Hay mucha doble moral. A veces, parece que te respetan pero luego te dicen así por detrás"."Como colombiana, no me alquilan. Tengo que enviar a mi yerno a ver los pisos, aunque pague un seguro de impago y tenga contrato de trabajo".

Iván Ruan, hijo de chinos (nació en Lugo) "En el instituto, sí hubo alguna actitud racista"

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"Ahora mismo, no sufro ningún tipo de racismo. Gestiono un centro comercial en San Roque y no noto ninguna actitud xenófoba por parte de los clientes ni de la gente con la que me relaciono. En alguna ocasión, sí que experimenté algún detalle racista pero no mucho. Por lo general, creo que los españoles no son racistas".

"Nací en Lugo, mis padres son chinos pero yo ya me siento de aquí al haber nacido en España. Me considero más español que chino. Por lo general, creo que los lucenses no me tratan como un extranjero, aunque mis rasgos hablen claramente de mis orígenes asiáticos". "Cuando iba al instituto, sí que noté alguna vez que había ciertas actitudes racistas de ciertos chavales contra mí pero la verdad es que eso pasó en pocas ocasiones, tengo que decirlo".

"Los chinos, por lo general, no tenemos problemas a la hora de encontrar un piso de alquiler. Más bien al contrario, nos es fácil porque tenemos la fama de ser trabajadores y de cumplir con los pagos. Entonces, no solemos tener problemas para encontrar una vivienda".

"Tampoco sufrimos discriminación a la hora de acceder al mercado laboral. En muchos casos, quizás la mayoría, montamos nuestros propios negocios y no notamos discriminación por parte de los clientes. Nunca oí a nadie decir que haya sufrido discriminación por ser chino a la hora de intentar buscar un trabajo".

Luz Alexandra Berrio Mazo, Venezuela (llegó con 4 años) "Me llamaron panchita y sudaca"

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"Ser venezolana en Lugo es, para muchos, sinónimo de chavismo, comunismo y opresión. A mí me dijeron compañeros de clase ¡vete a tu país, chavista, muerta de hambre!. Me llamaron muchas veces panchita y sudaca. A mi madre la agredieron, camino del trabajo, por ser latina, llamándola sudaca de mierda".

"En los colegios concertados de Lugo, el racismo es mucho más intenso que en los institutos públicos. Si eres latina, gitana o negra, no te habla nadie a menos que tengas dinero. Hay niños que tuvieron que regresar a su país de origen porque estuvieron sometidos a acoso escolar y acaban sintiendo odio hacia este país".

"A nivel laboral, las mujeres latinas solo podemos acceder a trabajos de limpieza y cuidado de mayores. Siempre trabajos en los que hay que servir, en resumen. Y, aunque tengas estudios que hayas hecho en tu país de origen, aquí tardan años en homologarlos y estás condenada a vivir haciendo otro tipo de trabajos".

"El curso que viene iré a la universidad. Quiero creer que podré acceder a mejores trabajos pero pienso que me va a tocar también ser limpiadora, camarera o cuidadora de mayores, como seré este verano. No se dan oportunidades de trabajo a la gente de origen latino en Lugo". "Muchos piensan también que por ser una mujer de origen latino ya eres una puta, una facilona y no es así. Yo también sufrí esto aquí en Lugo".

Soaudou Mohamed Fadel, Sahara (vino con 5 años) "Todavía no se ve a una dependienta con velo"

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"Los saharauis sufrimos un racismo institucional. No nos dejan ser españoles. Pero la sociedad también es racista. Aunque les digas que eres de aquí siempre te acaban preguntando: ¿Pero tus padres de dónde son?. Siempre vas a ser extranjera aunque lleves cien años en España". "En Lugo es imposible ver a una dependienta con velo en una tienda o a alguien de raza negra trabajando en un banco. Los inmigrantes no llegan, por lo general, a esos puestos de trabajo".

"Te encuentras también con gente que trabaja en ONGs o en servicios sociales y no tienen ni la mínima sensibilidad con la población migrante o refugiada, con lo cual te sientes despreciada y mal por este tipo de situaciones". "Una vez en un supermercado cogí un melón sin guantes porque pensé que eso no entrañaba ningún riesgo sanitario ya que la piel no se come y otra clienta me llamó la atención haciendo hincapié en esta gente de fuera no respeta las normas".

"Cuando voy a una entrevista de trabajo, me quito el velo. Es una cuestión de supervivencia. Si no, ya no puedes optar a nada". "Sufrí también alguna vez racismo institucional. Oí, en oficinas del Ayuntamiento y de la Xunta, expresiones como los extranjeros nos venís a robar y eso duele sobre todo cuando los inmigrantes desempeñan los trabajos que, por lo general, no quieren los españoles".