"El primer año fue de shock. Si hay tantos niños que no comen, cómo lo vas a hacer tú, piensas"

A Pilar López Rodríguez la jubilación le cambió la vida. Pasó de dar clases en Ferrol a irse a República Dominicana a hacer un trabajo durísimo: sacar a los niños de la calle y darles un futuro. Está completamente entregada a la causa y hoy nada la disuade de esa lucha, que la ha traído de vuelta temporalmente a Galicia para hacer campaña a favor de las contribuciones solidarias a favor de Manos Unidas.
 
Pilar López Rodríguez. VICTORIA RODRÍGUEZ
photo_camera Pilar López Rodríguez. VICTORIA RODRÍGUEZ

Pilar López está empeñada en cambiar el mundo. Cree que es posible, aunque hacen falta muchas manos para lograrlo, dice. Comparte, así, con Manos Unidas el lema Frenar la desigualdad está en tus manos y por eso recorre estos días colegios y entidades llamando a la solidaridad. Parece que sabe mucho de darlo todo y pide que los lucenses también aporten. Para lograr fondos, Manos Unidas organiza este viernes el acto central de su campaña solidaria, con el día del ayuno voluntario, a  las 17.30 en el Seminario. Las colectas de las misas del sábado y el domingo en las iglesias lucenses irán también a la entidad.

¿Cómo llega a trabajar de misionera en República Dominicana?
Soy Mercedaria de la Orden. Entré con 21 años, en el 75, y pasé cuarenta años dando clase en el colegio de la congregación en Ferrol, pero al jubilarme me enviaron a República Dominicana y trabajo con niños de la calle. Les damos de comer, les alfabetizamos, les proveemos de material escolar y les conseguimos el certificado de nacimiento, que es muy importante y muchos no tienen.

Sería un salto duro pasar de Ferrol a ese trabajo con niños de la calle.
Personalmente fue un shock. El primer año lo pasé fatal, no podía ni comer. Piensas todo el rato que cómo vas a comer tú si hay tantos niños que no comen. Pero también aprendes que hay que trabajar por la igualdad y ves que ayudas a cambiar las cosas.

Lleva once años en ese proyecto, ¿la situación es realmente mejor?
Trabajamos con los más pobres, aproximadamente la mitad de ellos haitianos, y hemos logrado ampliar mucho nuestra labor. En este momento también nos está ayudando mucho el Gobierno dominicano y hay mucho que hacer. El proyecto lo empezó el padre Tomás, que hizo lo habido y lo por haber por sacar a los niños de la calle, darles de comer y enseñarles a leer. Hoy tenemos un centro en funcionamiento y estamos levantando un centro comunitario que tendrá dispensario médico.

¿Cómo son los niños que cuidan?
El 90 por ciento son hijos de madres solteras, de mujeres que además tienen muchos hijos, ocho, nueve o diez frecuentemente. Hay una expresión que dice que 'el hambre tiene nombre de mujer’, y es que muchas están incluso enfermas porque son las últimas en comer y, si no llega para todos lo que hay, son ellas las que pasan hambre. Por eso, una parte clave de nuestro trabajo es dar de comer a esos niños.

¿Y cómo lo organizan?
Tenemos dos aulas grandes, donde en unos casos se alfabetiza a los niños y en otros se les da refuerzo escolar una vez que salen del colegio. Son niños de entre seis y doce años y también se les da desayuno, comida y merienda. No todos están escolarizados, por eso hacemos también alfabetización. No tienen cabida en los colegios porque se requiere que tengan certificado de nacimiento y muchos son hijos de haitianos. Por eso es clave nuestro trabajo para conseguirles el certificado.

¿Y los niños más pequeños?
Hemos empezado otro programa para los niños más pequeños. Tenemos dos aulas para ellos y el Gobierno nos paga desde este año los profesores, con lo cual se les garantiza la educación y se reduce su vulnerabilidad. También a ellos se les dan las comidas.

¿A cuántos niños atienden?
Entran niños todos los años, siempre lo más pobres. Este año han entrado 80 de a partir de seis años y 64 en ese programa de infantil con el que nos ayuda el Gobierno. 

Visita Lugo apoyando la campaña de Manos Unidas.
Manos Unidas nos ayuda mucho. Allí el agua no es potable y nos ayudaron con el proyecto de una planta para tener agua limpia y ahora nos dan dinero para el dispensario médico que estamos haciendo. Recibimos mucha ayuda y toda es necesaria, porque todavía hay incluso niños que duermen en cartones. Con un donativo pude comprar diez camas y diez colchones, pero no todos tienen cama todavía. Vengo también a decirles a los chicos de aquí que podemos parar la desigualdad si todos contribuimos. Todo el mundo tiene derecho a un futuro.

¿Y esos niños que han ido cuidando van encontrando un futuro?
A algunas chicas las tenemos ya en la universidad y estamos haciendo también muchos cursos para que otros tengan un oficio. Es una escuela laboral que da títulos garantizados. Es clave darles ese futuro y es muy importante ayudar a las niñas, porque hay mucho machismo y necesitamos que se abra paso a la igualdad.

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