Molinos a la orilla del río en Vilachá de Mera

El patrimonio de la localidad sobrevive en sus construcciones de piedra, que dan fe de modelos de vida vigentes hasta hace unas décadas

Molino en desuso. ANA SOMOZA
photo_camera Molino en desuso. ANA SOMOZA

La naturaleza reina en la Vilachá de Mera, una de las parroquias de Lugo más azotadas por la pérdida de vecinos. La parroquia se levanta tranquila con casas de piedra que en muchos casos ya han olvidado lo que es estar habitadas.

Se pueden encontrar señales que revelan el activo pasado de la población. Algunas de las casas conservan sus hórreos, otras sus grandes extensiones, pero muchas tienen en común lo mismo: están cerradas. Desde que el párroco de la iglesia, José Sobrado, llegó a la parroquia en 1982 han cerrado 23 casas, según sus estimaciones.

El cura también calcula que debe haber unos 36 habitantes en la actualidad. "Aquí quedaron los mayores", comenta el párroco, aunque matiza que todavía hay gente joven con sus hijos. Ellos son la esperanza para mantener viva una tradición que viene de antiguo, porque en la parroquia hay rastros que indican que estuvo poblada ya en época galaico romana.

Iglesia

Y el patrimonio de este núcleo rural está a la espera de cobrar vida de nuevo. Algo similar ocurre con la iglesia de Vilachá de Mera, una capilla de piedra que debe datar del siglo XVIII y que, según algunas fuentes, se asienta sobre un antiguo castro. Sobrado señala que muchas veces han entrado en el templo lo largo de los años con aviesas intenciones, aprovechando lo remota que es, aunque nunca han conseguido llevarse nada.

figura

En el interior del recinto religioso se guardan las imágenes de San Antonio, San José y dos figuras de San Julián, patrón de la parroquia, que deben datar del siglo XVIII también. Las fiestas del santo principal se celebran en diciembre. Sin embargo, los vecinos solían celebrar la fiesta de San José en su lugar. Eso fue hace años cuando recibían dinero por el uso de una cantera en monte comunal. Ya hace mucho que la cantera no funciona y que no reciben ese dinero, por lo que se organizan las fiestas cuando se puede.

La verbena se celebra entonces en el campo de la fiesta, detrás del local social. Este edificio servía en el pasado como colegio mixto. Se construyó alrededor de los 60 para dar formación a los pequeños del pueblo. Hace un tiempo se reconvirtió en el local social en el que los vecinos organizan ahora actividades para mantener la unión vecinal y reforzar lazos y el sentido de comunidad.

NATURALEZA. Cuando los humanos abandonan un lugar, lo más normal es que las plantas ocupen su lugar. Algo similar ocurrió con el lavadero, construido en los 70. El párroco recuerda cómo en un día normal podía verse a casi todas las vecinas lavando sus ropas en ese espacio. La llegada del agua corriente a las casas dejó obsoleta esta construcción y ahora solo se puede ver el tejado entre la maleza, como si fuese la ruina de una civilización antigua.

Sobrado también recuerda que el descenso hacia el río no solía ser tan frondoso cuando los campos todavía estaban cultivados. Ahora helechos y árboles han crecido a ambos lados de la carretera mezclando especies y tipos de plantas desde robles hasta tojos.

Molino en desusoDos molinos sobreviven a orillas del Mera. Uno de ellos, que pertenece a un ganadero de la zona, permanece cerrado y conserva su estructura original. Otro de estos edificios ha sido rehabilitado como vivienda, con el agua pasando por debajo. Es una segunda vida para un edificio único y el ejemplo de un renacer que también esperan los vecinos de la parroquia, que ofrece escenarios donde aún es posible disfrutar de la vida con sosiego.

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