DE CÓMO SE puede cambiar de vida de la noche a la mañana asistiendo simplemente a una boda pueden dar explicaciones, largo y tendido, la pareja formada por Juan Manuel Campanero y Juan Carlos Pazos (Xan, en este caso). Ellos dos vivían en Madrid, donde nació el primero. El segundo, de origen gallego, también estaba en la capital del reino y sus vidas transcurrían entre el estrés, la contaminación y el sinparar de la vida urbana.
Ahora es todo lo contrario. Están en una aldea, en medio de la montaña, a 19 kilómetros de Navia de Suarna hacia A Fonsagrada. Compraron una casa en ruinas que ya no lo está. También compraron animales, se sacudieron el estrés y montaron una peluquería en Navia. Ya no quieren volver a la capital, donde solo van de visita.
"Todos nuestros amigos eran gallegos y coincidió que vinimos a una boda a Sarria. Nos hicieron un croquis de cuál era la rotonda que teníamos que coger al dejar la A-6 y nos equivocamos de ramal. Cogimos hacia Castroverde en lugar de hacia Sarria y, así, a lo tonto, llegamos hasta aquí, alucinando con el paisaje", explica Juan Manuel.
De ese recorrido inesperado camino de A Fonsagrada hasta la compra de la casa en ruinas no hubo más que un paso.
"Buscamos casas por internet y cuando vimos esta fue un flechazo. Queríamos una zona aislada, una casa pequeña pero con mucha finca. Y así fue. Al final, el sitio te elige a ti", cuenta Juan Manuel.
La aldea a donde fueron a parar Juan Manuel y Xan tiene catorce casas, ocho de las cuales están habitadas. La vivienda hubo que restaurarla por completo, tarea que todavía no finalizaron, pero poco a poco fueron montando su vida en el campo, en un pueblo perdido de la montaña de Lugo a donde jamás se habían imaginado llegar a parar.
"Tenemos gallinas, un par de ovejas, un perro, varios gatos, una huerta... y pasamos el tiempo leyendo, viendo películas y dando paseos. Es una maravilla de vida que no tiene nada que envidiar a la de la ciudad", dice Juan Manuel.
Aunque vinieron de Madrid, ninguno de los dos se aburre en esa aldea de A Fonsagrada, a donde llegaron hace ocho años. Tampoco echan en falta hablar con la gente, aunque no sean muchos los vecinos. Para eso, se apuntan a todas las actividades que se organizan o a tomar café donde caiga. Y así buscaron la integración.
"Vamos a clase de gimnasia a Navia y hacemos la compra, dependiendo del día, entre A Fonsagrada y Becerreá. Nos arreglamos siempre por la zona. A Madrid, solo vamos una vez al mes, a visitar la familia. Los amigos, en cambio, prefieren venir a vernos a nosotros", apunta Juan Manuel.
Tan a gusto están que, incluso, Juan Manuel está pensando en poner a la venta su piso en Madrid. "Ya van ocho años de chantaje emocional de la familia por esta decisión pero, poco a poco, se fueron convenciendo de que nuestras vidas mejoraron en muchos sentidos y lo fueron admitiendo. Aquí se encuentra mucho calor humano. La gente te integra rápidamente y pasas a ser uno más. De hecho, hay vecinos que, si te dejas llevar, ¡quieren que subas todos los días a merendar con ellos!", dice Juan Manuel.