Marta Joaquín pasó dos meses y medio en la Uci: "Te preguntas qué va a ser de ti"

Con 44 años es la adulta de menor edad que ingresó por ese motivo en el área de críticos del Hula, centro en el que entró por su propio pie y salió ayudándose de un andador

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photo_camera Marta Joaquín, en el parque Rosalía de Castro. SEBAS SENANDE

Cuando se declaró la pandemia, a Marta Joaquín le pasó lo mismo que a muchos otros. "Quizás me obsesioné un poco con la limpieza", admite sonriendo. Es de las que limpiaba todo varias veces, de las que al principio usaba guantes para salir a la calle, de las que se acostumbró enseguida a la mascarilla. Con 44 años y con un problema de espalda como único relacionado con la salud, también era de las que estaba convencida de que, si se contagiaba, no supondría nada serio. "Pensaba que sería asintomática o leve", reconoce. Nunca se imaginó que, sin patologías previas, podría pasar una larga estancia hospitalaria que la ha cambiado en varios sentidos.

El pasado mes de febrero, después de casi un año de pandemia, Marta se notó un poco acatarrada. Inicialmente no lo asoció a otra cosa más que a su propensión a los resfriados, aunque ahora, echando la vista atrás, se da cuenta de que estaba más cansada de lo normal. Cuando le subió la fiebre, consultó al médico, se hizo una PCR que fue positiva y, entonces, todo se precipitó.

El caso de Marta es el paradigma del paciente joven con covid. Al inicio de la pandemia, cuando la mayoría de enfermos tenían una edad avanzada, lo habitual era que fueran hospitalizados después de días de evolución en sus domicilios, a veces después de ir a Urgencias más de una vez en ese período. Más adelante, en muchos casos de jóvenes se veía lo que le pasó a ella: pacientes que llegaban a Urgencias ya en un estado que requería ingreso inmediato, a veces directamente en Uci.

"Mi cerebro hizo como un borrón. Me recuerdo a mí misma en Urgencias y sé que estuve tres días en planta, pero no los recuerdo"

"Cuando me dijeron que tenía neumonía bilateral no me lo podía creer. Fue un golpe muy fuerte", explica. A partir de ahí, sus recuerdos se desvanecen y el relato del resto de su hospitalización lo ha construido a base de unir lo que le han contado familiares y sanitarios. "Mi cerebro hizo como un borrón. Me recuerdo a mí misma en Urgencias y sé que estuve tres días en planta, pero no los recuerdo. Ni cuando me bajaron a Uci tampoco. Me contaron después que lloraba y suplicaba que, por favor, no me intubasen", dice.

El siguiente recuerdo de Marta es despertando en Uci, con una médica preguntándole si reconocía a la persona que estaba a los pies de la cama. "A veces los enfermos están desorientados, no saben bien dónde están ni identifican a la gente. Yo reconocí enseguida a mi madre", cuenta. Durante 60 días Marta había seguido dando positivo en la PCR pero, antes de salir del coma inducido, al fin había negativizado y pudo ser desaislada.

Para su familia lo peor habían sido esos meses: las visitas a través del cristal a un ser querido conectado a tantas máquinas, asumir lo impredecible que puede ser esa enfermedad, llegar al punto en el que los médicos advertían de su empeoramiento. 2Estuve a la muerte. Hubo tres días en los que estuve muy mal", cuenta.

Para Marta, lo peor estaba empezando. "Me dijeron que no podía hablar y que no me podía mover. Eso es muy duro de asumir cuando entras en el hospital por tu propio pie y ahora tienes que usar un andador. Yo era una persona muy activa, caminaba 13 kilómetros todos los días y no paraba quieta. Te ves allí, sin poder moverte y te haces muchas preguntas. ¿Qué va a ser de mí? ¿Cuánto voy a tardar en recuperarme? También te sientes muy culpable, pensando que tus padres y tu hijo han enfermado por tu culpa", explica.

Entre las preguntas sin respuesta que se hizo durante todo ese tiempo es cómo se contagió y sigue sin tener respuesta. "Iba al trabajo, al súper y a la farmacia", explica. Cree que ha tenido "mucha suerte", dice. Luego se lo piensa y rectifica. "He tenido muy mala suerte primero y muy buena suerte después", indica.

"Sé que nos cuidan a todos, pero conmigo, personalmente, se han desvivido"

Se define como "muy tenaz" y esa es la razón por la que, nada más recuperar la consciencia, se empeñó en mejorar. Repetía en la cama, a solas en su box, los ejercicios que le habían enseñado los rehabilitadores que iban a ayudarla. Se propuso dar unos pasos ayudada solo por el personal de Uci y lo logró. Para ellos, se deshace en elogios.

"Son impresionantes, del primero al último, los médicos, enfermeras, auxiliares, celadores, limpiadoras...Realmente, me pongo de rodillas ante ellos por todo lo que han hecho por mí. Sé que nos cuidan a todos, pero conmigo, personalmente, se han desvivido", dice. Llama a Montserrat Ortiz, la intensivista que explicó cada parte a su familia, su "ángel de la guarda". "Cómo se le puede agradecer a alguien que te devuelva la vida", se pregunta.

En planta, redobló sus esfuerzos rehabilitadores. Subió con oxígeno, sin la cánula de traqueotomía y con pocas fuerzas. No podía sujetar la cuchara, aunque acabó haciéndolo y dice que el día que consiguió ir ella sola hasta el baño, con la única ayuda del andador lloró a mares por ese logro. "No te das cuenta del lujo que supone ser capaz de hacer algo así. O ducharte y lavarte el pelo", dice.

Cuando supo que, si tenía una saturación estable, quizás podría recibir el alta dice que se puso "como una loca a caminar por la habitación". Se agarraba al alfeizar para hacer puntillas y repetía sus ejercicios. El 31 de mayo, más de tres meses después de su ingreso y después de dos y pico en Uci, volvió a su casa y ahí despegó, explica.

"Ahora me fijo en el presente, lo que importa es el día de hoy

Ahora la mejoría se ve cada día. Cada día da un paso más y consigue algo nuevo. Se fue con una silla de ruedas, ahora utiliza un andador y solo viéndola un rato se tiene la certeza de que no pasará mucho tiempo hasta que este también desaparezca. "Estar en mi casa, con mi marido y mi hijo del que tanto me acordé, me ayudó mucho", explica.

Sigue temiendo al covid y dice que no se va a deshacer de la mascarilla. Va por la calle haciendo eses para asegurarse de que mantiene la distancia de seguridad y, aunque reconoce que los hosteleros han tenido un año muy duro, asegura que la salud es lo primero, siempre. "Cuando veo a esa gente que dice que el virus no existe, o que las vacunas no funcionan o que la pandemia es mentira, me enfurezco. Por supuesto que existe y se pasa muy mal. Yo les diría que fueran ya no un día sino siquiera un rato a una Uci y que vean lo que ocurre allí. No me explico cómo pueden decir eso", apunta.

Marta salió del hospital con fatiga y dificultades para muchas tareas diarias, pero también con una nueva perspectiva. "Te das cuenta de que hay discusiones absurdas, que no merecen la pena, que son tonterías. Ahora me fijo en el presente, lo que importa es el día de hoy", asegura esta lucense, una nueva Marta.

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