Las mejores uvas de su vida

La Nochevieja es de por sí una noche mágica, pero algunas destacan entre otras. Entramos en el recuerdo de algunos lucenses para saber por qué.

Lara Méndez. SEBAS SENANDE
photo_camera Lara Méndez. SEBAS SENANDE

POR SER la noche de fiesta más larga del año. Por congregar a todos los seres queridos en una mesa. Por valorar cómo fueron los 365 días anteriores y desear cómo serán los 365 siguientes. Por muchos motivos, la última noche del año es una de las más especiales para mucha gente. Pero hay algunas que no se olvidan. ¿Por qué?

A la alcaldesa de Lugo, Lara Méndez, le gusta extender todo lo posible las sobremesas de los domingos, cuando se reúne con su familia. Si ese es el mejor broche de la semana, también lo será del año. Por eso siempre pasa la Nochevieja en familia, y nunca se ha sumado a las típicas cenas de amigos y pandillas. "De feito, nunca tivemos présa por saír da casa, sempre alongabamos a sobremesa", comenta.

Familiares: los lucenses hacen gala de su carácter también en la última noche del año

La más especial de todas las nocheviejas fue la que tuvo a Marcela, su hija, por primera vez a la mesa. Por otro lado, la falta más grande fue la de su abuela, que cumplía años el día 1. "Despois de tomar as uvas sempre nos felicitabamos o ano, e acto seguido, felicitabamos á avoa", indica. "Nun berce familiar matriarcal, onde a miña avoa tiña moito peso, a súa ausencia notouse moito", añade.

Este año lo pasará, de nuevo, en casa de sus padres, y con sus suegros, que también acudirán a cenar, en ese afán por reunir a toda la familia. Un año más se acumularán rituales para empezar el año con buen pie. "Non é que sexamos supersticiosos, pero por se acaso...", bromea. Un pie levantado al brindar, con oro en el champán y ropa interior roja a estrenar son algunos de los requisitos para abrirle bien la puerta al 2018.

Tal vez también sumen alguna anécdota nueva. "Iso é o que vamos acumulando, anécdotas. Un ano, por exemplo, tivemos que apartar o marisco para tomar as uvas, e despois continualo, porque se nos botara o tempo enriba. Outro quedamos a escuras, e o meu pai encendeu a radio para dar as uvas a golpe de mazo nun morteiro", recuerda.

Pase lo que pase, lo que ella pide para el próximo año es salud. "Con saúde podes traballar, desenvolver proxectos, focalizar a mente naquilo que queres. É o máis importante, sobre todo este ano", afirma.

POR LLEGAR. Para la veterana fondista lucense Alessandra Aguilar, que varias veces estuvo presente en los Juegos Olímpicos, "el mejor fin de año todavía está por llegar. Incluso puede que sea este...", comenta. La causa de esa afirmación es que en este momento está a un mes de salir de cuentas del embarazo de su primera hija, Ariadna, que podría llegar en cualquier momento, sumando un nuevo miembro a su familia.

Alessandra Aguilar junto a su perro. AEP

Lugo, Madrid; Madrid, Lugo. El escenario de la última noche del año se decide para ella entre estas dos localizaciones, entre la mesa de su familia o la de la familia de su marido. "De hecho, los fines de año más especiales hasta ahora fueron los que con mi marido", indica. "Pero la celebración es de lo más normal.Los fines de año de mi vida fueron todos normalitos", añade.

Normales, pero no usuales. Claro que hay uvas, oro para brindar y rojo para estrenar. Por supuesto que a la mesa se congregan los miembros directos de la familia: padres, hermanos, sobrinos. Pero como atleta de élite, la celebración varía un poco. Mientras el común de los mortales descansa el día 1, después de una noche entera de fiesta, ella se levanta para correr unos 20 kilómetros. Y de fiesta, nada. La última vez que recuerda haber salido en esa noche tendría 18 años.

Y es que a veces las campanadas del día 31 llegaron con el cansancio de una competición el mismo 31, o con la premura de los preparativos para la siguiente, el día 2 ó el 3. Por eso, como atleta de élite, el imperativo era descansar... o entrenar. Si le toca comer las uvas en Lugo, se la suele ver acompañada por su hermano en el paseo del río Rato esa mañana realizando unas series. Si es en Madrid, realiza su entrenamiento con su marido, Mario.

Eso sí, para ella no hay cambios en el menú. "No he sido de esas deportistas que miden estrictamente su dieta estos días. Beber, ya no bebo, porque con un vino me llega de sobra. Y me adapto a las comidas de cualquiera de las dos familias", indica. Madrid, Lugo. ¿Qué ciudad prefiere? Una donde pudiesen juntarse todos. Ese sería el mayor de los deseos.

CELEBRAR TRABAJANDO. "Todas las noches de fin de año son especiales", dice el chef Rafael Centeno, el primer lucense en conseguir una estrella Michelin en el año 2010, que todavía luce su restaurante, el Maruja Limón, en Vigo. Sin embargo, si tuviese que hacer memoria y elegir, se quedaría con aquellas noches jóvenes, cuando venía desde Toledo —donde estaba destinado su padre, militar— a Lugo.

El chef Rafael Centeno. AEP

"Para mí los fines de año en Lugo eran muy especiales, por estar con la familia, reunirme con los amigos e ir a los bailes del Círculo de las Artes. Pero, sobre todo, lo que era especial era la vuelta a Toledo. Mi padre se empeñaba en volver el día 1, para evitar el tráfico. Por eso, muchas veces llegaba a casa después de tomar los churros y ya teníamos que salir", indica. Incluso en ocasiones se encontró a sus padres con las maletas en la puerta, listos para marchar, esperando. Y es que en los años de los que habla, del 95 al 98, por desgracia —o por suerte— no había teléfonos móviles.

"En esos viajes de vuelta yo pasaba el año nuevo", añade. Eran viajes largos, pero eso sí, ¡sin tráfico!, y que hoy se recuerdan con cariño, como si en el coche se llevase toda la fiesta con él, como antídoto contra la morriña.

Desde entonces, Rafael Centeno pasa la última noche del año con la gente que quiere. "Si el año ha ido bien, celebramos lo bueno que ha sido; si no, nos enfocamos en un año mejor para el siguiente", indica. Por eso siempre tiene buenos recuerdos de esa noche.

Muchos de esos recuerdos son, además, en el propio Maruja Limón, que abre cada dos años en Nochevieja. Sin embargo, en su caso, trabajar en esta fecha no importa. "La noche de fin de año, para quienes trabajamos en las cocinas o en las salas, también es una celebración con los clientes. La gente está con otro estado de ánimo, es una cena mucho más distendida que cualquier otra de un día normal", explica.

Esa noche, Rafael Centeno intenta transmitir la alegría que siente a sus clientes, y ellos hacen lo mismo, pues también en cada mesa hay espacio para brindar. "Si por mí fuese, no tendría problema por abrir siempre; lo encuentro divertido. Sin embargo, el equipo es joven y también quiere pasar este festejo con sus amigos y tener un descanso", comenta.

MALETAS POR HACER. La entrada del año 2005 fue la más especial para la artista lucense y doctora en Bellas Artes por la Universidad de Vigo Mónica Alonso. Igual que otros años, recibía el 2005 rodeada de su familia, pues es así como más le gusta celebrar la noche de fin de año, su festejo favorito de entre todos los de las navidades.

Mónica Alonso en su taller. XESÚS PONTE

"Gústame moito que as cousas cambien, e tanto o fin de ano como o aninovo significan precisamente iso, a posibilidade de que veña un novo ano cheo de cousas emocionantes. Sempre paso esta noite con moita ilusión, pensando que pasará o ano que vén. Pode parecer infantil, pero sigo levando esa sensación en cada ano que comeza", indica.

Sin embargo, el 2005 empezaba con certezas, certezas que tenían tanto valor como las ilusiones, o más. "Non era unha noite expectante, pensando en que podería traer o novo ano, senón que xa o sabía, e era que o día 2 marcharía a Roma, tras recibir a bolsa da Academia de España na cidade", indica.

Por ese motivo, el último día del 2004 y el primero del 2005 Mónica Alonso se los pasó haciendo maletas. Maletas grandes, donde pudiesen entrar todas esas cosas que preveía que iba a necesitar en esos próximos seis meses en la capital italiana. Maletas llenas de ilusión, y salpicadas por los brindis de esa Nochevieja, en la que toda la familia compartía su entusiasmo, tan contentos como ella.

Entre maletas y maletas, hizo hueco para salir por la noche, en A Fonsagrada, su localidad natal y donde siempre pasa estas fechas, familiares por excelencia, pero en las que no faltaron horas robadas al sueño para despedirse de sus amigos.

Solo había un miedo. "Creo lembrar que aquela noite había neve. E unha das cousas que sempre me deron un pouco de medo foi o feito de non poder pasar da Fonsagrada a Lugo por causa da neve. Ese día tamén, e un pouco máis se cabe, para poder iniciar despois a miña longa viaxe", comenta. Pero su temor era infundado. La nieve no le impidió emprender uno de esos caminos que llevan a Roma, y que el recuerdo de esa noche fuese uno de los mejores de su vida.

Un balcón al tiempo, al que fue y al que viene. Ese limbo entre la Nochevieja y el Año Nuevo tiene muchas opciones para convertirse en la noche más especial del año y brillar en el recuerdo por muchos años más.

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