La vida es una estafa

Investigado entre otros delitos por el caso Autocentrum y la usurpación de marca de John Deere y condenado ya en varias ocasiones, se está revelando como uno de los mayores embaucadores de la historia de Lugo, un tipo encantador con un absoluto desprecio tanto por las leyes como por sus consecuencias
Fotograma de 'Conociendo a Eloy Castro', entrevista para APC RecRally
photo_camera Fotograma de 'Conociendo a Eloy Castro', entrevista para APC RecRally

EL CLIENTE HABÍA llegado desde León para recoger el flamante BMW X5 blanco que había encargado, previo pago de un adelanto de 15.000 euros. Traía encima otros 30.000 para completar el pago del capricho que quería darse, el cochazo que Eloy Castro le había prometido y al que le había puesto una condición irrenunciable: lo quería con techo solar.

En efecto, allí estaba su BMW blanco esperándole, en las impolutas y luminosas instalaciones de Autocentrum. Salvo por el ligero inconveniente de que era un modelo básico y sin el techo solar prometido. Uno de los testigos que presenció la escena aún no ha salido de su asombro: "Eloy le explicó que no se veía el techo solar porque el coche acababa de llegar de Alemania y venía con un nuevo sistema de BMW; le dijo que al cargar el CD del GPS en el navegador integrado y una vez recorridos 200 o 250 kilómetros para que se reajustasen los sistemas, le aparecería un mensaje en la pantalla pidiéndole la clave; en ese momento tenía que marcar 2-2-2-2 y el techo se abriría. Y el tío pagó y se fue".

Doscientos kilómetros después, el cliente comenzó a llamar por teléfono, pero Eloy Castro ya no se lo cogió. Se volvió a presentar al día siguiente en Lugo dispuesto a cantarle las cuarenta al propietario del concesionario, pero el local estaba siendo ya registrado por la Policía Nacional y el propietario había sido detenido. Había decenas de denuncias por estafas similares en venta de vehículos por toda España.

Esta anécdota refleja a la perfección la complejidad de la personalidad tras la que opera Eloy Castro, para unos un genio con un don natural para las ventas y un mentiroso compulsivo para otros, a la vez un personaje encantador y un delincuente sin escrúpulos ni límites.

Un tipo encantador

De 41 años y aspecto cuidado, quienes lo conocen lo describen como muy educado en el trato, bromista, generoso y muy detallista. No era raro, por ejemplo, que entrara en una cervecería con un potencial cliente y pagara todas las consumiciones que había en la barra, conociera o no a los presentes, haciendo alarde de fajo de billetes, del que siempre va bien provisto pese a que está declarado insolvente desde hace años.

Y es que siempre le ha gustado vivir bien, con lujo y alarde. Siempre al volante de coches de alta gama y deportivos, su pasión por el motor le ha llevado a tomar parte en varios rallyes, aunque su pericia al volante no parece alcanzar ni siquiera para acabar ninguna prueba, pese a que en algunos vídeos en internet aparezca hablando de su supuesto equipo y la idea de competir en el campeonato gallego. En el último rallye San Froilán, por ejemplo, se presentó con un Porsche Cayman con el que apenas llegó a completar el primer tramo.

De ser tan listo como cree, no habría dejado tal reguero de pistas y pruebas en las múltiples estafas de las que se le acusa



Abocado al fracaso

Y es que todo lo que rodea a Eloy Castro es excesivo, casi estrambótico. Y abocado al fracaso desde su origen, por el descaro con el que actúa. Ese Porsche Cayman llevaba placas de matrícula temporales de empresa caducadas y manipuladas, vestigio, según sospechan los investigadores, de su negocio de Autocentrum. Llevaba usando esas placas desde antes de 2008, entre otras cosas porque al parecer eran las únicas de las que llegó a disponer el concesionario. Relatan algunos testigos que hubo días que salían del establecimiento hasta dos y tres vehículos con el mismo número de matrícula.

En octubre del año pasado, Tráfico detecto por la A-6 un coche de alta gama con exceso de velocidad. Portaba las mismas placas de matrícula, caducadas desde 2008 y manipuladas. Al volante iba, en efecto, Eloy Castro, que ya las había usado en otros muchos vehículos que pasaron por sus manos. Al no tener ya actividad Autocentrum y no poderse identificar al conductor, habría evitado de este modo el pago de más de 9.000 euros en multas y la retirada de decenas de puntos del carné.

Más rocambolesca, si cabe, fue otra reciente aventura judicial en Ourense. Tráfico lo había detectado al volante de un Porsche Cayenne a 156 kilómetros por hora en una zona limitada a 60. El coche, dicho sea de paso, portaba placas de matrícula rojas, de las temporales. Durante el juicio, presentó un acta notarial de que en el punto en el que fue detectado por el radar no había señal de limitación. El notario había acudido al lugar un par de días después de que fuera multado y, en efecto, la señal había desaparecido. La jueza tuvo que suspender la vista y consultar con la Guardia Civil y Fomento para confirmar que esa señal existía cuando se puso la multa. Fue condenado al pago de 7.200 euros y 16 meses de retirada del carné, aunque la jueza no pudo probar qué pasó con la señal.

Agente de la ley frustrado

Antes, en la vista oral, la jueza había tenido que escuchar como Castro presumía de la potencia y seguridad de su vehículo y de sus habilidades como piloto, lo que supuestamente reduciría el riesgo por velocidad. Y es que el es muy de presumir, bien porque no sabe cerrar la boca o bien porque su vida es una constante huida hacia delante. No faltan quienes lo vieron simular llamadas telefónicas del futbolista del Real Madrid Raúl interesado en la compra de un Q7, o quienes lo escucharon fardar de ventas a otras estrellas de fútbol del momento como Mostovoi.

Su descaro es tal que no dudó en tratar con toda familiaridad y llamar "compañero" alguno de los guardias civiles que participaron en su detención y el registro que se realizó hace un par de semanas en el negocio de compra-venta de maquinaria agrícola que ahora regenta en la N-VI, a la entrada de O Ceao, tras la denuncia interpuesta por la multinacional John Deere. Cuando le respondieron que por qué les llamaba así, presumió de que había estado a punto de ser policía, que se había presentado a las pruebas y había pasado por la academia. Según otras fuentes, es verdad, pero no llegó a pasar el test psicotécnico.

Este es Eloy Castro, alguien con semejante confianza en su poder de convicción que ni siquiera se molesta en tomar las más mínimas precauciones. Y alguien, evidentemente, mucho menos listo de lo que se cree. De lo contrario no habría dejado tal reguero de pistas y pruebas en las múltiples estafas de las que se le acusa, por varias de ellas ya condenado.

Su modus operandi incluiría, según se puede leer en los autos judiciales, la falsificación burda de firmas para obtener créditos a nombres de clientes, cobros por transferencias bancarias, venta de vehículos que no responden a las características o a los años de matriculación convenidos, documentación falsa o explicaciones tan disparatadas como la del techo solar o la ausencia de señal de limitación de velocidad.

En otra ocasión, por lo que también fue condenado, compró por internet un CD con material registrado para preparar oposiciones a funcionarios de prisiones y abrió dos páginas web a través de las que vendía copias piratas del propio CD. En el juicio reconoció los hechos y aceptó tres meses y medio de cárcel.

Es decir, mentiras y estafas todas ellas con muy poco recorrido y fácilmente verificables que hacen pensar más en un tipo inconsciente con total desprecio a las consecuencias que en un genio del mal. Un desprecio a las consecuencias que le ha llevado incluso a arrastrar en su caída a sus propios familiares, ya que sus padres llegaron a acompañarle en el banquillo de los acusados por un delito de alzamiento de bienes relacionado con la venta de un piso.

Libre, por ahora

Con estos antecedentes, quizás lo único más estrambótico que su propia personalidad es que todavía no haya regresado a la cárcel, algo que solo se puede explicar por el peculiar funcionamiento de una Justicia que lleva más de siete años instruyendo el caso Autocentrum y aplazando decisiones.

Tampoco es seguro, de todos los modos, que su reingreso en prisión, de suceder en algún momento, vaya a cambiar a Eloy Castro. No lo hizo en 2011, cuando entró para cumplir una condena de un año por obstrucción a la Justicia. En aquella ocasión, la Fiscalía y la Audiencia Provincial se negaron a conmutarle la pena por una multa "porque su conducta es indicadora de su reticencia a cumplir las normas".