Los encuentros protagonizan el inicio de la tercera fase

La movilidad interprovincial permitió a muchas familias vivir el momento más esperado tras tres meses de separación
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El comienzo de la tercera fase de la desescalada dejó este lunes en la provincia un nuevo mapa de encuentros. El primer día sin fronteras entre provincias puso fin a tres meses de separación entre abuelos y nietos, hermanas y hermanos, madres e hijas, padres y tíos, amigos y amigas, en ocasiones alejados por pocos kilómetros. Nunca la realidad pensó que le iba a robar a Spielberg el título de una de sus películas, pero sí, al final fue cierto lo de los encuentros en la tercera fase. Los inevitables abrazos fueron ayer el gesto cumplido más esperado de este tiempo en una jornada llena de emoción.

Las pequeñas Grecia y Erea, con su madre y sus abuelos en Vilalba. EP

[Las pequeñas Grecia y Erea, con su madre y sus abuelos en Vilalba. EP]

ABUELOS Y NIETOS. Nervios, satisfacción y alivio fue lo que sintieron este lunes, según indicó su padre, las pequeñas Grecia y Erea Prieto Tengido, de seis y cuatro años, cuando se reencontraron con sus cuatro abuelos y unos tíos paternos en Vilalba. Tres meses se cumplieron desde la última vez que estuvieron en la capital chairega, antes de volver a su domicilio en Cambre.

El camino inverso estuvo este lunes lleno de "moito nerviosismo", que se disipó con los primeros abrazos, para los que hubo "vía libre", y las posteriores preguntas sobre "os seus espacios e xogos que xa tiñan controlados", explica su padre, Roberto, que junto a su mujer Tania ya les habían dicho a las pequeñas que tan pronto pudieran irían a ver a los abuelos, con los que compartieron todos juntos una cena en la casa de los paternos, en la parroquia de Goiriz. Pero, aún así, la tarde se les hizo corta. "Podemos quedar a durmir? E quedarnos toda a semana?", preguntaba Erea.

Abrazos en Vilalba entre Genoveba García y su nieta Sabela. EP

[Abrazos en Vilalba entre Genoveva García y su nieta Sabela. EP]

También se quedó con ganas de más Sabela López Prieto, de tres años, que este lunes pudo cruzar con su madre la frontera entre provincias y recorrer los poco más de 30 kilómetros que hay entre As Pontes y Vilalba para ver a su abuela paterna, Genoveva García. "Quiero hacer un trabajo con ella, dar de comer a las gallinas. Quiero trabajar", aseguraba con seriedad a sus padres, Miguel e Inma, cuando le dijeron que tenían que marcharse.

El reencuentro fue corto, pero intenso. Sabela y Genoveva se fundieron en un profundo abrazo para tratar de dejar atrás los tres meses que estuvieron sin verse en persona. "Faciamos videochamadas, pero isto é outra cousa. Tardábache a abuela?", le preguntaba a la pequeña.

No fue la única visita de la que disfrutó este lunes Sabela, que fue también a ver su madrina Lucía. "En Vilalba ten a avoa, o tito, que é meu irmán, os pais do meu curmán Antonio, que son como os segundos abuelos, e os padriños. A maioría da familia tena nas Pontes, e foi unha sorte", explica Miguel.

De Parga a Aranga para ver a la bisabuela. EP

[De Parga a Aranga para ver a la bisabuela. EP]

TAN SOLO 20 KILÓMETROS. Desde Parga, en Guitiriz, hasta Pederamaior, en Aranga, no hay ni 20 kilómetros, pero el hecho de estar en provincias diferentes supuso que Nicolás Vázquez estuviese tres meses (la última visita fue poco antes del estado de alarma) sin ver a su madre, Edita, que vive en la localidad coruñesa con su hija Mari Carmen y la familia de esta.

"Xa tardaba, aos nenos acordábaselles ben o vir aquí", decía Nicolás, que cruzó la frontera interprovincial acompañado por sus dos nietos, Aroa e Iván, deseosos de ver a la bisabuela. Y ella de verlos a ellos. "Víaos nas fotos, algo é algo, pero coma velos en persoa non é, teño uns netiños moi guapos" decía Edita, mientras sus dos hijos manifestaban lo extraño que les había resultado el poder desplazarse a Monforte o a A Coruña, pero no a solo unos kilómetros para poder encontrarse con sus familiares.

La familia de Sandra Mouronte, por fin juntos. EP

[La familia de Sandra Mouronte, por fin juntos. EP]

ESPERADO E INESPERADO. El encuentro de Sandra Mouronte Ferreirúa con sus padres se adelantó a la noche del domingo, y el coronavirus pasó a un segundo plano. Esta joven guntinesa con residencia en Santiago de Compostela tuvo un accidente en casa, y sus padres tuvieron que ir a pasar la noche con ella un día antes de su encuentro previsto. Por suerte, todo quedó en un susto, y este lunes viajaban juntos hasta Guntín, donde el reencuentro se prolongará durante días.

Sandra Mouronte estaba acostumbrada a ver a sus padres y hermano, que viven juntos en Guntín, cada fin de semana o, como mucho, cada quince días. El confinamiento se le hizo eterno, pero no sabría cómo habría sido de no disponer de la tecnología que permite realizar videollamadas a diario. "Vernos, e ver que estabamos ben, facilitounos moito este tempo, do contrario tería sido traumático", indica.

Tiempo que fue, sin embargo, más duro para ella. Los dos primeros meses los pasó en Santiago, y el tercero, cuando se permitió el movimiento dentro de cada provincia, se trasladó a la segunda residencia familiar de A Pobra do Caramiñal, donde sus padres y su hermano la fueron a buscar el domingo por la noche. Tener más contacto entre vecinos, aunque fuese a distancia, o reconocer mejor su hogar en esa casa fueron cosas que le ayudaron a sobrellevar los días difíciles de esta crisis en la que tuvo que lamentar el fallecimiento de una persona cercana.

Su familia, sin embargo, lo llevó mejor en Guntín, con una vida más parecida a las rutinas de la antigua normalidad. "Eles vivírono ben porque están no campo. O único que notaron foi a restrición da mobilidade, pois acostumaban viaxar á Pobra do Caramiñal dúas ou tres veces ao mes, e sobre todo agobiáronse moito por non poder verme", comenta. Así que, pese al susto, fue la del lunes una jornada de alegría.

Sara Taboada, con sus padres en Chantada. EP

[Sara Taboada, con sus padres. EP]

DESDE VIGO. En Chantada, el estado de alarma supuso para todos pasar de celebrar la feria del vino a no poder salir de casa. Un ejemplo es la pareja que conforman Sara Taboada y Moisés Francisco. Viven juntos en Vigo, donde el confinamiento les pilló en un piso de 35 metros cuadrados solo una semana después de estar de fiesta con sus amigos en un municipio repleto. "Ao principio leveino máis ou menos ben, pero ao final fíxose duro", comenta Sara. Tres meses más tarde por fin ha visto a sus padres y abuelos. "A miña nai, que aínda non fora un bar, obrigoume a ir cear unhas tapas", relata la joven.

En el retorno a su domicilio, Sara ha resistido las ganas de abrazar a sus seres queridos. "Sinto unha mestura de alegría e precaución, porque veño dun área sanitaria con máis casos ca Lugo", explica. Moisés también ha vuelto a casa de sus padres, en la parroquia de Muradelle. "Sara acompañoume en Vigo para que non estivera só. Eu tiven sorte, porque podía saír traballar, pero ela quedaba todo o rato no piso. Foi moi duro", cuenta. En Chantada se sienten aliviados. "Non aguantabamos máis en Vigo. Necesitabamos vir", señala Moisés. Tanto a él como a su novia les tocará regresar a la ciudad olívica el domingo. El lunes deben retomar sus respectivos trabajos.

Moisés, en Muradelle. EP

[Moisés, en Muradelle. EP]