Cierre total de los bares en A Milagrosa: "Así es inviable"

La mayoría de los más de 50 locales no abrirán al menos hasta el miércoles, día en que se vuelve a reunir el comité ►Esta medida no es solo por cuestiones económicas, sino también porque ven "desproporcionadas" las restricciones
Un bar de A Milagrosa. XESÚS PONTE
photo_camera Los hosteleros de A Milagrosa se pusieron de acuerdo para cerrar las puertas y no atender ni siquiera en las terrazas. XESÚS PONTE

A las 12.45 horas, cuando las terrazas de la Rúa Divina Pastora deberían estar abarrotadas, pese a ser un sábado fresco y lluvioso, el personal de uno de los establecimientos de esta calle peatonal, la vermutería La Zona, recogía las mesas, las sillas y pasaba la verja. "Si no podemos tener clientes dentro y la terraza solo puede tener el 50% de aforo, es inviable", afirmaba su propietario, Ángel Canario, que recordaba que la noche anterior, justo antes de que entrasen en vigor las medidas restrictivas para A Milagrosa, "cinco camareros atendieron a cuatro personas".

Esa mecha prendió en el resto del gremio del barrio. La mayoría de los más de 50 establecimientos de hostelería afincados en A Milagrosa permanecerán cerrados cinco días, al menos hasta el próximo miércoles, día en el que se reunirá el comité clínico que asesora a la Xunta para analizar la evolución de los casos.

Pero este cierre patronal no responde solo a cuestiones económicas, es también un acto de protesta. Los hosteleros, según puso de manifiesto Javier Serén, de El Dotmas Bar, quieren así mostrar su "total desacuerdo" con lo que consideran "unas medidas ilógicas y desproporcionadas para un barrio que no fue el centro del brote en la ciudad y tampoco tiene los casos positivos en su mayoría en la hostelería".

Un grupo de hosteleros recorrió a última hora de la mañana las calles del barrio para animar a sus compañeros a que cerrasen

En un comunicado hecho público, los hosteleros advierten de que sus negocios se verán afectados "muy negativamente a corto y largo plazo" y hacen hincapié en que sus establecimientos y los de los demás sectores del barrio "cumplimos y hacemos cumplir las medidas de seguridad".

Un grupo de hosteleros recorrió este sábado el barrio para animar a sus compañeros de gremio a secundar el cierre. La hostelería es la principal damnificada por las limitaciones. Víctor Couso, que lleva dos décadas trabajando en el sector, aseguraba, mientras recogía para cerrar, que es "la ruina completa de A Milagrosa".

Las condiciones meteorológicas tampoco animaban ayer a salir de casa, pero los comerciantes, no solo los hosteleros, atribuían ese menor ambiente a las restricciones adoptadas por las autoridades sanitarias el viernes y no tanto a la jornada desapacible y lluviosa. "No nos ha hecho mucho favor. Temo que nos afecte; de hecho ya lo está haciendo", afirmaba, a última hora de la mañana, Francisco Ares, que tiene una jamonería en la zona.

"Non sei se é necesario estigmatizar o barrio. É un problema da cidade, non de cinco rúas concretas"

ESTIGMATIZACIÓN. Preocupan las repercusiones económicas, pero también las sociales. El párroco de A Milagrosa, José Antonio Ferreiro, aseguraba que "ante o problema sanitario esta sinalización do barrio causa sufrimento". "Non sei se é necesario estigmatizar o barrio. É un problema da cidade, non de cinco rúas concretas", precisaba este sacerdote.

Coincidía con esta apreciación el historiador Luis López Pombo, que lleva desde 1988 viviendo en A Milagrosa. "É un golpe moi duro. Non nos poden tratar como se foramos apestados. Que haxa uns casos non quere decir que non se poida vir ao barrio. Non se debe dramatizar", señalaba.

López Pombo hacía un llamamiento a la responsabilidad para respetar las medidas adoptadas con el fin de que "nos levanten as restricións o antes posible e que o barrio recupere o esplendor". La iglesia de A Milagrosa también ha reducido su aforo, que hasta este sábado era de 180 fieles, con tres como máximo por banco.

El templo se desinfecta cada día al abrir y al cerrar y después de la celebración de cada oficio. Este fin de semana solo tiene programadas las misas habituales. A quien ha pillado también de imprevisto estas medidas es a Samuel Meca, un seminarista que se incorporaba el pasado viernes a esta iglesia. Hace casi tres meses este joven llegaba a Lugo tras un año como misionero en Vietnam.

"Cuando regresé a España me tuve que acostumbrar a la mascarilla, porque allí no se usaba, ni hubo confinamiento porque mientras estuve solo hubo 200 casos, sin muertes, en un país de 94 millones de habitantes", detallaba este joven natural de Lorca (Murcia).

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