Birras, acampada y marcha invernal despiden A Candeloria

Las 20 grados del sábado invitaban a acampar en el Parque do Miño y esa fue la excusa para que cientos de jóvenes hiciesen lo propio con el fin de tener un refugio donde echarse a dormir una vez que acabasen los conciertos y el cuerpo no aguantase más. A Candeloria se despide como festival, pero deja seguidores en toda Galicia

Imágenes del festival de A Cadeloria, en el Pazo de Feiras e Congresos. XESÚS PONTE
photo_camera Imágenes del festival de A Cadeloria, en el Pazo de Feiras e Congresos. XESÚS PONTE

LUGO VIVÍA el sábado un día de invierno con clima primaveral y ambiente festivalero veraniego. La última edición de A Candeloria se dejó querer por unas 2.500 personas -según la previsión que tenía la organización- que acudieron al Pazo de Feiras e Congresos, desde las doce del mediodía hasta la madrugada, para ver y escuchar a un plantel de grupos formado por Os Veraneantes, El Coleta, Jarfaiter, Rebeliom do Imframundo, Mafalda, Ruxe Ruxe, Gatillazo, Nao, El Último Ke Zierre, Juantxo Skalari, Dakidarría, Tremenda Jauría y el DJ Maislume.

El poder de convocatoria del programa –con grupos de rap, punk y rock– no se ponía en duda tan solo dos horas después del inicio de los conciertos, a las seis de la tarde. A esa hora, apenas había ya aparcamientos libres en las inmediaciones del estadio Ángel Carro y de la parte superior del Pazo de Feiras. En los coches, distintas pandillas aprovechaban el sol de febrero y se sentaban en torno al maletero para saborear allí el calimocho o las birras y, de paso, ir ambientándose para el festival con música que salía, esta vez, de los altavoces de los vehículos.

Al lado de los coches, en las aceras o en el césped del paseo, varios de los asistentes calentaban motores al sol antes de meterse en el Pazo de Feiras, aprovechando la buena temperatura.

Furgonetas y tiendas de campaña se congregaban en los alrededores del pazo. Las primeras, aparcadas en su parte posterior. Las segundas, en la zona verde del paseo, frente al río y también frente a las franjas de tierra levantada por los jabalíes.

Otros, en cambio, aprovechaban la tarde para sumarse a las terrazas de los bares próximos al puente romano -a tope de gente- o incluso subían al centro para hacer turismo antes de sumergirse en el festival. Porque para muchos la asistencia ayer al festival de A Candeloria supuso una excusa para visitar la ciudad. Gabriela y Noelia, por ejemplo, nunca habían estado en Lugo. Ayer cogieron el autobús desde Vigo y decidieron venirse al festival de A Candeloria.

La fecha –en febrero y, teóricamente, pleno invierno– y la falta de otras opciones de ocio más atrayentes y más cerca las trajeron hasta aquí. Venían a por todas: a ver los conciertos ya desde primera hora de la tarde y a aguantar toda la noche sin dormir. De hecho, a las seis todavía no habían buscado dónde quedarse ni tenían intención de hacerlo. Su idea era pasar la noche en vela y coger el primer autobús de la mañana de hoy hacia Vigo.

"Non o pensamos moito. Vimos o cartel en Instagram e dixemos: "Veña, imos!". Non está mal o festival pero mellor sería que o fixesen fóra, sobre todo co bo tempo que fai. A min os festivais a cuberto nunca me gustaron moito!", afirmaba Gabriela.

COLAS. Si fuera había ya ambiente, dentro no era menos. En la taquilla, se formaban colas para poder entrar y otro tanto ocurría para acceder al recinto donde los guardas de seguridad revisaban los bolsos. El Coleta daba -nunca mejor dicho- sus últimos coletazos en el escenario y presentaba al siguiente, el rapero Jarfaiter.

Entre el público, estaba Rubén con dos amigos más. En su caso, venían de Vilalba. Los tres forman parte de ese público fiel que no perdona ninguna edición de A Candeloria desde que, hace cuatro años, acudieron por primera vez. "Nós durmiremos na furgoneta. O festival está moi ben porque actúan grupos moi variados . Por iso vimos sempre", comenta este joven.

El año que viene Rubén y sus amigos no volverán. A Candeloria se despide, con seis ediciones a sus espaldas, por falta de apoyo institucional para su organización.

"Só tivemos os primeiros anos unha pequena axuda da Deputación pero este ano non houbo nada que facer. Todo foron trabas. Non houbo feeling connosco", afirma Manu, integrante de la asociación A Candeloria Lugo, organizadora del evento. Un festival que nació con la idea de cubrir un hueco en el panorama cultural lucense donde sonasen grupos de rap, rock o funk pero con algo en común: hacer música con mensaje.

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