Polo bicho non se paga

HAY DIFERENTES formas de encarar un problema. Se puede pasar del asunto y confiar en que algo parecido a una intercesión trinitaria ponga las cosas en su sitio. A veces hay suerte y las aguas vuelven solas a su cauce. No es lo más habitual. Normalmente, las dificultades no desaparecen por sí solas. Tienden a enquistarse y a dar por saco hasta que alguien coge el toro por los cuernos y trata de ponerles remedio. Esa es otra de las opciones que tenemos cuando nos encontramos con un contratiempo. Plantarle cara y poner cierto empeño para solventarlo. Suele dar mejores resultados, pero tampoco es una fórmula cien por cien efectiva. Además, es bastante más cansada. Obliga al personal a poner algo de su parte y no todo el mundo está dispuesto a mover el culo para sacar del fuego las castañas propias, y mucho menos las ajenas.

Hay, en todo caso, una tercera vía. Es más vieja que el arte de evacuar sentado, pero nunca ha pasado de moda. Consiste en rebotarle el muerto a otro. Que sean los demás los que se hagan cargo del marrón. No faltan auténticos devotos de esa forma de comportarse ante la vida. A muchos caraduras les funciona muy bien. Van librando de situaciones comprometidas a base de endosarles embolados a los demás. Cualquiera puede afiliarse a esa cofradía. Ahora bien, la receta funciona mejor cuando quien la cocina tiene la sartén por el mango.

Algo parecido acaba de hacer el Gobierno con la entrada en vigor de la nueva ley de seguridad vial. Ante un problema difícil de solventar, con demasiadas aristas para dejar contento a todo el mundo, ha optado por la solución más sencilla. Ha dejado que la responsabilidad por los accidentes que provoca la fauna salvaje recaiga, de forma genérica, en los conductores. Y lo ha hecho porque puede. La Administración queda prácticamente exenta de pago. Sólo se podrá culpar al titular de la carretera si no coloca señalización específica en los tramos en los que exista una elevada siniestralidad por accidentes con animales. También, cuando hablamos de vías de alta capacidad, si el vallado está deteriorado y permite el paso de las especies cinegéticas. Aún así, incluso en esas circunstancias, es más que probable que los propietarios de los vehículos se vean obligados a litigar contra los mismos que han hecho la ley para defender sus derechos. De entrada, no se lo ponen nada fácil.

Los tecores tendrán que seguir asumiendo el pago de los estropicios si se demuestra que son consecuencia de una cacería organizada el mismo día del siniestro o en las doce horas posteriores. Por lo tanto, con la nueva norma en la mano, los conductores serán responsables en la inmensa mayoría de los casos.

Hablamos del pago de decenas de miles de euros por daños a personas o a bienes materiales. En un solo trimestre, llegaron a producirse en Galicia más de doscientos accidentes ocasionados por la fauna salvaje. Lugo es la provincia gallega con mayor siniestralidad por esta causa. Hace un par de años, un jabalí llegó a provocar un incidente en plena Avenida de Madrid. Suele pasar cuando los bichos de carácter rústico tienen que adaptarse a ciertas normas de urbanidad.

Pocos son los conductores que no se han llevado un susto al encontrarse con bestias en la calzada. Bípedos incívicos aparte, algunos nos hemos topado en la carretera con corzos, jabalíes, caballos, zorros, ardillas, conejos y demás fauna del reino animal. Sólo la suerte evitó que esos tropiezos inesperados acabasen en un buen leñazo. Nadie está libre de pegársela el día menos pensado. Hasta el vehículo oficial del presidente de la Xunta se llevó por delante a dos ejemplares de jabalí.

Si antes la responsabilidad estaba un poco más repartida, ahora recae de forma mucho más nítida sobre los propietarios de los vehículos. Habrá que prestar más atención a la cobertura de nuestras pólizas de seguros. Al menos, los conductores siguen estando exentos de pagar indemnizaciones a la familia de los jabalíes o de los corzos arrollados. De momento, por el bicho no hay que pagar. Demos gracias.

A lo mejor tiene algo que ver

El estado de nuestra red viaria es el peor de los últimos veinticinco años. Eso al menos es lo que se desprende de un informe realizado por la Asociación Española de la Carretera. En la mayoría de los trazados encontramos baches, socavones en el firme y una señalización vieja y deteriorada. Es otro efecto pernicioso de la crisis. Sería necesaria una inversión de 6.200 millones para devolver las calzadas a una situación razonable. A menudo se habla de otros factores, pero no estaría de más preguntarse cómo influye esto en los accidentes.

Comentarios