Es el único de su carrera que atrevió a pedir una plaza que quema como si Lugo fuera realmente el infierno judicial en el que parece haberse convertido. Llega con las ideas claras y un estilo personal y profesional muy alejado del ‘dejar hacer, dejar pasar’ de su predecesor.
JUAN JOSÉ BEGUÉ ultimaba ayer un montón de asuntos pendientes en A Coruña, apremiado por la velocidad con la que se ha desarrollado todo el proceso de su selección, nombramiento y toma de posesión como fiscal jefe de Lugo, «una premura pocas veces vista con anterioridad». Natural de Huesca, casado con una coruñesa y padre de una niña, ya conoce bastante de Lugo, en especial las playas mariñanas propicias para el surf. Y, por lo que se intuye, también conoce bastante más de lo que dice de la situación que se encontrará en la Fiscalía lucense, Amable y cercano en el trato, es además hábil para evitar meterse en jardines. Sus respuestas son, sin embargo, directas y argumentadas con una claridad expositiva que dibuja a una persona tan segura en lo profesional como interesada en lo social.
¿Sabe usted bien dónde se ha metido? ¿No le dice nada que sea el único que quiso este puesto?
No suelo hacer mucho caso de lo que leo o lo que me cuentan. Sobre el papel, no hubo más candidaturas, pero dentro de la carrera fiscal se suele saber quién está interesado en pedir una plaza. Pero es cierto que tampoco pregunté, no sé si había más interesados.
Supongo que es consciente de la complejidad de la vida judicial lucense en los últimos años.
La complejidad es una cuestión de perspectiva, que depende del enfoque, del talante, de la posición que adoptas. Y yo soy una persona muy tranquila. Sí que estoy al tanto de que hay asuntos con cierta trascendencia, incluso con problemas internos y querellas de por medio. He visto algunas informaciones, pero sería muy poco razonable por mi parte asumir que voy a llegar a un campo de batalla. Prefiero esperar a estar sobre el terreno.
