El espíritu marista

Como cada año y fiel a su cita llega el páramo, la nada veraniega o el lucensismo solitario. Un fin de semana de sol y ya tenemos la ciudad como un desierto en horas bajas. Los turistas despistados que se pierdan por aquí se pueden encontrar a sí mismos en los dos o tres meeting point de la ciudad temiendo el final de la civilización conocida. Sólo los pobres invitados de la gran temporada de bodas y los cuatro gatos que renegamos de las playas hacemos guardia en este reposo absoluto.

Y en esta parsimonia pequeño urbanita no sería difícil encontrarse con ese espíritu marista invocado  desde algunas partes vagando por las calles. Es en estos momentos de flaqueza informativa y serpiente de verano cuando más hay que cuidar los departamentos de comunicación y, si no se tienen, crearlos. Un error, un paso en falso o un simple disparate anacrónico pueden convertirse en centro de atención inmediato y en una bola de nieve informativa difícil de parar.

El Colegio Maristas de Lugo escogió un mal momento para invocar a su espíritu cristiano; para cometer un error de estrategia y vulnerar dos o tres convenciones democráticas. A los alumnos que se les inculca el perfil ad hoc —aunque no estén de acuerdo ni con los métodos ni con la literatura— no les queda otra que patalear en casa y tragar con esas ruedas de molino gigantescas que algunos tuvimos que pasar en nuestro día. Ésas que cuando te haces mayor las recuerdas como curiosidad anacrónica, procuras darle un barniz y continuar como si no pasase nada. Otra cosa muy distinta es cuando eso afecta a trabajadores, cuando hay despidos y cuando ese ente sobrenatural se apropia del edificio y de su administración. El espíritu que ahora se aloja en el colegio lleva ya cuatro profesores despedidos, y tiene el arma cargada por si hay alguien más con el perfil movido. El método evangelizador de alumnos y profesores díscolos es muy parecido: la repetición, la obligatoriedad y, si no hay cambios, el castigo.

Desde aquí les informo de que la libertad de conciencia de los alumnos no se cura con los viejos métodos. Sólo se camufla y se guarda en un cajón hasta que suene el timbre. En tal caso —y aquí les doy la razón a medias— podría servir para los trabajadores si no existiese un sistema que los protege y ampara. Así que les recomiendo que cuiden la comunicación interna y externa, y que si van a poner patas arriba el modelo lo hagan en invierno. Cuando la Liga está en marcha y la política ocupa las tertulias.

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