Los viajes gallegos de Javier Reverte

España perdió el pasado día 31 al que sin duda fue su gran escritor de viajes, Javier Reverte. Pero él, consciente de que su tiempo se agotaba, apuró y dejó preparado material para al menos tres libros más. Uno de ellos llevará al lector por Irán y Turquía, un periplo que realizó acompañado de una delegación gallega
Javier Reverte (Madrid, 1944), sentado a la derecha, con la delegación gallega en Turquía. EP
photo_camera Javier Reverte (Madrid, 1944), sentado a la derecha, con la delegación gallega en Turquía. EP

Llevaba Javier Reverte ya tiempo masticando su libro sobre Irán y Turquía cuando al madrileño se le presentó una oportunidad un tanto diferente para explorar este último país: a través de una delegación española que participaba en la costa del Mar Negro en un proyecto internacional de cooperación pesquera. Y como él no era de los que debaja pasar las oportunidades, y mucho menos desde que sabía que sufría un tumor inoperable, se 'empotró' junto a un equipo de cinco españoles liderado en esta ocasión por la Consellería do Mar de la Xunta.

Fueron siete días entre la última semana de agosto y la primera de septiembre en la que Reverte accedió a una región turca que a menudo queda fuera de los principales circuitos turísticos: el área sureste del mar Negro, ya más cerca de Georgia o incluso de Sebastopol que del propio Estambul.

En su ruta por ciudades como Arvin, Rize, Trabzon, Giresun y Ordu el escritor madrileño tomó notas y notas para su libro, pero también entabló amistad con la delegación española y gallega a la que acompañaba y se interesó mucho por le proyecto liderado por el mariñano Antonio Basanta, jefe de gabinete de la consellería, sobre asesoramiento y desarrollo pesquero en Turquía, una iniciativa de cooperación financiada por la UE y que se puso en marcha en 2018. Su objetivo es de orientar al sector pesquero turco para que se dote de organizaciones profesionales de pesca y acuicultura similares a las que existen aquí.

Tal fue la implicación de Reverte en el proyecto que el escritor madrileño se ofreció a plasmar en un artículo periodístico el trabajo que estaba desarrollando la Xunta junto al Ministerio Asuntos Exteriores y Cooperación. Un artículo que precisamente vería la luz en El Progreso, pero que finalmente se quedó en el tintero con el prematuro fallecimiento de Reverte el 31 de octubre, a los 76 años.

Su calidad literaria nadie la pone en duda. Pero gestos altruistas como el que Reverte tuvo con El Progreso a través del citado artículo hablan también muy bien de su calidad como persona. Algo que corroboran al 100% los que compartieron esos días en Turquía el que fue su último gran viaje.

"LE ENCANTABA EL MAR". En su día a día de esa semana otomana, que después él todavía prorrogó un tiempo más en Estambul, Javier Reverte repartía las 24 horas de la jornada entre sus visitas e indagaciones propias, los momentos de encierro para escribir y la compañía de la delegación. Allí hablaban "de todo", hasta de su cáncer, que asumía con una entereza que sorprendió a más de uno.

Pero lo suyo eran sin duda las anécdotas. "Tenía mil", recuerdan sus compañeros de expedición. Algo normal en alguien que fue corresponsal de guerra y que recorrió más de medio mundo para plasmarlo en unos libros que ya pasarán a la historia de la literatura española. Pero las aventuras que contaba Reverte no siempre eran de sus viajes. Las había de todo tipo, aseguran. Hasta la del romance de su padre, Jesús Martínez Tessier,, con la afamada actriz Ava Gadner, que quedó plasmado en el libro que Javier y su hermano Jorge escribieron sobre su progenitor.

Pero si había algo que atrapaba y apasionaba a Javier Reverte era el mar. Algo sorprendente para un madrileño de secano como él.

DE BARES A FISTERRA. Fue esa pasión por el mar la que acabó de tejer el lazo de amistad con la gente de una consellería que se dedica precisamente a eso y con un proyecto que tiene en los mares que bañan Turquía su razón de ser. Ellos le explicaban los detalles de su trabajo, de la pesca, la organización, las especies, el valor añadido... Y él les correspondía con sus aventuras navales, como cuando cruzó el Atlántico entre Canadá y Liverpool a bordo de un portacontenedores o cuando cubrió el paso del norte en un rompehielos.

Tal era la atracción que ejercía en él el mar que hasta se compró una lancha para pescar, que durante años tuvo amarrada en un puerto de Almería esperando por él cuando el trabajo le dejaba escaparse de la capital.

Y, en cierto modo, era también el mar uno de los elementos que más lo unía a Galicia. Una comunidad que "conocía", dicen quienes compartieron con él este último viaje por la tierra de los sultanes, pero con la que tenía, de algún modo, una espina clavada. Así, de esos días en Turquía no solo salió un montón de material para un libro o el compromiso de un artículo de 2.000 palabras para El Progreso. También el deseo –ya que consciente de su enfermedad nunca alcanzó la categoría de promesa– de visitar Galicia para completar una ruta por los faros desde Estaca de Bares hasta Fisterra, con el propio Antonio Basanta como guía de su periplo.

Finalmente no pudo ser. Pero Galicia quedaría marcada ya para siempre en la vida de Javier Reverte. Tanto en el último gran viaje que hizo como también en el último que deseó hacer.

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