Andrés (Lugo, 21 años) apenas ha podido dormir desde la noche del viernes, cuando el que iba a ser uno de los mejores fines de semana de su verano se transformó en tragedia. "No paro de darle vueltas; vivimos momentos muy duros que no le deseo a nadie", reconoce, todavía profundamente conmocionado por el accidente ocurrido en el Medusa Festival de Cullera (Valencia) que causó un muerto y 40 heridos.
Agotado, accede a hablar con El Progreso con la condición de que no se haga un tratamiento sensacionalista de su testimonio, como sí ha visto, "con horror", en otros muchos medios. "Estos días he encontrado imágenes devastadoras en Internet. Quien las publicaba no tenía ningún respeto por las víctimas", señala.

Él era uno de los miles de jóvenes que estaban en el recinto cuando un inusual fenómeno meteorológico —un reventón cálido— arrasó con varias de las estructuras del festival, provocando el fallecimiento de un joven y decenas de heridos. "El viento que soplaba era tan abrasador que, al principio, en mitad del desconcierto, creíamos que se había desatado un incendio", explica.
Su hermano mellizo Carlos, que también asistía al macroevento, coincide con él. "Era como estar al lado de una hoguera gigante: el aire te quemaba el cuerpo", insiste. "En esos momentos [la tormenta duró unos cinco minutos], más que pánico, yo sentía muchísima incertidumbre, porque no sabía si estaba ardiendo alguna zona del festival", admite.
"Entre el viento abrasador y las decenas de miles de personas que estábamos congregadas en los distintos escenarios, el ambiente alcanzó temperaturas elevadísimas; era insoportable", confiesa, por su parte, Andrés, que también recuerda cómo la gente se deshacía de su ropa para tratar de sobrellevar el calor entre la multitud. "Parecía que habían abierto un horno gigante", matiza.
"Creíamos que había un incendio. Era insoportable el calor que hacía. Parecía que habían abierto un horno gigante", relata Andrés
Tras los minutos de desconcierto inicial, el joven reaccionó y llamó a su hermano, que en esos instantes se encontraba en la zona de acampada. "Me dijo que había cosas tiradas por todas partes, así que decidí ir hasta el cámping para ayudarle a recoger".
Fue entonces, al salir de la zona donde se encontraba, cuando Andrés se topó con "un caos mucho mayor". Al llegar al escenario principal —el que sufrió el mayor derrumbe, a consecuencia del cuál falleció un joven de 22 años—, empezó a ver a "gente corriendo de un lado a otro, llorando y cubriéndose las heridas".
Según el testimonio de este joven, aquel caos duró entre diez y quince minutos, hasta que "los de seguridad reaccionaron y desalojaron rápidamente el recinto". Durante el tiempo que permaneció en su interior, Andrés tuvo tiempo aún de acercarse a uno de los heridos por si su ayuda podía resultar de utilidad. "Estoy seguro que ese herido era el chico cuya muerte se confirmó después", precisa. "Cuando llegaron las tres ambulancias que lo socorrieron, ya había varias personas de seguridad tratando de reanimarlo, aunque todo parecía inútil", detalla, noqueado aún por los momentos de impotencia que vivió.
"Un chaval lloraba desesperado porque no atendían a su amiga, que estaba en el suelo tirada, inconsciente", explica el joven lucense
Además del derrumbe del escenario principal, el viento provocó la caída de una de las estructuras ubicadas en la salida del festival, lo que ralentizó la evacuación. "Cincuenta o setenta jóvenes tuvieron que ayudar a levantar la valla para que pudieran rescatar a los ocho heridos que estaban atrapados bajo ella", explica.
Una vez fuera del recinto, Andrés escuchó una vez más los gritos de alguien que pedía ayuda. "Era un chaval que lloraba desesperado porque llevaba cuarenta minutos intentando que alguna ambulancia atendiera a su amiga, que estaba tendida en el suelo, totalmente inconsciente". El lucense se quedó con él hasta que subieron a la joven a una ambulancia. Después, Andrés tuvo constancia de que aquella chica "es la misma joven que está en la Uci".