El triunfo de un joven luchador

Álex Rey se aferró a su carácter perseverante para superar barreras y, con 21 años, debutar como profesional con el Lugo en Segunda A

Álex Rey señala una foto suya en la portada de El Progreso. XESÚS PONTE
photo_camera Álex Rey señala una foto suya en la portada de El Progreso. XESÚS PONTE

La tenacidad es una virtud que no está al alcance de muchos. Borrar la palabra rendición del vocabulario tampoco. Sobre todo cuando se trata de perseguir un sueño que no tiene el premio asegurado y que solo una minoría de privilegiados logra. Entre esa élite está Álex Rey. El mediocentro lucense tuvo que aferrarse a su perseverancia para saltar todas las barreras que aparecieron en su camino para debutar con el club de su ciudad como profesional.

Álex Rey viajó miles de kilómetros en un taxi entre los 12 y los 15 años, se alejó de su familia para vivir solo en otra ciudad, superó decepciones, luchó en Tercera División y entrenó duro en O Ceao para conseguir que Alberto Monteagudo lo hiciese jugar en Segunda con el Lugo. Sus quince minutos en el 0-4 ante el Córdoba no fueron un regalo, fue un acto de justicia para un luchador nato.

Este canterano de 21 años comenzó en el fútbol en el colegio de Albeiros, con 5 años, para formarse después en la Comercial y el propio Lugo hasta infantiles antes de dar el salto a una de las mejores canteras de Galicia, la del Deportivo. Para jugar allí iba y venía, junto a su hermano Javi -actual futbolista del Polvorín-, a Abegondo en un taxi.

"Entrenábamos o jugábamos cinco días en A Coruña, solo descansábamos dos días. Íbamos en un taxi que nos pagaba el club", recuerda Álex. "Era duro. Teníamos que salir del colegio e ir rápido a casa a comer y luego salíamos para Abegondo. Allí íbamos con ganas, porque suponía que podíamos entrenar, pero después la vuelta se hacía más pesada porque venías más cansado. Era duro pensar después en que al día siguiente había que volver a levantarse pronto. Costaba bastante".

Tras su etapa en el equipo de Riazor, pasó al Celta. Con quince años se fue a vivir a Pontevedra, donde estaba la residencia de los canteranos del club celeste de fuera de Vigo. "La familia lo pasó peor cuando me fui al Celta, porque tenía que vivir allí, lejos de ellos. Tenía quince años y tenía que buscarme la vida un poco solo".

"Cuando llegué al Celta tuve que estar en la Residencia Los Sauces, en Pontevedra, y fue complicado. Nunca había salido de casa, porque siempre hacía Lugo-A Coruña cuando estaba en el Deportivo y fue difícil adaptarme".

Pero Álex lo dio por bueno para perseguir su sueño de jugar como profesional. Lo hizo el pasado domingo con el Lugo, club al que llegó después de una cesión al Somozas en Tercera y de que el Celta rescindiera su contrato. Desde el Polvorín, Álex Rey trabajó de forma incansable para que Alberto Monteagudo le diera una oportunidad. Y esta llegó en Córdoba.

"Estuve entrenando toda la semana. El mismo sábado viajábamos y me comunicaron que estaba entre los 19 de la lista", recuerda Rey, quien ya había sido convocado ante el Osasuna y no notó los nervios de un posible debut en Córdoba. "No tenía nervios, sabía que estaba preparado. Esto es fútbol y no me puedo poner nervioso porque es mi trabajo", afirma.

El futbolista lucense vivió un domingo "sin nervios" en Córdoba, no así su familia, que tuvo que vencer la ansiedad delante de la tele

"No estoy nervioso antes de jugar. Los nervios te pueden traicionar y después es peor en el campo", destacó Álex, quien asegura haber dormido a pierna suelta la noche anterior al partido. "Dormí bastante bien la noche previa. Me mató un poco el calor que hacía en Córdoba, pero después, cuando enganché el sueño dormí perfectamente".

La frialdad a la hora de encarar un partido es otra de sus características. "No me pongo nervioso antes de jugar. Los nervios te pueden jugar una mala pasada, te pueden traicionar y después es peor en el campo".

Sí lo notó un poco en el momento de salir. "Cuando do fui al banquillo para ponerme la camiseta antes de salir se me puso la piel de gallina", relata hasta admitir que le costó entender al entrenador en la banda. "Mucho no escuchas pero algo coges. Lo que estás deseando es salir al campo porque es un debut con el primer equipo en Segunda División. El míster me dijo que disfrutara al salir al campo, que tuviera personalidad y que hiciera lo que sé hacer".

Mientras él rozaba el gol y daba lecciones sobre el césped apoyado por sus compañeros, su familia sufría ante la tele salvo su madre, que "prefirió irse fuera a caminar". Luego llegaron las llamadas, el reconocimiento, el guardar el partido en el ordenador y los periódicos del día siguiente como oro en paño. Ahora tocará seguir perseverando para convertir su presencia en el Lugo en un hábito.

Xavi, Arthur y Luka Modric como modelos
Álex Rey podría estar cortado por ese patrón que tanto gustaba a Cruyff o Guardiola: el de un centrocampista bajo, de calidad e inteligencia, de maniobras repletas de clase para buscar la asociación. Quizás el joven canterano del Lugo también lo sienta así, aunque sea del Real Madrid, ya que tiene en Xavi y Arthur, dos azulgrana, junto a Luka Modric, como los espejos a los que mirarse. "Me suelo fijar en muchos jugadores, pero de niño me gustaba quizás Xavi. Ahora, de la élite, me gustan mucho Arthur y Luka Modric", indica .

Entrenador
El entrenador referencial para Rey fue David de Dios, al que tuvo como preparador en el juvenil del Celta. "Me marcó mucho fue David de Dios en el juvenil del Celta. Fue un paso en el que te tienen que ayudar mucho para dar el paso a una categoría más". De la élite, es Zidane su preferido, "por todo lo que consiguió... y porque soy del Real Madrid", bromea.

Flamenco y familia
En cuanto a sus gustos musicales, Álex Rey afirma que escucha "un poco de todo", aunque su preferida es "el flamenco". Estar con "la familia y los amigos" son sus principales aficiones, ya que no "ve la tele", mientras que prefiere la "costa y un sitio de buen tiempo" como lugar de vacaciones.

 

"Solo pensé en volver a casa"

Volver a Lugo como refugio. Retornar a la ciudad y en la que dio sus primeros pasos para dar el gran salto que no quisieron patrocinar en Vigo y A Coruña. Enfundarse la camiseta del Polvorín y formarse de la mano de José Durán antes de debutar en Segunda División. Álex Rey tomó la decisión adecuada este verano cuando firmó por el filial rojiblanco. "Desde que el Celta decidió no quedarse conmigo no pensé en nada más que volver para casa para estar con mi familia. Es un lujo volver al Lugo, a un filial que está en Tercera y que tiene un primer equipo en Segunda División", valora Rey. 

En el Polvorín le esperaba José Durán, el técnico perfecto para formar a un chico que puede ser un valor de futuro para el club. "Jose (Durán) ya me conocía, ya me había visto jugar algunos partidos y él quería que estuviese aquí. Me ayudó muchísimo desde que llegué, confió en mi trabajo y me dio las oportunidades para meterme en el campo de titular cuanto antes, aún a pesar de llegar tarde en la pretemporada".

"Jose me dice que fútbol ya tengo mucho y que me tengo que centrar en defender, tener piernas y estar continuamente activo. Me dice que no desconecte ni un minuto por querer tener el balón, dar el último pase o tirar a portería", revela Álex sobre lo que le pide el preparador lucense.

Todos los del primer equipo me ayudan en los entrenamientos. Se portan bien conmigo, me dejan respirar

Tras el mal inicio colectivo, Rey ha contribuido a la gran segunda vuelta del Polvorín. "El míster siempre incidía en que tuviéramos confianza, porque está claro que teníamos mucho fútbol, pero nos faltaban pequeños detalles para ganar y competir un poco más en una categoría muy exigente. Al final, en la segunda vuelta, mejoramos mucho". 

El gran trabajo con el filial, donde es uno de los fijos para José Durán, le abrió las puertas del primer equipo, con el que suele entrenar. Ahí, con los mayores del Lugo, se suele fijar en sus compañeros de línea. "Siempre me fijé en Pita, Seoane, Aburjania, Sergio Gil, en Juan Muñiz, que puede jugar ahí... En toda la gente del mediocampo. Se portan bien conmigo, me dejan respirar". 

Uno de los que más lo apoyan es Iriome, que siempre está pendiente de los más jóvenes. "Todos me están ayudando mucho en los entrenamientos. El que sí que siempre está ahí es Iriome, que es un capitán y siempre me ayudó bastante".

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