Mariano no se ha ido...

Mariano Castiñeira. EP
photo_camera Mariano Castiñeira. EP

Una noticia especialmente triste nos sobrecoge a todos con motivo del fallecimiento de Mariano Castiñeira Villaseca. Hace apenas quince días celebramos su 74 cumpleaños (no 75 como se publicó) a orillas del Miño después de una apresurada sesión de entrenamiento, pero deseosos de apagar las velas cumpleañeras, sin llegar a sospechar, siquiera, que la vela de su vida se extinguiría en unos pocos días. Pasar en muy corto espacio de tiempo de una situación de alegría, de celebración a otra de tristeza, aunque de esperanza, se hacía difícilmente asimilable.

No es una tarea fácil dedicar unas líneas a la figura del médico, del entrenador, del amigo… y no es fácil porque Mariano, ‘Marianillo’, era un personaje que rayaba la excelencia, al que solo se le puede definir con palabras excelentes y para las que uno no se encuentra mínimamente capacitado. Como traumatólogo era un profesional excepcional, hecho que estoy seguro confirmarían todos sus pacientes; casi no eran necesarias píldoras o ungüentos bastaba con su mirada cálida, sincera y esperanzadora y una caricia en la pierna dolorida para que el paciente se sintiera aliviado. Dedicaba mucho tiempo e interés a preparar sus intervenciones, ningún detalle quedaba fuera de control y resolvía los casos con extraordinaria habilidad.

Como deportista se preocupaba de todos por igual, de los muy buenos y de los menos buenos, unos y otros mejorarían su rendimiento atlético. Casi nadie tuvo en su palmarés a cuatro atletas olímpicos que bien pudieron ser cinco, fruto de ese trabajo constante y entusiasta que antepuso a su bienestar particular.

Como deportista participante, Mariano obtuvo innumerables triunfos, especialmente en carreras de larga distancia, pero la carrera más importante de su vida en la que llegó a la meta antes que sus competidores tomasen la salida fue en la carrera de la amistad, un auténtico número uno que le hizo subir al podio más alto al que un ser humano puede aspirar. Sus consejos, sus reprimendas, la paciencia y atención que ponía en la escucha de problemas ajenos nos hacía sentir diferentes apaciguando nuestro desánimo o nuestra frustración. En lo particular, ha tenido que afrontar situaciones muy difíciles, que no es el momento de recordar, siempre con entereza, con humildad, pero con lucha apasionada de las que salió vencedor mientras los que estábamos a su lado nada o muy poco podíamos hacer para ayudarle, porque sus malos momentos no quería traspasarlos a los demás.

En los días venideros el equipo de mayores, que como él decía con tanto cariño "ya no valéis para nada" que denominábamos ‘Team Racing Mariano’, precisamente en su honor, nos juntaremos y llevaremos a Mariano con nosotros no físicamente, pero si espiritualmente y seguiremos escuchando sus consejos, lo que hacemos bien o menos bien, recordando sus frases, sus anécdotas, el rioja bueno con gaseosa… y qué sé yo cuántas más. Porque Marianillo no se ha ido, seguirá con nosotros y con los que vengan detrás por muchos años, por lo tanto, no le hemos perdido del todo si bien es igualmente cierto que algo de nosotros, al menos de mí, se ha ido con él.

Mi recuerdo para su esposa Luisa, que goza de iguales méritos que Mariano; a sus hijos Marianín, Luisita y Carmencita, todos el orgullo de su padre, y a Yago, que junto con su abuelo retiraba las piedras del jardín. Mariano, brindamos por ti.T.V.

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