La LEB vuelve a ser atractiva para clubes y aficionados

La posibilidad real de subir a la Liga ACB multiplica los proyectos encaminados a conseguir el salto de categoría. Durante seis temporadas prácticamente dejaron de producirse ascensos
Dago Peña sonríe durante el encuentro. XESÚS PONTE
photo_camera Dago Peña sonríe durante el encuentro Breogán-Valladolid. XESÚS PONTE

Cuando la LEB Oro se reanude el próximo fin de semana restarán solamente doce jornadas para la conclusión de la fase regular y en estos momentos hasta doce equipos están aún en disposición de aspirar al ascenso. Y de todos los involucrados, es decir los doce clubes, ninguno renunciaría al ascenso de categoría.

Esto último, consumar el premio deportivo, que podría parecer una derivación lógica de una buena temporada, dejó de ser normal durante varios años en la segunda competición del baloncesto español. Los efectos de la crisis económica de 2008 se unieron a unas condiciones económicas absolutamente inasumibles, mucho más en esa época de penurias económicas en todas las áreas, para que se cortara de lleno el lógico y, como se demostró, saludable trasvase de equipos entre la ACB y la LEB.

SOLO DOS ASCENSOS. Desde la temporada 2011-12 y hasta la 2016-17, en la que se eliminó el canon de ascenso y se revisaron el resto de las condiciones haciéndolas asumibles, tendrían que haberse producido diez ascensos pero la realidad fue que solo el Iberostar Tenerife —eso sí, renunciando a la plaza de ascenso pero negociando con el Alicante, que después de finalizar en la octava posición en la ACB vendió su plaza por sus problemas económicos— y el Andorra en el curso 2013-14 fueron capaces de cambiar de categoría. Es decir, Menorca, Burgos (durante tres temporadas), Alicante, Ourense, Palencia y Melilla no pudieron consumar un ascenso que habían conseguido en las canchas.

Solo Breogán, Ourense y Gipuzkoa s emantienen como el mismo club de sus inicios

Esta frustración no afectó solo a los directamente implicados sino que prácticamente todos los equipos participantes en la LEB eran conscientes de que en ningún caso podrían disfrutar del ascenso. La consecuencia primaria y más evidente es la merma de ingresos, la ausencia de interés mediático y de público hacia la competición y unas plantillas confeccionadas con presupuestos ridículos para lo que había sido esta Liga y, por lo tanto, con una minoración más que evidente en la calidad de la competición. Llegó un momento en el que ni siquiera se podía asegurar la mera participación de los equipos en la competición, ya que varios dejaron incluso de existir. La LEB Oro pasó de 18 participantes a solo 14 equipos en las temporadas 2012-13 y 2013-14, de quince inscritos en la 2014-15 y de 16 en la campaña 2015-16. En estos años la Federación Española de Baloncesto (FEB) consintió —todo valía para no dejar una competición ridícula en participación y calidad— que clubes recién creados (Burgos o Lleida) debutaran directamente en la segunda categoría o que otros que no habían logrado el ascenso en las canchas pudieran dar el salto solo por inscribirse dentro del plazo.

El desprestigio de la LEB era más que evidente, incluso con jugadores que preferían la tercera categoría francesa, por poner un ejemplo, o jugar en países más o menos exóticos baloncestísticamente hablando que hacerlo en una competición caótica en el plano deportivo pero también laboral, con muchos jugadores sin seguridad social o contratos por horas, por hablar solo de algunas de las irregularidades.

Fue, como queda dicho, una época oscura que dejó importantes secuelas, sobre todo en aquellas entidades que no fueron capaces de superar los desmanes previos a la crisis ni los efectos de esta. El destrozo fue más que significativo. Baste con decir que, y solo ciñéndose a la LEB, de las once ciudades que en algún momento tuvieron presencia en la ACB, solo tres de ellas pudieron mantener a la entidad, al club de toda la vida. Son los casos del Breogán, del Ourense Baloncesto y del Gipuzkoa, aunque estos últimos con la ventaja de que su fundación fue mucho más tarde que los anteriores, concretamente en el año 2001.

NUEVOS CLUBES. En el resto de la ciudades tuvieron que reinventar, en algún caso en más de una ocasión nuevas entidades para volver a competir. Así, el actual líder de la LEB Oro, el Valladolid, se fundó el 18 de junio de 2015. Ese mismo año también se creo el Fundación Lucéntum. En 2012 nacían Lleida y Fundación Granada, mientras que en la LEB Plata pelean Girona y Menorca, fundados en 2014 y 2017 respectivamente.

Lo positivo es que estas entidades, todas, y otras que aspiran a lo mismo aún sin un pasado en lo más alto tienen su objetivo en volver a estar en la élite del baloncesto español. Cada año el esfuerzo se redobla y los candidatos aumentan. Y no solo en la LEB Oro, también en Plata, donde Girona y Menorca, por ejemplo, piensan en la ACB. De hecho, en sus plantillas tienen a jugadores como Albert Sabat, Alberto Corbacho, Urko Otegui o Andreu Matalí. La LEB Oro crece cada año en competitividad y está ya a un paso de recuperar el nivel de su época dorada.

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