Gorka Otxoa: "Tuve la suerte de hacer humor en Euskadi sobre cosas muy jodidas"

El actor y humorista vasco se sube este viernes a las tablas del Hernán Naval de Ribadeo con la obra Juntos, un alegato contra la normalidad sobre personas con capacidades diferentes
Gorka Otxoa. MC ARTISTAS
photo_camera Gorka Otxoa. MC ARTISTAS

Se toma su tiempo para contestar pese a que admite antes de iniciar la entrevista que anda con el tiempo encima. La primera carcajada no tarda en asomar y entonces queda claro que Gorka Otxoa no es solo actor, es humorista. Un trabajador de la risa que está preocupado por el devenir de los tiempos y la persecución a quien opina. Se le eriza la piel por volver al teatro y recibir ovaciones, pero está más intranquilo con las redes sociales que con el papel de alguien malmente llamado discapacitado.

A usted lo hemos visto en muchos papeles y el denominador común, precisamente, parece la comedia. ¿Se le está haciendo más difícil hacer reír?
Depende un poco del público. En este contexto hacer humor político o sociopolítico es el motivo por el que hay gente entrando en la cárcel o yendo a juicios. Problemas judiciales por poner un tuit, por hacer un sketch... Eso es fuerte. Tuve la suerte de hacer Vaya semanita con humor político sobre situaciones muy duras, muy jodidas, con perdón, que se vivieron en Euskadi. ¡Y fue terapéutico! A todo el mundo le encantaba, desde un extremo del país al otro. Pero hoy en día... Con las redes sociales y la incitación al odio que se hace desde algunos partidos políticos, esto es preocupante.

Pero no se ha callado, o eso parece en sus redes sociales. Aún con el riesgo de perder el trabajo.
Es así de triste pero según lo que uno opine puede perder trabajo o que le contraten más. Me da igual. La verdad es que es bastante surrealista que esto pase. Una cosa es lo que pienso u opino y otra cosa es lo que hago como trabajador, artista en mi caso. Es muy triste esta cuestión. Y yo me censuro, eh. No me callo muchas cosas pero otras... Leo bien los tuits que pongo. Reviso y me preocupo más con eso con eso que con el personaje que estoy haciendo. Más atento a esto por si se lía.

Lo primero de todo, han vuelto las giras de teatro al fin. ¿Cómo ha sido compaginarlo con la pandemia?
Raro, como casi todo. Es raro el aplauso final, gente con mascarillas, aunque ahora al menos ya no hay huecos por el aforo. Aún así, ¡qué gozada! Ver que la gente vuelve al teatro, hacer llenos en la sala. Hay una conexión más potente entre actores y público porque ambas partes están haciendo un esfuerzo.

En este caso, lo que presenta es la obra Juntos, una comedia. ¿La mascarilla no está reñida con la risa entonces?
Se les oye un poquito menos, pero se ríen a carcajadas. De hecho, la gente tiene más ganas y necesidad de reírse. Hay que sacarse de dentro el sufrimiento que llevamos y en cada final hay unas ovaciones que me ponen los pelos de punta.

Su personaje es alguien diferente, que denominan "discapacitado", ¿pero qué es realmente ser normal para usted?
Este es el mensaje de la obra. ¿Qué es ser normal? No me gusta decir discapacitado, tienen necesidades diferentes. No les falta una capacidad y digo más, tienen otras capacidades. Su capacidad para amar, ser honestos y ayudar es auténtica, pura, mucho más que la de alguien supuestamente normal. ¿Por qué no tenemos nosotros una etiqueta con nuestras incapacidades para comunicarnos, hablar de sentimientos o decir "te quiero" a nuestra familia? Esto es un debate que existe y está ahí. ¿Quién y qué es más normal? ¡La de escala grises que hay entre unos y otros!

La gente tiene más ganas y necesidad de reírse

¿Supone un peso añadido para usted el representar a un personaje de un colectivo invisible casi en ficción? ¿O una preocupación?
Sí, no te voy a engañar. Sí. No solo por dar visibilidad, que me parece un regalo maravilloso a mí como intérprete, sino sobre todo por el respeto que hay que poner. Es casi amor. Un personaje así me provocó un gran miedo al principio, ni por asomo podía hacer una ofensa ni caer en un reírse de. Quise trabajar desde la verdad absoluta y los altibajos que todos sufrimos.

El miedo está ahí en tiempos de linchamiento público.
Quizá no tanto ese miedo, hoy en día hay mucho eso de "la asociación de no sé qué" o personas que se pueden sentir molestas... pero la unanimidad de aplauso a la obra me ha dejado tranquilo. Ha habido familias, muchas personas, e incluso una asociación, que al acabar la función se me han acercado plenamente emocionados. Se veían reflejados, vistos, no estaban solos en el mundo. Es un desahogo. Te emocionas. Nunca jamás, en más de 200 representaciones, ha habido alguien que me viniese a decir nada malo.

Entonces, ¿estamos preparados para aceptar lo diferente?
Bueno... ¡estamos en el camino! Hay mucho por recorrer a nivel social. Estamos mejor, mucho mejor, que hace treinta años y espero que mucho peor que dentro de treinta. Hay que trabajar, normalizar, visibilizar. Hacer de nuestras diferencias y errores algo con lo que trabajar. Debemos dejar de dividir el mundo en dos, blanco o negro, capacitado o discapacitado. Esta causa es como la lucha contra la violencia de género, la igualdad con las mujeres o combatir el racismo, algo que hay que seguir haciendo día a día.

¿Y es la comedia, la risa, la vía para llegar a esta igualdad?
La comedia es lo mejor para todo. Es una emoción visceral, sale de las entrañas, una risa desde lo profundo. Una cosa densa, sesuda, que necesite una explicación de todo, entra menos a la gente. Es mucho más difícil que cale. Algo que entre desde situaciones con las que te identifiques o empatices, que es un poco la base de la comedia, llega más fácil. La risa, al final, es terapéutica para tratar temas duros o complicados.

A esa gente que no quiere lo diferente ni de cerca, ¿qué le dirías?
Que le dé una oportunidad a nuestra obra y que vaya tranquilito a verlo, sobre todo. Que vaya sin prejuicios, que algo de poso se le quedará aunque sea en el subconsciente, ¡o no! Mejor para todos si sí, la verdad (risas).

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