Cristina García Rodero: "Mis mejores trabajos los he hecho en aldeas gallegas, por su gente"

Pionera como pocas, esta manchega nacida en la posguerra ha recorrido medio mundo con la única compañía de su cámara. Primera mujer doctora Honoris Causa por la Universidad de su tierra, ha sabido retratar el alma de los habitantes de Etiopía, de la India o de Saavedra.
Cristina García Rodero en la Praza Maior. SEBAS SENADE
photo_camera Cristina García Rodero en la Praza Maior. SEBAS SENADE

Cristina García Rodero (Puertollano, 1949) tiene 73 años, pero mantiene la misma vitalidad y la misma pasión por la vida que una adolescente. En su exposición callejera, traída a la Plaza Mayor de Lugo por la Fundación La Caixa, se mueve como pez en el agua, posando para los medios como, si más que fotógrafa, ella siempre hubiera sido modelo. "Sacadme guapa", advierte mientras se retoca el pelo. El agente que la acompaña sonríe: "¡Qué coqueta es!", exclama cariñosamente. Rodero da el titular antes de empezar oficialmente la entrevista, porque se sienta, mira a su alrededor con ojos de fotógrafa, suspira y confiesa: "¿Sabes qué? Mis mejores trabajos los he hecho en Galicia".

¿En Galicia?
Sí, sí, en sus aldeas. Cuando hice la serie ‘España Oculta’. que me llevó quince años y que acabé en el 89, venía mucho aquí cerca, a una peregrinación en Saavedra que se llamaba de Los Milagros. Ahí hice trabajos buenísimos, por la naturalidad de la gente. Ahora, después de 30 años, he vuelto a ir a las aldeas de entonces, pero todo ha cambiado muchísimo.

¿Por qué?
Por el nivel de vida y, sobre todo, por las comunicaciones. Antes, mis informantes eran los feriantes, los sacerdotes, las telefonistas, los taxistas e incluso los mendigos, porque eran los que iban y venían de una a otra parte. Ahora, sin embargo, te metes en internet y lo tienes absolutamente todo, pero es distinto: antes, al tener que preguntarle a la gente: "Oye, ¿cuál es la fiesta que más te ha llamado la atención? ¿Por qué?», hacías muchos amigos; ahora eso se ha perdido. Es más fácil encontrar la información, pero más difícil hacer amigos.

Cambian las aldeas y también cambia el trabajo del fotógrafo.
Totalmente. El trabajo del fotógrafo ahora está en dónde encontrar algo nuevo, dónde publicarlo y ver qué le van a pagar. Los periódicos hoy no pagan lo que tienen que pagar y, en lugar de contratar buenos fotógrafos, echan a los que tienen y al periodista le exigen hacer de todo, desde un vídeo a una fotografía, además de escribir las noticias.  

La parte profesional se pierde por gente que quiere hacer una foto para no volverla a ver más en su vida, solo para tenerla en el móvil.

Lo llaman ‘multitarea’.
¡Eso, eso: multitarea! Pues yo soy fotógrafa, a mí que no pidan un texto. Cada uno valemos para una cosa y, cuando haces algo para lo que no vales o que no te gusta, no lo haces bien. Entonces yo creo que los medios de comunicación están desvalorizando el trabajo del periodista y del fotógrafo. 

Cuando usted era pequeña, en su Mancha natal, recordará que sus mayores, con suerte, se hacían tres o cuatro fotografías en toda su vida. Ahora, nos  hacemos tres o cuatro todos los días.
¡Terrible! Ahora es la moda de yo soy protagonista de todo. Yo lo sufro, porque, voy a hacer fotos, y me ponen delante, sin ningún respeto, cinco o seis móviles. La parte profesional se pierde por gente que quiere hacer una foto para no volverla a ver más en su vida, solo para tenerla en el móvil. Yo creo que las tecnologías han hecho mucho bien, pero también mucho mal, porque han fomentado el ‘yo soy protagonista’.  

¿Y a usted qué la llevó a hacer fotografía en una época en la que no era tan habitual?
Ver a mi padre que nos hacía fotografías en los momentos felices: cuando nos íbamos de vacaciones, cuando había algo que celebrar. Yo asociaba la fotografía con un cacharro pequeñito que era capaz de registrar los momentos felices para que luego los pudieras volver a ver. Con 20 años, mi padre me compró mi primera cámara y ahí empezó todo.

Usted estudió Bellas Artes en la Complutense. No era habitual que una chica de Puertollano, en aquella época, se fuera a Madrid a estudiar una carrera artística.
¡Ya te digo! Yo no sabía ni que existía Bellas Artes hasta que una amiga del pueblo me dijo: "Tú tienes que hacer Bellas Artes y yo también". Pero había que pasar un ingreso, y ella se asustó. Yo, en cambio, tuve la suerte de dar con un profesor muy honesto que me dijo: "No estás preparada para pasar el examen, pero preséntate porque te va a servir para aprender". ¿Y sabes qué pasó? ¡Que aprobé!

¿Y quién le influyó entonces?
A mí lo que me gustaba era el ser humano, así que me influyeron mucho los retratistas, como Irving Penn o Diane Arbus, con la que me di cuenta del poder que tenía la cámara, de cómo podía llegar a las entrañas gracias a la fuerza de una mirada. De ella aprendí que el fotógrafo no tenía que agradar, sino sacar lo que realmente ve.

Cuando empezó, su sueño era hacer ‘España oculta’.
Sí. Acabé Bellas Artes y me dieron una beca de un año por viajar por España retratando sus costumbres. Me pareció estupendo hasta que comprendí que con un año no era suficiente. Tardé quince, pero al final publiqué el libro.

Fue fotógrafa autodidacta.
Claro, porque yo en Bellas Artes aprendí a pintar, no a fotografiar. ‘España oculta’ me apartó de la pintura, pero, en cambio, nunca perdí  mi mente de pintora, porque la formación hace mucho. 

Me tomaban por todo, me veían como el comodín para los que no tenían pareja. 

¿Qué recuerda de aquellos años de viajes por España?
¡Tantas cosas! Trabajaba mucho, porque, una vez que se me acabó la beca, yo pasé a dar clases en la Universidad, ese era mi sustento económico. 

¿Cómo era ser mujer en un mundo de hombres?
Me tomaban por todo, me veían como el comodín para los que no tenían pareja. 

¿Alguna vez tuvo alguna mala situación?
¡Muchas! También muchas buenas. Una vez, llegué de madrugada a Andújar y me tendí a dormir en el suelo, muy cerca de una familia que estaba durmiendo en la calle. Al verme, el padre se acercó y me echó una manta por encima. Detalles de esos he tenido muchísimos, pero también ha habido hombres que me han denunciado a la Guardia Civil o que han querido hacerme de menos por ser mujer.

Fue la primera persona española en entrar en la agencia Magnum, ¿qué fue lo mejor?
Poder hablar de fotografía con grandes fotógrafos. También un trabajo que hice de un indio que se había encargado de enseñar a leer a las ancianas de su tribu: era muy bonito ver a esas mujeres que no querían morir sin aprender a leer.

¿Cuál diría que es la foto de nuestro tiempo?
Por desgracia, todos los sucesos extremos actuales, lo que el hombre ha sido capaz de hacer con la naturaleza para que esta se convierta en algo furioso y desproporcionado. El resultado de explotar la Tierra hasta que la Tierra explota. Lo que hemos visto en Colombia o Venezuela es terrible.

Usted conoce bien esos lugares. Fuera de España, ¿qué le ha marcado más?
¡Y dale con escoger! Muchos sitios: Etiopía, México... La India me fascina por sus fiestas únicas y por su colorido.

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