Aunque su nombre nos traslada al otro lado del charco, Arde Bogotá es la banda cartagenera que ha llegado para transformar el panorama rock en España. Este sábado actúan en la terraza del Mar de Vigo a las 21.30 horas.
Usted es abogado y cambió la toga por el micrófono. ¿Y este giro?
Fue bastante loco y difícil porque nunca es un buen momento para dejar un trabajo estable. Pero también gratificante porque era inviable compatibilizar las dos cosas. Cuando dejé el empleo de abogado pude dedicarme en cuerpo y alma a la banda, que es como un monstruo de las galletas: cuanto más le das, más te pide. Dejé la toga y me casé con el monstruo.
¿La vida de carretera es mejor que la del despacho?
(Risas). No sé qué decirte. Recuerdo que un jefe me dijo un día en la oficina: "Aquí estamos un día más, en el mismo sitio, con la misma gente, para hacer cosas completamente diferentes". Y se parece un poco a lo que ocurre de gira, con la diferencia de que cada día es en un sitio distinto.
Su compañero Dani también estudia Derecho. Con dos abogados en el grupo no habrá quien se atreva a timarlos ¿no?
Me encantaría que ese fuese el titular de la entrevista: nadie puede timar a Arde Bogotá (risas). A ver si convencemos a alguien y sembramos ese miedo.
A pesar del nombre, no son colombianos, son de Cartagena, la de aquí. ¿Su nombre ha llevado a muchas confusiones?
(Risas). Muchísimas, tenemos mil anécdotas en este sentido de gente que cree que somos de Colombia. El nombre llama la atención y eso es bueno. Bogotá es el sitio donde sonó por primera vez nuestra música. Fue por casualidad, y al final nos llamamos así.
¿Qué tenía de especial Antiaéreo, que les hizo entrar por la puerta grande en la industria musical?
Fue la primera canción de la banda y la que marcó nuestro estilo. Tenía un sonido diferente a lo que la gente había escuchado. Era un tema básico que yo había escrito en guitarra y voz. Un día me presentaron a Dani, que estaba tocando con Pepe y Jota (los otros integrantes de la banda). Me invitaron a tocar con ellos, probamos ‘Antiaéreo’ y fue especial. Nos dimos cuenta de que ese era el sonido que buscábamos. Lanzamos la canción y empezó a abrirnos muchas puertas.
Cuando uno llega a un concierto nuestro se va a encontrar guitarras, energía, volumen, cierta rebeldía y tono canalla
Su música suena fresca y no parece recordar a nada. ¿Cómo se consigue algo así hoy en día?
Pues no lo sé (risas). Supongo que tiene que ver con una cierta búsqueda de la originalidad. Somos una banda de rock que intenta trasformar el panorama haciendo un sonido contemporáneo que hable de las cosas que nos inspiran.
Son una banda de rock healthy.
¡Claro! Somos rockeros healthy porque pedimos zumos y fruta en los camerinos (risas). De momento no nos ha dado por los excesos o por pedir cosas extrañas. Pero somos una banda de rock and roll porque cuando uno llega a un concierto nuestro se va a encontrar guitarras, energía, volumen, cierta rebeldía y tono canalla. Uno sabe que tiene que venir con ropa cómoda y ganas de pasarlo bien.
Antes de cada concierto siguen un ritual muy especial.
Le rezamos a un dios del rock and roll ¡Y ya hemos superado toda la lista de estrellas! Además hacemos un grito de guerra, que es un cántico de los ultras del FC Cartagena. Con eso nos arengamos.
Acaban de lanzar Cowboys de la A3. Un cuaderno de bitácora de sus viajes. ¿Es difícil escribir un disco montado en una furgoneta?
Es un disco de viajes en el que cada canción cuenta uno viaje distinto. Lo grabamos mientras estábamos de gira con el anterior álbum. Entonces, toda nuestra vida era de camino a algo: a un concierto, a casa... El disco está plagado de reflexiones y de ese sonido que pudimos descubrir gracias a viajar tanto juntos. Fue muy exigente porque lo grabamos en el tiempo que teníamos entre actuación y actuación. No lo hicimos sobre ruedas, pero casi. Gracias a ese punto de exigencia fuimos capaces de poner todo el corazón.
Hace cinco años eran cuatro chavales de Cartagena que soñaban con vivir de la música. Ahora llenan estadios. ¿Qué tal llevan la fama?
Para nosotros es una fama entre comillas. Nuestra música no nos permite salir en la tele, digamos. Es cierto que saltamos del anonimato, pero la gente que nos conoce lo hace por nuestra música. Es un reconocimiento muy agradecido porque se acercan a vernos en el contexto de un concierto y nos hablan de música. Pero si andamos por la calle es raro que nos reconozcan.
Tenemos gente que se ha tatuado el nombre del grupo, que han pedido matrimonio con una canción, que se han casado...
Beben de grupos como Arctic Monkeys y ahora comparten cartel con ellos. ¿Da vértigo?
Sí, estar en un cartel con bandas que admiras da mucha impresión y respeto. Pisar las mismas tablas que un grupo que es tu ídolo es alucinante y siempre piensas si estarás a la altura.
¿Cuál es la canción que les conecta más con el público?
Exoplaneta es una canción que la gente ha abrazado de una forma muy especial y siempre tiene un efecto bomba. Con el nuevo disco han aparecido otros temas que conectan muy bien con nuestro público, como el propio ‘Cowboys de la A3’, solo la hemos tocado una vez y ha sido maravilloso.
Hay gente que hasta se ha casado con sus canciones...
¡Sí! Tenemos gente que se ha tatuado el nombre del grupo, que han pedido matrimonio con una canción, que se han casado... Esto simboliza que lo que hacemos es algo más grande que lo que cabe en el envoltorio de un disco. Al público le importa de verdad lo que hacemos y eso emociona mucho.
¿Siempre soñó con ser artista?
Sí, yo descubrí la música con Bob Dylan. Más allá de lo que sonaba en mi casa, me obsesioné con él. A raíz de ahí descubrí la música y el rock y me dije: "Eso lo que quiero, lo voy a intentar". En ello estoy.