Ramón Trashorras Rey

Trashorras, la generación perdida de la Olimpiada de Berlín

El boxeador de Lugo es campeón de Castilla y figura en la lista de los púgiles preolímpicos para 1936

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El Progreso 19/07/2021

ES UNO DE los deportistas españoles llamados a participar en la Olimpiada de Berlín de 1936, cuando deben cambiar los entrenamientos por las trincheras.

Ramón Trashorras Rey (Lugo, 1914), consigue trabajo en una de las más importantes editoriales de Madrid. Como Manuel Castro es de Sarria y dueño de la exitosa Editorial Castro, pensamos que podría ser ésta.

El joven ocupa su tiempo libre con el boxeo. Sabe que vale porque se lo dicen y porque los resultados acompañan. Lo entrena el negro Malayo, un cubano que llega a España en calidad de masajista de un grupo de boxeadores y que se afinca en Madrid. Es amigo de Kid Chocolate y sabe buscarles buenas peleas a sus pupilos, tanto los profesionales como los amateurs.

Los de Madrid pelean en la Ferroviaria y se disputan la Copa Gimnástica o el Campeonato de Castilla. En 1934, cuando se comienza a hablar de él, es peso welter, aunque en el 35 será medio.

Trashorras le explica su vida al periodista de La Voz de Madrid, Luis Manuel Riaza, como si fuese aquel personaje de Kid Tarao creado por Tony Leblanc: “Del taller al gimnasio y de aquí a casa. Trabajar, entrenarme y comer”. Sabiendo sus necesidades, Riaza indaga sobre su apetito y éste le dice: “Lo asesina uno con patatas, judías y mucha verdura… ¡Qué quiere usted! La cosa no da para más. Sé que existen las aves de corral porque las oigo cantar, pero yo jamás he tenido entre mis manos un muslito de pollo…”

Así de precaria es la vida del rapaz en 1935, cuando ya ha disputado doce combates, de los que gana diez; seis por abandono y cuatro a los puntos, y pierde dos.

Ese año gana la Copa Gimnástica al vencer por abandono a José Martínez en el tercer round y se proclama campeón de Castilla contra Luis Santos, al que derrota a los puntos.

Lo califican como la revelación de los campeonatos, “No parece un amateur”, dice la prensa. Tiene estampa de boxeador “y su estilo, aunque  primario, tiene la elegancia y   la soltura del de los ases”. El comentarista especula: o es un   boxeador nato, o ha ido a muy  buena escuela… o las dos cosas. Por ahí van los tiros.

Más piropos: “Lleva el combate a un ritmo vivo; es ágil e inteligente, pega con  precisión y contundencia con ambas manos”. También le elogian que en la final tenga el pómulo y la nariz dañados por los golpes de la semifinal y sufra una constante hemorragia. Su combate es el mejor del campeonato.

Con la vitola de su título acude a los nacionales en el Petit Jai-Alai de Valencia, cuyo primer enfrentamiento gana a los puntos contra el balear Bartolomé Blanch. No así el segundo, pues le derrota, también a los puntos, el local Ángel Anaya. 

Inmediatamente se organiza una pelea con aires de revancha entre el apolíneo lucense _ así lo describen _, y Amador Masas, alias El Militar, eliminado por él en Madrid. Se celebra el 2 de noviembre en el Salón Ideal de Salamanca. La prensa charra dice de Ramón que es “un señor con una pegada bastante templadita y sabiendo de boxeo como de aquí a los Pizarrales”. Trashorras demuestra su superioridad y gana a los puntos.

En 1936 es la Olimpiada en Berlín y se busca a los representantes españoles. El 7 de diciembre vence por K.O. a Martínez Álvarez y en enero, también por K.O. a Trancho. Se gana jugarse el preolímpico en Barcelona. Su nombre está en la lista, con Anaya, Ballvé, Saturnino López o Paulino Rodríguez. Este último es el elegido, pero da lo mismo. Ningún español estará en Berlín y él será teniente del Inmemorial número 1.

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