Ramón Chao Rego

De pianista a priscilianista, pasando por periodista 

Hoy se cumple el primer aniversario de la muerte de Ramón Chao Rego  

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El Progreso (20/05/19)
    
LA VOZ A través del teléfono lanza una pregunta directa, de ésas que los periodistas hacemos para descolocar al entrevistado, aunque en este caso el entrevistado soy yo. “¿Sigues siendo priscilianista?” Me eché a reír, no solo por la gracia que me hace la cuestión, sino también para ganar tiempo antes de darle la respuesta más adecuada.

El dueño de la voz es Ramón Chao Rego (Vilalba, 1935), cuyo primer aniversario se cumple hoy, y la llamada tiene lugar hace cosa de diez años; desde luego, después del congreso sobre Prisciliano que concelebra en Santiago.

Dice haber visto El ladrón de reliquias y coincide con la tesis, siempre desde su inequívoco ateísmo, no vaya a ser que alguien le tome por lo que no es. “Creo que nunca fui priscilianista, pero si me propones un plan divertido, estoy dispuesto a tonsurarme”, es la contestación más brillante que se me ocurre.

Entonces me habla de sus intenciones con Victorino Pérez Prieto y otros ilustres. No sé si quiere montar una logia, un convivium o una iglesia entera, porque con Chao nunca se sabe. Su padre lo quiere ver de insigne pianista y a él le da por defenestrarlo. Sin embargo, su hijo monta Mano Negra y él se lo tatúa en la piel para  recorrer América como un músico más.

“Llama a Alberto S. Santos, el alcalde portugués de Penafiel, que está ganado para la causa y ya escribió O segredo de Compostela, como tú”.

Ignoro si lo hizo, pero lo del piano trae cola, como corresponde. Había sido una insistencia de su padre cuando regresa de Cuba. La mayoría vuelve con ansias de hacer una casa de indiano, pero el señor Chao quiso hacer un virtuoso del piano. Prueba a todos sus hijos hasta que da con Ramón. Su alegría es grande al escuchar de la organista doña Sagrario que sí, que ese niño vale para la música.

A los diez años, Ramoncito aprueba de golpe tres de solfeo y de piano en el Conservatorio de  Madrid. Entre el notario Méndez Curiel, el director del Femenino, Valentí Nieto, y la nueva profesora, Lolita Pérez, organizan un existoso debut.

Luego vendrá París y Nadia Boulanger, antes de que Chao se descubra como escritor y periodista para confeccionar  su venganza contra el padre en la novela El lago de Como, donde él se transforma en Mario Luis y al progenitor lo rebautiza como Celso Veiga, un tipo que decide hacer de su hijo menor un genial pianista.

Tampoco era necesario. Las opiniones de Ramón sobre su padre son tan descarnadas al natural que el personaje de la novela apenas las agrava: “Mi padre era un bruto. Y sucio, y... Mi padre maltrataba a mi madre, a mis hermanos... Yo sentía repugnancia del cariño que a mí me tenía. Así que me negué a que gozara conmigo: a los 24 años le llamé desde París y le dije: “Me caso y abandono la música”. Era un cabrón. Le dijo a Fraga que yo era un comunista, para que me retirasen la beca y que eso me obligase a volver a España. Pero Fraga no hizo nada”.

Cuando escribe Después de Franco, España, un periodista dice que Ramón Chao no existe, que es la firma de un colectivo de periodistas de izquierda. Es la peor crítica que se puede hacer de un libro. Negarle la existencia al autor.

Por aquellas fechas viaja con Tierno a la espera de que Franco se muera. Ahora hace un año que se muere él y ya no puedo preguntarle si el Ramón Chao apuñalado por unos piratas en el Caribe el año 1865 era familiar suyo.

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