María Rafaela Dolores Quiroga Capopardo y Valcárcel del Castillo

Sor Patrocinio, dueña de la voluntad de Isabel II 

La Monja de las Llagas sigue siendo un personaje único y enigmático en toda la historia del XIX

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El Progreso 04/05/2021
 
EN SU LECHO de muerte parisino, preguntada por el instructor del proceso de beatificación de Sor Patrocinio, Isabel II negó más de tres veces que María Rafaela Dolores Quiroga Capopardo y Valcárcel del Castillo (Lugo, 1809), conocida como la Monja de las Llagas, se hubiese inmiscuido en su mandato, ni en la política española, pues todo se debía a burdas invenciones de sus enemigos.

Tan difícil de creer es la contundencia con la que se expresa la reina, como los milagros e influencias que se le atribuyen. Lo cierto es que nos encontramos ante un personaje sumamente misterioso, una especie de Rasputín a la española, en clave católica y femenina.

De la monja se ha escrito con profusión, pero casi siempre desde una de las dos trincheras, dispuesto el autor a denostarla por estar convencido de antemano de su nefasta influencia, o bien a ensalzarla por tratarse de un ser excepcional con gran poder, y una santa elegida para escuchar a la Virgen en una de sus apariciones.

Sólo con lo dicho basta para sonsacar que el personaje se escapa de lo común por todas partes y que sigue mereciendo la atención, porque sus secretos no se han agotado, ni mucho menos.

Para empezar, existen dos o tres versiones sobre su nacimiento. La más difundida en el XIX es la de su origen lucense, de familia noble venida a menos, en cuyo relato profundizamos con el libro Mil preguntas sobre Lugo. Y la más admitida hoy sitúa su cuna en San Clemente, provincia de Cuenca.

En la confusión habría colaborado activamente la mujer con el doble fin de enmascarar sus orígenes y rodearlos de acontecimientos extraordinarios, como sobrevivir abandonada en la nieve siendo un bebé.

La versión lucense que posibilita su presencia en esta colección la hace nacida en Quiroga o en la capital provincial, donde toma el hábito de religiosa franciscana a los 17 años, antes de que a los 23 (1832), haya noticias de ella en Madrid como religiosa del Cristo de la Paciencia, en la plaza de Bilbao, que es cuando comienza a ser conocida.

Afirma tener en su cuerpo los cinco estigmas de la Pasión de Cristo, aunque quienes le niegan orígenes divinos afirman que se los realiza con cáusticos. Corre la voz de que hace milagros y convoca a tal cantidad de enfermos que interviene la autoridad para desterrarla a 15 leguas de Madrid, vigilada por el primado.

De regreso en la capital, ingresa en el convento de Jesús y es entonces cuando se inicia su influencia sobre Isabel II, hasta el punto de que se le atribuye el consejo que sirve para que acepte el matrimonio con Francisco de Paula, su primo.

Su hermano Manuel llega a ser gentil hombre cerca del rey por su mediación y todos dan por cierto que entre ella y el confesor de la corte, fray Fulgencio, hacen caer a Narváez, para formar el célebre ministerio relámpago, que dura cuatro horas.

O´Donnell pide su expulsión de España, pero acaba por recibir de sus manos el cirio bendito, lo que da origen a impagables chascarrillos. Funda los conventos de la Granja y de San Pascual de Aranjuez, a los que atrae a los reyes para protagonizar en ellos escenas de vasallaje, pero al revés.

Nadie duda entonces que sea la dueña de los destinos de España hasta su muerte en 1891. Galdós  se relame de gusto con su teocracia, Valeriano Bécquer la dibuja en las actitudes más obscenas y Benjamín Jarnés le dedica una de sus biografías, entre otros muchos autores a los que interesa el personaje.

Días después de morir, misteriosos visitantes oran en la celda donde fallece.

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