Manuela Rey

Manuela como Valle, la enamorada del rey

El 1 de octubre de 1842 nace en Mondoñedo la actriz que va a conquistar al público lisboeta del XIX y a su rey Pedro V 

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El Progreso 01/10/2019

LA HISTORIA DE la actriz Manuela Rey (Mondoñedo, 1842), ídolo del público lisboeta en el ecuador del XIX, llega a los gallegos actuales a través de Dionisio Gamallo Fierros, Andrés García Doural y Antonio Reigosa. 

Las aportaciones de Gamallo y Reigosa han sido recogidas en estas páginas de El Progreso y entre lo averiguado por los tres se tiene hoy suficiente información para saber quién ha sido el personaje, cuáles son sus orígenes en A Pradela de San Vicente de Trigás, cómo fue su largo recorrido entre Mondoñedo y Lisboa y qué éxitos logra a lo largo de su corta existencia, pues nace otro 1 de octubre como hoy, el de 1842, y muere tan solo 23 años después.

Siempre quedará el misterio de saber cuán íntima fue la admiración que sentía por ella el rey Pedro V, antes de su matrimonio con la princesa Estefanía de Hohenzollern-Sigmaringen. 

El octavo conde da Ponte, João Saldanha da Gama Guedes de Brito, da testimonio de que fueron enamorados en toda la extensión de la palabra, que no es exacto sinónimo de amantes. Y el escritor Júlio de Sousa e Costa lo pone negro sobre blanco en su libro “O segredo de dom Pedro V”, que Gamallo conoce a través de su edición portuguesa de 1940, aunque en puridad, de lo que allí se habla no es de una aventura galante de un rey mujeriego y de una actriz casquivana, sino de un amor imposible entre un monarca y una artista.

Únase a que Manuela era un bellezón y que entre los portugueses la mujer destaca por ser elegante, culta y joven dama del teatro, y tendremos los protagonistas ideales para una novela rosa de altos vuelos ¡y con personajes reales!

Sin que ella lo desee, Manuela es protagonista de duelos de amor, como el que cita Reigosa entre el dramaturgo J. A. Correia de Barros y el periodista Francisco Serra en 1865.

Y recordamos su pronto fallecimiento y el del rey Muito Amado, la novela rosa va camino de convertirse en el dramón portugués del XIX. A diferencia de la historia que nos cuenta Fernando Fernán Gómez en el Viaje a Ninguna Parte, el periplo que Manuela realiza con la compañía ambulante de cómicos que la recoge en Mondoñedo, sí tiene un destino glorioso, aunque efímero. El tifus se encarga de que así sea el 26 de febrero de 1866, cinco años después de morir Pedro V.

A Gamallo, Doural y Reigosa se adelanta el periodista gallego que ejerce de corresponsal en Lisboa del diario vigués El Miño, cuya cabecera se publica mientras dura la sanción a La Oliva, pues el 1 de abril de ese mismo año informa que allí ha muerto “una de las notabilidades dramáticas de esta capital. Es más: la mejor actriz que tenía el teatro nacional portugués”.

La sorpresa de los vigueses es morrocotuda cuando ese corresponsal _ cuya identidad perseguimos _, les dice que se llamaba Manuela López Rey, que era hermosa y que había nacido en Mondoñedo.

De ella dice que los “azares de la fortuna” la habían llevado hasta allí, lo cual indica que también podría estar al tanto de su peregrinar teatral.

“Manuela Rey _ dice El Miño en 1866 _,  era una de esas vocaciones espontáneas, que se manifiestan sin esfuerzo, que se enseñorean del arte casi sin estudio. Su muerte ha sido muy sentida porque el lugar que deja en la escena portuguesa nadie lo puede llenar hoy”.

Habla de un entierro multitudinario y de su actual labor de recoger “pormenores biográficos acerca de ella, con el fin de remitir algún articulito para El Miño, lo cual espero no retardar por mucho tiempo”.

Delante tiene pormenores y pormayores.
 

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