Manuel Batanero Montenegro

Los Batanero, dinero y política en el palacio de San Clodio 

La saga familiar se entronca con Quiroga a raíz del proceso de desamortización de la abadía en 1850  

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El Progreso 25/08/2021
 
LA FAMILIA BATANERO está ligada a San Clodio desde los procesos de desamortización de mediados del siglo XIX, cuando el magistrado Blas Batanero y Hernández y María Andrea Montenegro se hacen con tierras de la abadía y en ellas se edifica el pazo, palacio o casa grande de La Cuesta, A Costa o Batanero, según sea quien hable del edificio, de sus jardines y sus viñedos.

La familia ha estado siempre en contacto con las más altas autoridades españolas y sus miembros han ocupado puestos de responsabilidad estatal y parlamentaria, jefaturas políticas dentro de la provincia y amistades entre los apellidos más rumbosos de Madrid.

Su hijo Antonio fue magistrado en la Audiencia de La Habana, y Manuel, diputado.

Los sucesivos apellidos que acompañan al de Batanero después de don Blas, son los de Montenegro, Flórez y Maseda, nacidos casi todos en Madrid, y enterrados algunos en San Clodio.

La influencia política y el dinero se acompañan muchas veces de rencillas, críticas y rivalidades, como la que el segundo Batanero mantiene con Vicente Quiroga Vázquez en 1884, cuando se atribuye en la prensa el mérito de la aprobación del expediente de las obras de un puente sobre el Sil para comunicar Quiroga y la estación de San Clodio. Vicente Quiroga se lo niega y afirma que la promesa de la obra ya se la había hecho el rey a él mucho antes.     

Otro logro que no le discute nadie es la obra de la dársena de A Coruña, adjudicada en dos millones y medio de reales en 1868, aunque se retrasará.

La leyenda local afirma que podría ir andando a Madrid y dormir siempre en una casa de su propiedad. Quizá lo podía hacer su hijo en coche, pues en su garaje se guardaba un espléndido Rolls Royce.

A Batanero Montenegro, que fue diputado por Muros, lo apoyan Silvela y Romero Robledo en sus luchas, pero quienes le conocen afirman que el desgaste anímico provocado lo llevan a la tumba todavía joven. 

Su hijo, Manuel Batanero Flórez, casado con Rosina de Maseda, alberga en San Clodio al presidente del Consejo de Ministros, Dámaso Berenguer, cuando en 1930 se dirige a Lugo para asistir a la inauguración del Hospital de Santa María.

Ese mismo año, el arzobispo de Valladolid, Remigio Gandásegui, casa en la iglesia de San Sebastián de Madrid a su hija María Victoria Batanero con el comandante aviador Ricardo Bellod y Keller. Entre los testigos, un hombre de inmediata actualidad, el general Sanjurjo, y tres aviadores de fama, Gallarza, Ansaldo y Ruiz de Alda.

El matrimonio apenas durará unos meses, pues Bellod, de 32 años, se estrella poco después delante del pazo de San Clodio cuando intenta aterrizar con una avioneta, como había hecho otras veces. Allí muere al día siguiente y allí está sepultado. El aparato choca contra el muro de la finca y se incendia a la vista de su esposa, pese a la intervención de la vecina Aurita Arias.

Al igual que el coche de su suegro, a Bellod y a los otros aviadores españoles en la guerra de África se les conocen como el grupo Rolls, por la marca de sus motores.    

En 1924 se inaugura en San Clodio la Avenida de Manuel Batanero como homenaje a los dos así llamados. Don Blas queda demasiado lejos.

El segundo Manuel Batanero muere en diciembre de 1936 a los 68 años en otra de sus posesiones, la de A Abelleira de Rubián. Le sobreviven sus tres hijos, el tercer Manuel de la saga, la citada María Victoria y Blanca, casada con el abogado Víctor López de Castro Figueroa, cuñado de Nieto Antúnez. También será enterrado en el palacio, como les gusta decir a la familia.

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