Luis Porteiro Garea

Porteiro Garea, campeón de la causa gallega
 
Nace en Lugo, donde su padre es secretario municipal, y muere 29 años después, a causa de la pandemia de gripe
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El Progreso 22/11/2020

FUE LA VOZ ilustrada del galleguismo durante los pocos años que la vida le concede, porque Luis Porteiro Garea (Lugo, 1889), sucumbe en la pandemia de la mal llamada gripe española el año 1918, sin llegar a la treintena. Acaba con él una toxemia grippal, dice su ficha mortuoria.

Porteiro nace en Lugo, pero apenas hace algo más en la ciudad. Se explica porque su padre, Luis Porteiro Viña, natural de Frades (A Coruña), es aquí secretario municipal, como también lo fue en Pobra do Caramiñal, Camariñas y Vimianzo. Sin embargo se asienta en Santiago, donde permanece 25 años como interventor del Hospital, hasta 1935. Muere a los 80, en 1942, y su madre, Dolores Garea Ponte, a la misma edad, un año antes. También son padres del presbítero Santiago Porteiro, de Dolores y de Florinda.

Luis es un destacado estudiante de Derecho que merece el grado a mérito, el premio extraordinario de licenciatura y el Fernández Carreira. Es nombrado presidente de la Tuna años antes de que lo sea su amigo, Ramón Fernández Mato, con el que comparte pasión periodística  en El Radical y El Correo Español, ambos de Madrid, y en varias cabeceras gallegas, con preferencia en A Nosa Terra.

Su activismo político e ideológico se limita prácticamente a sus últimos años de vida, pero le basta para que sea reconocido como el “leader del nacionalismo”, o el “campeón de la causa gallega” y se cuentan por miles sus admiradores tras las docenas de conferencias que pronuncia.
No obstante, siendo candidato del regionalismo a diputado en Cortes por Celanova, es derrotado por el conservador pontevedrés Senén Canido y Pardo.

Funda las Irmandades da Fala de Santiago y proclama, como hará Fole años después, que se debe “falar y escribir en galego como seipamos”, una idea no compartida por todos los galeguistas.

Se casa con Carmen Pérez Iglesias, y los años 1916 y 1917 es padre de  Luis Castor Marino y de Narciso. Cuando muere es profesor de Derecho Civil y concejal. La prensa se llena de panegíricos; los poetas Cabanillas, López Abente, Antonio Valcárcel y Victoriano Taibo le dedican sus versos; Castelao, Losada Diéguez, Risco, Asorey, Camilo Díaz Baliño y Mirás se ofrecen para los homenajes. Su temprana muerte y la altura alcanzada por sus ideas lo mitifica al instante, lo que contrasta con el semiolvido actual.

“¡Nos hemos quedado huérfanos, pero no desvalidos!”, claman los más vehementes. Se alaba hasta “su melena hirsuta y alabastrina”, su viva mirada, todo... “Al morir Porteiro, murió un genio; perdió otro Joaquín Costa nuestra España...”

En el verano del 18 presiente su muerte, dicen los amigos. El 8 de octubre muere en Caramiñal un tío paterno y le afecta tanto ese fallecimiento que ese mismo día otorga testamento ológrafo, donde declara en primer lugar que profesa la Religión Católica  Apostólica Romana, en la cual nace y en la cual quiere morir.

Deja a sus hijos la mesa de su escritorio _ regalo de sus alumnos cuando se casa en 1915 _,  con el ruego de que “nunca se deshagan de ella”. El 18 visita a su madre, algo indispuesta, y le anuncia su intención de confesarse. Se despide con un beso, aunque doña Dolores trata de impedirlo para evitar el contagio. “Mamá, tú no me contagias nada”, le dice.

Quizá fue fatal ese beso, porque el 20 de octubre se le declara la gripe, de la que morirá días más tarde con la razón perdida.

A su sepelio asiste la corporación santiaguesa bajo mazas y el año 1925 sus restos son trasladados a la parroquial de Santa María de Gafoi, en Frades.

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