Jesús Noya

Jesús Noya, el escultor religioso que perdió la fe  

Su muerte mueve al escándalo, pues había rechazado las honras religiosas y las recibe

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El Progreso 20/09/20

AUNQUE NO PODEMOS fijar con certeza su cuna, sí sabemos que el escultor Jesús Noya (Lugo/Santiago, 1886), desarrolla todo su trabajo entre murallas, y para ser más exactos, en solo dos talleres, en San Pedro y en el Campo Castelo, muy cerca uno del otro.

Las primeras referencias a Noya las encontramos en 1906, cuando frisa la veintena y es premiado en la Escuela de Arte de Santiago en dibujo artístico y prácticas de vaciado.

Poco antes, con motivo de las fiestas del Apóstol y gracias a una estatua yacente, gana el premio de escultura que concede el ayuntamiento. 
Con los estudios terminados, trabaja en Lugo y se especializa en escultura religiosa. Hace mausoleos, como el de  Balbino del Valle en el cementerio de Santa María de Sabadelle (Chantada), o retablos para altares, como el de estilo gótico que César Abellás le encarga para el de San Luis Gonzaga del Seminario Conciliar de Lugo.
Algunas de sus obras, como una Virgen de la Concepción, se exhiben antes de llegar a su destino en los escaparates de la Reina para que los lucenses conozcan al artista que mora entre ellos.

Años después entra en contacto con Laureano Tato y acuerdan canalizar las esculturas a través del comercio religioso que este posee en Obispo Izquierdo / Campo Castelo, para el que también cosen las hermanas Sánchez.

Se anuncia en la prensa local, en El Centinela de Mondoñedo y en diarios nacionales, como El Salmantino. Uno de sus reclamos dice: “Hemos recibido de la acaudalada casa de don Jesús Noya, de Lugo, un completo catálogo concerniente a objetos de escultura, imágenes, altares y oratorios. Recomendamos a las personas devotas la tan conocida casa, en la seguridad de que quedaran satisfechos”.

Un redactor de El Progreso lo visita en su estudio y encuentra a un hombre modesto, que minusvalora todo lo que allí existe. “Son obras de importancia muy relativa. Trabajé cuanto pude y nunca me faltó qué hacer. Sin embargo, de verdadero mérito artístico aún no he hecho ninguna”. 

El periodista no piensa así y alaba la calidad de un San Cosme a punto de ser pintado que le parece sublime, así como un San Pedro y un San Andrés, ya terminados, con un destino cercano a Lugo.

Le augura figurar algún día al lado de los nombres de Felipe de Castro, Domínguez de Estivada, Ferreiro, Moure... y recomienda a los sacerdotes que no encarguen a otras provincias sus imágenes. Las de Noya son mejores.

Pero él es un hombre triste y con ideas funestas que si algún día tuvo la fe que pudiera atisbarse detrás de su trabajo, la ha perdido por completo y solo le domina un pensamiento, el suicidio.

Lo intenta de dos pistoletazos y finalmente, el 18 de abril de 1913 muere. Como quiera que en A Nova se celebran funerales seguidos de entierro religioso, Santiago Casares, a la sazón redactor de Tierra Gallega, descubre unas supuestas últimas voluntades de Noya y se arma el escándalo.

Dicen esas líneas: “Amigos míos: Me despido de todos, pues estoy de un día para otro. Ya conocéis mis ideas. Soy ateo y os suplico que impidáis, como última voluntad mía, el que toquen por mí campanas, ni me entierren en Campo Santo, ni vengan curas detrás de mi cadáver. ¡Bastante tiempo tuve que ser hipócrita, es decir, hipócrita no: pero tuve que callar y ocultar los nobles pensamientos del Progreso, de la Libertad y de la Fraternidad, ante los ruines de opresión, de esclavitud y oscurantismo!”.

José Nakens, desde las páginas de El Motín, airea la historia todo lo que puede.

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