Inés Rivadeneira López

Inés Rivadeneira, un ascenso meteórico

La mezzosoprano nacida en Lugo gana el Premio Nacional de Lírica a los 25 años

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El Progreso 07/02/2021

AL PADRE DE Inés Rivadeneira López (Lugo, 1928), el militar de Intervención con destino de gobernador entre murallas, Manuel Rivadeneira Villasuso, no le gusta la música. O mejor dicho, eso de cantar le suena a sinónimo de enseñar las piernas, que a su vez es el prólogo para ser prostituta.

Con ese panorama en casa, se entiende que Inés no las tenga todas consigo a la hora de anunciar su vocación, aunque ésta sea más fuerte que el interventor y logre hacer la carrera de canto en Madrid, para redondearla en Viena y Milán.  
 
Esa hostilidad paterna se la cuenta a Rafael Torres en una entrevista para El Progreso, aunque también es cierto que en otras fuentes, quizás menos directas, se dice que su padre _ trasladado a Valladolid cuando Inés era una cría _, le canta canciones gallegas como arrullos verdes a orillas del Pisuerga. O lo más probable todavía, que primero la arrulla y más adelante, se opone.

Ángeles Ottein y Lola Rodríguez de Aragón son sus primeras maestras y Jesús Guridi, su primer director, que la pondera entre las mejores alumnas que pasaron por el Conservatorio. Werba, su homólogo de Viena, eleva su estancia en el Conservatorio a la categoría de acontecimiento.

La mezzosoprano se casa con el noyés Argimiro Pérez Cobas, antiguo segundo viola de la ONE, pero tampoco lo considera un gran apoyo para su carrera, sino más bien todo lo contrario. Un hijo de ambos es apadrinado por   Ataúlfo Argenta.

Su debut se produce a los 23 años en Valladolid, pero ese mismo año hace en París Don Perlimplín, de Vittorio Rieti, basado en García Lorca. Al siguiente canta Soledad, de Juan Manén. en el Liceo de Barcelona y con uno más, a sus 25 años, es Premio Nacional de Lírica, al tiempo que Alfredo Kraus lo recibe en versión masculina.

Inés ha alcanzado la máxima categoría en muy poco tiempo. A partir de ese momento, cualquier obra _ Rigoletto, Doña Francisquita, La Boda de Luis Alonso _, y cualquier escenario _ El Campoamor de Oviedo, la Zarzuela de Madrid, el Festival de Granada, el Teatro Griego de Barcelona _, se rinden a su voz.

Graba zarzuelas con Ataulfo Argenta y estrena la obra de Joaquín Rodrigo El Hijo fingido. Después hace La Forza del destino, de Verdi, dentro de la temporada de ópera en el Teatro de la Zarzuela.

Con Olaria y Pedro Lavirgen canta la Carmen de Bizet en el Liceo barcelonés y así hasta obtener la  cátedra de la Escuela Superior de Canto de Madrid. Compagina la docencia con la escena durante un tiempo, pero en 1980, tras cantar con  Victoria de los Ángeles La Vida Breve, de Falla, en el Albert Hall de Londres, y alcanzar quizás el mayor éxito de su carrera, da por terminada su presencia en los escenarios.

Antes hay que apuntar el homenaje que se le rinde en el Círculo de las Artes de Lugo, organizado por Fernández Cid como certificado de su cuna _ y poco más _, lucense.

Su nombre queda unido de forma especial a La Verbena de la Paloma, dirigida por Argenta, y a El Amor brujo, de Falla, a las órdenes de Igor Markevitch. Aunque sus grabaciones son mucho más extensas.

Como profesora ha tenido entre su alumnado a  actores y actrices que necesitaban cantar en alguna de sus películas, como Natalia Dicenta, Rossy de Palma o Silvia Marsó; en musicales, como José Sacristán para hacer El hombre de la Mancha con otra medio lucense como es Paloma San Basilio; o para estar preparado ante cualquier eventualidad, como Gabino Diego.

Fallece el año pasado a los 91 años. Julián Jesús Pérez escribe su biografía, I.R., una vida para el canto. 

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