Generosa Moreno Rodrigo

Gene, todo por los niños, pero sin niños

La viuda de Ángel Santos Vila reúne diez millones de pesetas para una Fundación que no las distribuye 

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LA VIDA DE Generosa Moreno (Lugo, 1901) es complementaria a la de Ángel Santos Vila  y por lo tanto, para conocerla en toda su extensión, habrá que aguardar a la publicación de aquélla.

Generosa es parte y prolongación de su marido. En los dos hay el mismo y único afán que los funde, los premios para la educación de los niños lucenses que ambos crean. 

Sin embargo, ni ellos tienen niños en su matrimonio, ni los premios van a alcanzar su objetivo, lo cual no quiere decir que Ángel no haya sido un abnegado y muy singular pedagogo, o que Generosa no haya cumplido los extremos de su pesada herencia con una vida de sacrificios rayana en la heroicidad.  

La paradoja que une las vidas de estos dos personajes, una vez extinguido el vínculo matrimonial por la muerte de Ángel, da comienzo el 15 de febrero de 1966, cuando el BOE 39 de ese año publica la aceptación y aprobación de la Fundación Benéfico _ Docente "Premio Ángel Santos Vila", cuyo fin es premiar y estimular la asiduidad en la asistencia a clase de los niños y niñas lucenses de familias económicamente modestas, con un capital de 324.000 pts. 

Y añade el diario oficial: “El fundador, don Ángel Santos Vila, fallecido en la ciudad del Sacramento el 4 de enero del pasado año, ha sido un maestro nacional ejemplar, un pedagogo distinguido, un verdadero filántropo, todo bondad, admirado y querido dentro y fuera de la provincia”.
Con ese pistoletazo de salida, Generosa Moreno emprende una peregrinación de privaciones para convertir su mísera pensión de viudedad en una constante fuente de ingresos para la fundación, que en sus 22 primeros años de existencia pasa de esas trescientas mil pts, a diez millones. Treinta y tres veces más. La edad de Cristo.

Pero ni con ésas va a conseguir que Lugo se beneficie ni un patacón de tantos esfuerzos. Sin niños antes y sin niños después.    

En 1983, Rafael Torres y quien esto firma entrevistamos a Generosa Moreno cuando ya lleva 18 años de viuda copiando en libretas de papel cuadriculado los pensamientos de su marido muerto y alimentando su cuerpo menudo, volátil, transparente, con las verduras desechadas por todos, con la fruta que inicia su putrefeacción, y con alguna proteína consegida a través del embutido más barato de la tienda.

¿Y qué decir de la ropa? Gene, como él la llama, se viste de viuda cuando la deja sola su Ángel y con ese mismo uniforme llega al postrer momento de acompañarle, gracias a un cuidado exquisito de cada prenda.

El despilfarro de la mujer, el momento en el que se desprende de algo que no esté destinado a la Fundación, ocurre en las tardes apacibles, cuando se dirige desde su casa cercana a Garabolos al parque o la alameda, donde obsequia a palomas y gorriones con las migas de pan que ella reparte sonriente y sin prisa durante media hora o más, orgullosa de que su política de gastos le dé para subsistir, para engrosar el capital de la Fundación y para repartir dividendos entre el averío de las plazas públicas lucenses, que la rodean, a izquierda y derecha, para componer una imagen de un entrañable candor ciudadano.

Todo por arañar unos céntimos cada hora a su presupuesto vital y entregarlo con devoción satisfecha a la Fundación Ángel Santos Vila.  

Su segunda dedicación, ya decimos, es recopilar los versos y aforismos de su marido en una libretita cuadriculada que hoy conservamos como testimonio de esta dickensiana historia con final trágico, porque la Fundación jamás ha cumplido su objetivo. ¿Dónde está el dinero de doña Gene?

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