Eduardo Fungairiño de la Peña

Eduardo Fungairiño, coreógrafo de las diatomeas

El cartógrafo lucense tenía su violín de Ingres en la preparación y estudio de estas algas fósiles

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El Progreso 06/05/2021
 
ANTES DE PENETRAR en el personajes conviene repasar nuestros conocimientos sobre las diatomeas, para lo cual me auxilio de los investigadores del CSIC, Óscar Soriano y Miguel Álvarez Cobelas.

Llamamos diatomeas a las algas unicelulares fotosintéticas y acuáticas con caparazón silíceo opalino, conocido como frústula  y cuyo tamaño va de las 4 micras al milímetro, aunque la mayoría son microscópicas, lo cual quiere decir que su estudio va ligado al desarrollo de los aparatos que posibilitan su visión.

Aparecen en el Jurásico, adoptan miles de formas, sirven para analizar la calidad de las aguas donde se encuentran y  tienen usos fertilizantes, insecticidas o industriales.

Ese multiformismo de las frústulas es de una gran belleza y por ello atrae el interés de aficionados que se apasionan con las preparaciones de diatomeas.  En la segunda mitad del siglo XIX es frecuente la creación de sociedades que funden en una misma actividad la experimentación con el microscopio y el logro de composiciones o mandalas artísticos, como el que figura en el cromo.

Ahí encontramos a Eduardo Fungairiño de la Peña (Lugo, 1838), jefe de la sección de Grabado del Depósito Hidrográfico del Ministerio de Marina, que es reconocido en la biografía escrita por Alberto Gomis Blanco para la Real Academia de la Historia, como naturalista, diatomólogo y conquinólogo.    

Su oficio lo pone también en contacto con el mundo de las diatomeas, al que se entrega con auténtica pasión. Su labor consiste en realizar preparaciones microscópicas donde se aúna la belleza de las algas con su interés científico, y que él mismo rotula con excelente caligrafía.

Los principales instrumentos para conseguir esos resultados son los propios aparatos de observación y el más fino de los pelos posible con el cual mover y colocar las diatomeas una vez eliminada su materia orgánica. Algunos de los especialistas como Fungairiño prefieren los pelos de sus cejas y pestañas que descienden en grosor hasta el mismo tamaño de las diatomeas.

La demanda de estas preparaciones crece pareja a las que son realizadas con insectos, cristales, foraminíferos y esponjas, entre otras. Los más destacados diatometistas actuales son Klaus Kemp, Osamu Oku y Stefano Barone.

Uno de los alumnos y seguidores más destacados del lucense es el naturalista Florentino Azpeitia Moros, autor en 1908 de La Diatomología española en los comienzos del siglo XX, escrita en colaboración con él.

Esta actividad le lleva a relacionarse con los más destacados especialistas europeos, como Otto Nikolaus Witt y el español Alberto Caballero y Bellido, catedrático de Física y Química y director del Instituto de Pontevedra, considerado con él el máximo exponente de este arte científico, o de esta ciencia artística. 

Fungairiño está reconocido como el mejor especialista de las algas de Oamaru (Nueva Zelanda), que es el más famoso yacimiento mundial de diatomeas fósiles.

La mejor colección española, y a la vez una de las más completas del mundo, es la de Caballero y Bellido,  conservada en el MN de Ciencias Naturales de Madrid, que contiene los trabajos de Fungairiño, autor a su vez de numerosas cartas náuticas y mapas, por los que merece  varias condecoraciones y el nombramiento de teniente de navío honorario. La prestigiosa revista científica The Lancet se ocupa de la obra de Fungairiño.

Entre él, Caballero y Azpeitia consiguen reunir más de 5.000 muestras. 

Fallece en Madrid el año 1916.
 

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