Antonio Barrera de Irimo

Barrera de Irimo, de Ribadeo a la Vicepresidencia

El tercer presidente de la Telefónica regresa a su ciudad natal a los 35 años de dejarla 

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El Progreso 19/01/20

CUANDO EL TERCER presidente de la Compañía Telefónica N. de España, Antonio Barrera de Irimo (Ribadeo, 1929) regresa a su ciudad natal por primera vez desde que tiene cuatro años, lo recibe el famoso párroco- arcipreste de las profecías, Enrique López Galuá. En los días anteriores, el sacerdote ha rebuscado los libros para mostrarle su partida bautismal del 4 de enero, que Barrera revisa agradecido.

La escena ocurre en mayo de 1968, es decir, 35 años después de que el niño haya dejado Ribadeo.

Le acompaña Santiago Galindo Herrero, su director de Información y Servicios Sociales. Hombre del Opus Dei, pero al mismo tiempo exdirector de El Alcázar, morirá a consecuencia de una trombosis manifestada cuando vuela de Miami a Madrid dos horas antes de aterrizar, lo que retrasa la atención médica necesaria.

El padre de quien entonces dirige la Telefónica, el vizcaino Antonio Barrera Ibarreche, fue ingeniero director de la minas de Vilaodriz y del Ayuntamiento de Ribadeo. Su madre, Carmen Irimo Insua, es hija de Antonio María Irimo, ingeniero inspector de Trabajo en Galicia, residente en A Coruña, donde se celebra la boda. Entre los testigos, el presidente de la Diputación de Lugo, Plácido Donapetry, y otros dos ingenieros conocidos, Eugenio Labarta y el vicecónsul de Alemania en Monforte, el muy polémico Guillermo Closs.

En 1935 Antoñito ya hace la Primera Comunión lejos de Porcillán, en Salvatierra (Álava), residencia ocasional de los Irimo, sus abuelos maternos. La prensa dice de él que es un “niño angelical”, pero claro, es la fórmula apropiada. La familia vive en Bilbao y el niño se hará militar, jurista, profesor, economista y ministro.

En 1968, Barrera de Irimo ya es un hombre conocido y popular. Primero, por su juventud al frente de una gran compañía, pero también porque estamos en plena promoción de las matildes, o sea las acciones de la CTNE al alcance de todos los españoles.

Él y Santiago Galindo, los hombres de la visita, son los artífices. El presidente es el padre de la idea, y Galindo, de la campaña. Hay que transmitir la sensación de que cualquier ciudadano puede acceder al accionariado; vamos, que no es cosa de expertos inversionistas, y para simbolizar al españolito medio nadie mejor que José Luis López Vázquez, de modo que Galindo contacta con el actor y se reúnen en Gran Vía.

Entre los trabajadores que López Vázquez conoce ese primer día se encuentra Matilde Montojo y el actor se queda con su nombre. Le llama la atención e intuye que le servirá para algo. 

Luego, cuando se perfila el spot, López Vázquez ya sabe cómo usarlo: “¡Matilde, Matilde; que he comprado telefónicas!” Y en pocas semanas toda España las llama matildes. Ése no era el objetivo, pero sí popularizarlas, lo cual está plenamente conseguido.  

El 1969 Barrera se ve arrastrado por la crisis de Matesa, en la que Fraga y el Opus juegan a perder. También dimitirá como ministro en solidaridad con Pío Cabanillas cuando los dos gallegos caen en su apuesta aperturista.

Siempre tuvo fama de cerebrito y da motivos para ello, como profesor de Hacienda Pública, comandante del Ejército o tercer presidente de la CTNE. En el 73, Carrero le confía la cartera de Hacienda y Carlos Arias lo eleva a una Vicepresidencia. Es demasiada vinculación y salta a la primera oportunidad. Sus enemigos no lo verán así, porque hay penas de muerte por medio. Por eso Luis Solana lo echa de las matildes cuando disfruta del consejo de administración.  
 

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