Emma Ozores: "Mi padre venía a comer vestido de monja, de policía o de escocés"

La saga Ozores aterriza en Lugo de la mano de Emma, hija de Antonio y sobrina de Mariano. Este sábado a las 20.30 horas representará '¡El último que apague la luz!’ en el Gustavo Freire
Emma Ozores. MEDIASET
photo_camera Emma Ozores. MEDIASET

SEIS generaciones de artistas inolvidables no suponen ninguna presión para Emma Ozores.

Padre actor y guionista, madre actriz, tío director, prima actriz, abuelos y bisabuelos artistas.
Era imposible que se dedicara a otra cosa. Pues sí. Soy la sexta generación por parte de padre y la cuarta por parte de madre. Es lo que he visto en mi casa. Cuando acompañaba a mi padre a algún rodaje o al teatro, crecí viéndolo. Y como los admiraba, decidí dedicarme a lo mismo que hacía la gente que quería y admiraba. Evidentemente, tenía que ser actriz.

¿Recuerda acompañar a sus padres a los rodajes?
No me llevaban mucho, pero en alguno que otro he estado. Lo que sí que recuerdo es que mi padre llegaba a casa a la hora de comer vestido de monja, otro día de policía, otro día de escocés con el pelo rojo y falda de cuadros. Total, que un día vino de señor normal y yo no le conocía, como no tenía costumbre de verle así. ¡Era muy divertido!

¿Qué pensaba esa niña cuando su padre llegaba cada día caracterizado de un personaje?
Para mí era lo más normal. Me había acostumbrado a verlo vestido de cosas raras. Lo que para mí no era normal era verlo sin disfraces (risas).

Esas reuniones familiares tenían que ser una auténtica fiesta.
Había mucho sentido del humor. Nos dedicábamos a reír. Mi tío Mariano era más serio, siempre fue el más serio de la familia. Pero mi padre era muy gracioso y siempre pensaba cosas divertidas para que las reuniones fueran una pura fiesta.

Uno de sus primeros papeles fue en una obra llamada La casa de la pradera. ¿Cómo fue aquello?
Lo acabaron llamando La casa de Los Pradera, una comedia divertidísima. Hice una prueba y les gusté. En realidad, donde más aprendes es sobre el escenario, porque yo había estado en clases de interpretación, pero es sobre un escenario donde un actor se hace actor.

Pocos años después entraba en el histórico Un, dos, tres...responda otra vez, con Chicho Ibáñez Serrador. Lo que mucha gente no sabe es que lo hizo de guionista.
Así es. Chicho me quería como actriz, pero le dije que si triunfaba en el Un, dos, tres... como actriz, me quedaría con ese personaje toda la vida porque la gente no tiene imaginación y no te ve en otra cosa, menos los que te contratan. Y que si no triunfaba, para qué lo iba a hacer. ¡Le dije que no! (risas). Me metieron de guionista, además de porque él sabía que había hecho guiones, con la idea de convencerme. Y al final lo consiguió.

¿Cómo lo hizo? ¿Fue muy insistente?
Fue una temporada entera. De vez en cuando me decía que por qué no hacía yo este personaje o este otro. Yo le decía siempre que no pero al final, después de mucho insistir, le dije que sí, que lo probaríamos.

Y probaron con la bióloga Remedios Ugarte en un programa dedicado a la sexología.
Sí, y fue muy difícil hacer aquello. Me di cuenta después, porque no tenía ningún apoyo de nada ni de nadie sobre el escenario. No tienes un actor a tu lado, nada. Bajas por una escalera y tienes que hacer reír. No era nada fácil.

Un salto al vacío.
Un poco sí, pero yo me escribía mis textos y ellos, Chicho incluído, los miraban para que todo estuviera bien.

En estos casos, mejor acompañada que sola, entonces.
Es mejor tener un apoyo. Es una manera de compartir el trabajo, y una facilidad a la hora de escribir, porque cuentas con el apoyo de otra persona que puede tener gracia. Pero tú sola no es fácil. Aunque fue muy bonito.

Y aprendió de televisión al lado de Chicho. ¿Había alguien más sabio?
Aprendí cómo se hacía un programa desde el Hola, buenas noches del presentador, hasta el final. Lo escribíamos todo. Trabajar de guionista al lado de un señor que sabía tanto fue una maravilla.

Decía antes que bajaba por una escalera y tenía que hacer reír. ¿Es más difícil hacer reír o hacer llorar?
Es mucho más difícil hacer reír, pero está mucho más valorado hacer llorar.

¿Por qué?
Cuando intentas hacer llorar, tienes más recursos porque la vida en sí es complicada. Con contar algo que ya sucede, una tragedia, ya la gente se identifica y se emociona. Pero escribir algo que produzca una carcajada es dificilísimo. Como decía mi padre, la cebolla hace llorar, pero no existe ningún tubérculo que haga reír.

¿Cómo fue ese momento en el que decidió dedicarse a lo mismo que toda su familia?
No se lo esperaban. Cuando lo dije, a mi madre no le gustó (risas) y mi padre, con mi tío Mariano, nos reunió a mí y a mi prima —la también actriz Adriana Ozores— para contarnos todos los inconvenientes de la profesión. Cuando acabó la comida nos preguntaron de nuevo si queríamos dedicarnos a eso y les dijimos "pues sí". Y ahí estuvieron siempre para lo que necesitamos.

Seis generaciones después, ¿deja en algún momento de ser artista?
Si mi padre hubiese sido taxista, yo estaría con un taxi por la calle. Me enseñó el oficio y la profesión con su comportamiento. Todo lo bueno que sé me lo enseñó él.

Y ahora representa una obra que escribió él, ¡El último que apague la luz!.
Una obra divertidísima que me hace muy feliz sacar de Madrid, porque allí la hemos prorrogado la gira muchas veces, pero nunca habíamos salido. Vienen familias enteras, de abuelos a nietos, y todos se lo pasan genial.

Máis en Agenda
Comentarios