"Vivir algo así nunca se esquece"

Un año después de la ola de fuegos que arrasó 5.700 hectáreas en la provincia, los afectados no logran pasar página. Viales destrozados o árboles inertes les recuerdan la tragedia cada día

Árboles carbonizados y estado de una carretera en el concello de Vervantes esta misma semana. J. VÁZQUEZ
photo_camera Árboles carbonizados y estado de una carretera en el concello de Vervantes esta misma semana. J. VÁZQUEZ

Ya han pasado 365 días, un largo año desde una de las peores catástrofes naturales vividas en la provincia de Lugo y los afectados aún la tienen muy presente. A mediados de octubre del pasado año una voraz y nunca vista ola de incendios calcinó más de 5.700 hectáreas, de las cuales más de 3.000 pertenecían al corazón de Os Ancares. Un tercio de este paraíso natural fue devastado y hoy en día intenta recuperarse poco a poco. Los colores verde y amarronado asoman tímidamente en terrenos en los que el negro se resiste a desaparecer.

El concello de Cervantes fue el que se llevó la peor parte. Varios focos avanzaron sin control de norte a sur del municipio durante tres fatídicos días devastando todo a su paso. Vivendas cercadas por las llamas, coches carbonizados, núcleos desalojados ... Una traumática catástrofe que ha quedado marcada en la retina de los afectados.

"Parece que foi onte", recuerda con pena Ramiro Amigo, un ganadero de la parroquia cervantega de San Martín de Cereixedo, mientras observa un reguero de árboles calcinados en medio de un matorral que ya está rebrotando. "Vivir algo así nunca se esquece", añade el hombre, quien tras ser evacuado por la proximidad del fuego a su casa desoyó las advertencias y regresó arriesgando su vida para salvar de las llamas a su ganado, que ya estaba casi asfixiado.

En un territorio en el que el principal motor económico es el agroganadero la pérdida de la mayoría de los pastizales, las reservas de hierba y la destrucción de los cierres de gran parte de las fincas ha llevado a muchas explotaciones a situaciones límite. "A min ardéronme case un cento de rulos, unha perda moi cuantiosa", indica Amigo, quien, como la mayoría de los ganaderos, logra salir adelante a duras penas. "Temos que levalo como se pode, non queda outra", dice resignado.

El pastoreo en zonas quemadas, autorizado a mediados de año por Medio Rural como medida de excepción a la Lei de Montes, ha dado un impulso a los dueños de algunas explotaciones, al igual que la llegada de las primeras ayudas del Gobierno autonómico.

CARRETERAS. Otra de las consecuencias de los incendios que los cervantegos viven en su día a día es el estado en el que han quedado la carreteras. Los fuegos han causado una profunda erosión de los terrenos y algunos viales han cedido, llegando incluso a quedar reducidos a un solo carril. Las lluvias también se han convertido en un enemigo para los vecinos, pues han arrastrado los escombros hasta los accesos a los núcleos. Uno de los más afectados por esta situación es el de Robledo, en Donís. Sus habitantes aseguran que en varias ocasiones han sufrido riadas de ceniza que han entrado en las propias casas. "É moi perigoso porque a auga arrastra ao seu paso todo o que recolle do monte", lamenta el hijo de una pareja de ancianos del lugar.

En Negueira de Muñiz, donde los incendios calcinaron más de 1.000 hectáreas, sufren una situación similar y el núcleo de Ernes es uno de los más afectados.

VIVIENDA. La peor parte de la tragedia la sufrió el sexagenario Antonio González, quien vio desaparecer entre las llamas su vivenda unifamiliar, ubicada en el núcleo cervantego de O Pando. El hombre perdió los recuerdos de toda una vida y pese al duro golpe no quiso abandonar su aldea en ningún momento. Actualmente reside en una casa colindante a la suya, cedida por un vecino, en compañía de sus fieles amigos, sus perros Toby y León. Diariamente acude a supervisar las obras de reconstrucción de su hogar, que avanzan a buen ritmo y han sido subvencionadas por la Administración gallega. "Estou moi contento, está quedando todo moi bonito", señala con emoción mirando su nueva morada.

El inmueble, de dos plantas, tendrá dos habitaciones, una cocina y un salón y aunque es un poco más pequeño que el original, el dueño, que se dedicó media vida a la construcción, se muestra satisfecho. "Escolleron unha boa pedra para facela e o arquitecto tivo unhas ideas estupendas". González indica que vivió momentos «moi duros» pero ahora, un año después, se encuentra más animado al ver en pie su renovado hogar. Reconoce además que el reverdecer del entorno le da el impulso necesario para salir adelante, pues, como él mismo dice, "levanta a moral non ver todo tinguido de negro". Un color que tardará en desaparecer del entorno y del corazón de todos los cervantegos.

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