Itxu Díaz: "Ribadeo es el lugar más evocador e inspirador en el que he escrito"

El escritor coruñés ofrece en su décimo libro, 'Todo iba bien', un breve ensayo sobre la desesperanza, una de las plagas del siglo XXI. Este prolífico cronista traza una historia que terminó durante el confinamiento y que fue gestando en lugares como Madrid, A Coruña, Venecia y Ribadeo.

Itxu Díaz, escribiendo en la playa del Cargadero de Ribadeo. EP
photo_camera Itxu Díaz, escribiendo en la playa del Cargadero de Ribadeo. EP

El décimo libro de Itxu Díaz (A Coruña, 1981) le concede a Ribadeo un lugar especial gracias al gran recuerdo que tiene el autor de una villa a la que regresa cada verano. En Todo iba bien (Ediciones Encuentro), el coruñés profundiza en la desesperanza y la tristeza, pero siempre dejando una ventana abierta a la felicidad. 

Su anterior libro, Nos vimos en los bares, era un relato sobre la historia del pop español. Parece que con Todo iba bien se produce un cambio de temática, pero en ambos hay mucho sentimiento e instrospección. 
Efectivamente. Nos vimos en los bares es una crónica personal de vivencias, mientras que Todo iba bien aparentemente es un ensayo, pero en el fondo también es una crónica, un paseo por los sentimientos más profundos que nos acompañan, especialmente el de la tristeza y la desesperanza, pero también la felicidad y la vida. Hay muchas referencias literarias, pero también musicales, así que está todo un poco conectado. 

En un ensayo en el que la tristeza tiene mucho peso, seguro que aparece la depresión, un tema casi tabú en nuestra sociedad. 
Sí, hay varios capítulos dedicados al proceso de la depresión, pero no desde un punto de vista médico, porque no lo soy, sino descriptivo. Lo que busco es que el que lea este libro se pueda sentir entendido y acompañado. 

¿Lo ha conseguido? 
Parece que todo el mundo se ve reflejado y se siente reconfortado al ver que las tristezas de uno son comunes. También es importante en el contexto actual, donde todos estamos ya un poco hartos y cansados, desesperanzados y perdidos. Este libro lo empecé a escribir hace dos años y lo terminé durante el confinamiento, así que de alguna manera quedó el círculo cerrado. Mucha gente que se ha quedado sin suelo puede encontrar en él una red. No pretendo hacer un libro de autoayuda, ni mucho menos, pero veo que muchos se están sintiendo reconfortados. 

Eso es clave para un escritor. 
Es lo mejor que te puede pasar, conseguir que el lector se vea reflejado en el libro. 

¿Por qué la depresión no recibe la atención de otras enfermedades? 
Creo que el problema fundamental es que no todo el mundo sabe expresar cuando está mal. La gente que está alrededor no entiende lo que estás pasando y físicamente te ven bien, pero estás en un infierno. Mi empeño ha sido intentar expresar cómo es este infierno. 

Parece que todo el mundo se ve reflejado y se siente reconfortado al ver que las tristezas de uno son bastante comunes

¿El confinamiento le ha servido para perfilar el libro? 
Sí, totalmente. Me ha servido para redondear todos sus capítulos y también para darle otra visión al final, buscando un poco la esperanza. Es un libro que está muy pegado a la crónica de la calle. Lo escribí en los bares de Madrid, en los de la Marina coruñesa y una parte, sobre todo al final, en Ribadeo, donde veraneo. Son sitios muy importantes sentimentalmente para mí, como el Cargadero o la playa de Os Castros. En el confinamiento veía que fuera los días y esos lugares seguían siendo preciosos, pero nosotros teníamos una pena tremenda. Me sirvió para ver lo que sufren muchas personas. Todo va por fuera muy rápido y ellos arrastran una pena muy grande por dentro. 

¿Hay mucho toque autobiográfico? 
Yo escribo siempre desde dentro, desde mi propia subjetividad. De hecho, en los periódicos siempre he escrito como un cronista y este libro es un observador que se sienta en las terrazas, habla con la gente, escucha y va conformándose una idea. La gente se suele encerrar para escribir y esto fue abrirse. Lógicamente hay muchas cosas que yo he sentido o pasado. 

Sus libros siempre están cargados de sátira y humor. ¿En este libro se pone serio o también hay espacio para la risa? 
Sí, lo hay. El libro empieza con humor, porque hay un capítulo en el que tiro contra los filósofos tuiteros y los libros de autoayuda fácil, y termina con muy buen humor, algo importante porque por el medio hay procesos muy duros. 

En el libro pasa de grandes lugares como la plaza de San Marcos, en Venecia, a otros más pequeños como pueblos de la costa gallega. ¿Cuál es el hilo conductor? 
Yo creo que el hilo conductor es el hombre en el sentido más filosófico y luego es muy importante la perspectiva periodística y no la científica. Por eso al final ha quedado un libro muy literario. Voy viajando de lo general a lo concreto, que son las rupturas matrimoniales, las pérdidas de seres queridos o una pandemia que te cambia todos los planes de un momento al otro, pero siempre dejando pequeñas briznas de esperanza al final. 

¿Por qué Ribadeo? 
Por el significado que tiene para mí desde siempre y porque lo identifico con la felicidad desde niño. Y porque, de todos los sitios en los que he escrito, posiblemente es el lugar más evocador e inspirador. 

¿Más que Venecia, por ejemplo? 
Naturalmente son diferentes, porque en Venecia tenía la tentación de estar donde habían estado los más grandes de la literatura o el arte, pero, por lo menos para mí, el entorno donde uno ha sido feliz desde niño es el más inspirador. 

El 2020 amenaza incluso con dejarnos sin la playa de As Catedrais. 
El 2020 está siendo terrible para todos y espero que no se estropee más la playa, porque es un sitio maravilloso, pero Ribadeo es un todo de rincones. Creo que su verdadero reclamo es el conjunto. 

Diez libros con 39 años. ¿Piensa en parar o ya trabaja en el próximo? 
Cuando termino un libro siempre digo que ya está, pero luego aparecen proyectos inesperados como este, que le está gustando a los lectores. De todos modos, este año ha sido largo, difícil y me ha dejado cansado. Tengo ganas de parar y respirar un poco.

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